Poco le queda por demostrar a Edu Marín. Su figura es una de esas indiscutibles en el panorama de la escalada deportiva nacional, gracias a una sólida trayectoria labrada a base de esfuerzo durante muchos años al máximo nivel. Competición, vías de deportiva, vías largas en pared… su currículum ha ido sumando grandes éxitos a lo largo de dos décadas.
Edu fue un precoz mutante, que encadenó su primer 9a con 17 años (Kinematrix, 2003); logró el título del Campeonato del Mundo Juvenil en 2003, ganó una prueba de la Copa del Mundo y subió a otros dos podios en 2006, año en que figuró en el top-10 del ranking mundial; se subió a su primer 9a+ en ese mismo 2006 (La Rambla), y elevó su nivel en deportiva hasta el 9a+/b en 2015 (Chilam Balam).
Por el camino, se ha convertido en un consumado especialista en vías largas de estilo multipitch. Ha repetido algunas de las líneas más duras del mundo como Pan Aroma (500 m, 8c/+) en 2014, Orbayu (500 m, 8c) en 2015, WoGü (250 m, 8c) en 2016 o Mora Mora (700 m, 8c) en 2017. Con todo ese bagaje, ha realizado algunas primeras ascensiones con propuestas de altísimo nivel, como por ejemplo Tarragó Plus (240 m, 8c) o Valhalla (380 m, 9a+), considerado el multipitch más duro del mundo.
Es importante tener todo esto presente al considerar las reflexiones que Edu Marín ha compartido recientemente en sus redes sociales, con la idea de trasladar a las nuevas generaciones los valores y la ética que siempre han regido la escalada y corren el riesgo de quedar olvidadas ante la combinación del auge de este deporte unido a la preeminencia de las redes sociales.
Entre líneas, y sin dar nombres, vienen a la cabeza ejemplos como el de Jonathan Guadalcázar y sus propuestas extremas en Tárbena, que han quedado en entredicho después de que Jonatan Flor repitiera su Viaje morfo y la decotara de 9a+ a 8c.
A continuación, el texto literal publicado por el escalador barcelonés:
En la escalada al aire libre no hay árbitros, pero hay una ética y una moral. En mi opinión, esta ética es mucho más importante que las dificultades o los números altos. La ética proviene de normas y valores no escritos, adquiridos a lo largo de los años.
Me entristece ver cómo, en los últimos años, las nuevas generaciones tienen una especie de obsesión por publicar en Instagram rutas de alta dificultad que más tarde son increíblemente decotadas. Escaladas que se ponen en duda o incluso actividades sin sentido.
En mi opinión, antes de lanzarse y proponer su primer 9a+ o 9b o cualquier otra actividad de big wall, etc… se debe haber repetido algunas rutas de esa dificultad, para ganar experiencia y tener credibilidad dentro de la comunidad.
Este problema se debe a la gran cantidad de actividades que podemos ver a través de las redes sociales. Pero no podemos caer en la falsedad de las redes sociales porque el deporte no es “postureo”. No hay que peder nuestra ética, nuestros valores ni, por supuesto, el respeto de la comunidad.
Mi consejo es aprender a disfrutar de nuevo de lo que hacemos, escalar para nosotros mismos y no escalar para publicar en nuestras redes.