Dicen las estadísticas que una persona ha fallecido en el K2 (8.611 m) por cada cuatro que han ascendido la montaña. Su dificultad técnica, su enorme altitud y esa escalofriante ratio de muertes y desapariciones le han valido el merecido sobrenombre de la “montaña salvaje”. Se ha demostrado de la peor manera este invierno, con los fallecimientos de Sergi Mingote y Atanas Skatov en sendas caídas y la desaparición de Juan Pablo Mohr, Ali Sadpara y John Snorri en la parte alta de la montaña.

Hacía más de doce años que el K2 no se cobraba tantas víctimas en una misma temporada. Los registros históricos cuentan al menos noventa fallecidos en la montaña, de 28 nacionalidades diferentes. Desgraciadamente, el alpinismo español ha contribuido de forma destacada a engrosar estas listas, con ocho montañeros desaparecidos en el K2 a lo largo de la historia, tantos como pakistaníes. Repasamos a continuación las grandes tragedias históricas que han hecho del K2 la “montaña salvaje”.
1939: Tres sherpas y un estadounidense
La expedición estadounidense al K2 de 1939 acabó con la primera gran tragedia de la historia de la montaña, quince años antes de que se lograra la primera ascensión. En una de las rotaciones, el estadounidense Dudley Wolf se quedó bloqueado en el campo 7, que instalaron a más de 7.500 metros mientras sus compañeros descendían.
Se hicieron tres intentos por rescatarle. En el segundo de ellos, los sherpas Pasang Kikuli, Pasang Kitar y Pintso consiguieron llegar hasta él pero no lograron bajarlo. No se volvió a saber nada de ninguno de ellos.
1986: Trece muertos en la mayor tragedia del K2
El verano de 1986 fue histórico en todos los sentidos en el K2. Hubo la apertura de dos nuevas rutas: los polacos Jerzy Kukuczka y Tadeusz Pietrowski por la parte central de la cara sur, y sus compatriotas Przemyslaw Piasecki, Wojciech Wróz y el checoslovaco Peter Bozík, por la famosa Magic Line. Mientras tanto, Mari Abrego y Josema Casimiro realizaban la primera ascensión nacional y Wanda Rutkiewicz completaba la primera femenina.
Por el lado negativo, se registraron un total de 13 alpinistas fallecidos. Kurt Diemberger se salvó milagrosamente, en una aventura que cuenta en el famoso libro K2. El nudo infinito, una de las grandes obras de la literatura de montaña. Casi 35 años después, sigue siendo la temporada con una cifra más alta de víctimas en el K2.
Los primeros accidentes llegaron en junio: los estadounidenses John Smolich y Alan Pennington fallecieron en una avalancha en su intento a la Magic Line; y el matrimonio francés de Maurice Barrard y Liliane Barrard desaparecieron durante el descenso en plena tormenta.
En julio, perdieron la vida Tadeusz Pietrowski –compañero de Kukuczka– durante el descenso de su nueva ruta en la cara sur, y Renato Casarotto, tras caer en una grieta cerca del CB tras haber subido hasta unos 8.300 m por la Magic Line.
A principios de agosto, Wojciech Wróz fallecía por una caída durante el descenso después de haber abierto la famosa Magic Line junto con Przemyslaw Piasecki y Peter Bozík. Al día siguiente, se lamentaba el fallecimiento del portador pakistaní de la expedición coreana Mohammed Ali, alcanzado por un desprendimiento de rocas a los pies de la montaña.
El acto culminante de la tragedia se produjo entre el 6 y el 10 de agosto, cuando en el último ataque a cima, la combinación de cansancio y altura terminó con la vida de los británicos Julie Tullis y Alan Rouse, los austriacos Alfred Imitzer y Hannes Wieser y la polaca Dobroslawa Miodowicz-Wolf en la parte alta de la montaña.
1994: Atxo Apellániz y otros cuatro muertos
El verano de 1994, el K2 se cobró su primera víctima española. Se trataba de Juan Antonio ‘Atxo’ Apellániz, que falleció agotado después de tres vivacs durante un accidentado descenso desde la cima. Su compañero de cordada, Juanjo San Sebastián, lo intentó todo para conseguir bajar con él, pero no hubo manera. Esa historia dio lugar al libro Cita con la cumbre.
Semanas antes de aquello, los alpinistas ucranianos Dmitri Ibragim-Zade, Aleksei Kharaldin y Aleksandr Parkhomenko habían perdido la vida en una tormenta y posteriormente el estadounidense Steve Untch murió al caer por una cuerda rota.
1995: Cuatro españoles, Alison Hargreaves y otros tres fallecidos
Una de las mayores tragedias para el himalayismo español ocurrió en el K2 en verano de 1995. Cuatro de los ocho fallecidos aquella temporada eran de nuestro país.
El primero fue Jordi Anglès, miembro de una expedición catalana liderada por Josep Aced, quien falleció por una caída en la parte baja de la montaña, tras descender desde 8.300 m a principios de julio.
Semanas más tarde, ya a mediados de agosto, la expedición aragonesa liderada por Pepe Garcés lanzó su ataque a cumbre, coincidiendo con otros cinco alpinistas.
La llegada de una tormenta provocó la muerte de los aragoneses Javier Escartín, Javier Olivar y Lorenzo Ortiz, además de la británica Alison Hargreaves y el neozelandés Bruce Grant. Dos días más tarde, también murió el canadiense Jeff Lakes.
2004: Manel de la Matta y los siete fallecidos del 50º aniversario
En verano 2004, el K2 gozó de un gran protagonismo por las celebraciones del 50º aniversario de la primera ascensión italiana de 1954. Se concentraron un buen número de expediciones y también hubo que lamentar más desenlaces trágicos de lo deseado.
El más triste para el alpinismo español fue el fallecimiento de Manel de la Matta, enfermo en su tienda cuando trataba de retirarse junto con Òscar Cadiach en la parte alta de la Magic Line y mientras Jordi Corominas conseguía la primera repetición de la ruta.
Antes de aquello, los coreanos Kyong-kyu Pae, Jae-koung Kim y Hwa-hyeung Lee habían fallecido en una avalancha de principios de junio; el kazajo Aleksandr Gubaev había muerto en una caída a finales de julio; y una tormenta se había tragado al ruso Sergei Sokolov y al iraní Dauoud Khadem Asl.
2008: La segunda mayor tragedia del K2
El 1 y 2 de agosto de 2008 han pasado a la historia como los días del episodio más fatídico de toda la historia del K2. En aquellas 24 horas, perdieron la vida once alpinistas, en una sucesión de fatalidades que comenzaron con un intento a cima retrasado de horario y bastante concurrido, unido al desplome de un serac que arrancó las cuerdas fijas del Cuello de Botella.
Alberto Zerain hizo cima y fue uno de los supervivientes de aquella jornada, en la que todavía en la ascensión fallecieron el serbio Dren Mandic, al caerse mientras trataba de adelantar a una alpinista más lenta, y el pakistaní Jehan Baig, durante el intento de recuperación de su cuerpo.
Ya de noche, con más de veinte personas tratando de descender desde la zona cimera por encima del Cuello de Botella, un serac de la famosa travesía a 8.300 metros se desplomó y arrancó las cuerdas fijas. En aquellos momentos, tres noruegos negociaban ese paso, y Rolf Bae falleció al instante.
El resto de alpinistas tuvo que decidir entre descender de noche y sin cuerdas o bien hacer un vivac en la zona de la muerte. De entre quienes tomaron la primera opción, el francés Hugues d’Aubarède no lo logró y se precipitó en una caída mortal.
Algo más tarde, la cordada de los coreanos Kyeong-hyo Park, Hyo-gyeong Kim, Dong-jin Hwang y el sherpa Jumik Bhote también lo intentó, con la mala suerte de que el colapso de un segundo serac provocó su caída en la parte alta del Cuello de Botella. Uno de ellos murió y los otros quedaron enredados en sus cuerdas, sin posibilidad de liberarse por sí mismos.
Con las luces del día despuntando, algunos alpinistas trataron de ayudar, sin éxito, a los hombres atrapados en la maraña de cuerdas. Uno de ellos fue el irlandés Ger McDonnell, que trabajó durante horas antes de reiniciar el descenso… para verse arrastrado por la avalancha provocada por la caída de un tercer serac.
Algunas hipótesis apuntan que ese desplome podría haber sido provocado por un desorientado Karim Meherban, que había vivaqueado más arriba que el resto y podría haberse dirigido por error hacia el campo de seracs. El pakistaní también desapareció ese día.
El último acto todavía estaba por llegar. Justo cuando los tres alpinistas atrapados recibían la ayuda del sherpa Pasang Bhote, llegado desde el C4, otro serac se desplomó y acabó con la vida de los cuatro.
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Buen artículo, pero os habéis olvidado de Miguel Angel Pérez fallecido en el 2014.
Muy buen artículo. Sólo un comentario. En el primer párrafo, cuando hace referencia al 2004, dice: "Se concentraron un buen número de expediciones y también hubo que lamentar más desenlaces trágicos de lo deseado". Me parece que "lo deseado" es que no exista ningún desenlace trágico. Cambiaría por "lo imaginado como posible", "lo temido", no sé, pero lo deseado suena poco feliz. Gracias!
Buen artículo. Gracias Isaac 👍🏽