Esta última semana de julio teníamos concentración en Los Alpes el Equipo Español de Alpinismo. El objetivo consistía realizar itinerarios de escalada de gran recorrido para pulir detalles logísticos y tácticos de cara a la expedición al Himalaya del año que viene.
Mikel Zabalza –director del equipo– tenía pendiente desde hacía casi 20 años la vía más difícil que corona el Mont Blanc (4810 m), la Divina Providencia (7b+/7a obligado), de 1.500 metros de recorrido (900 metros de escalada dura) al Pilar del Angle.
Él la había intentado en solitario en el 2003, pero un pequeño accidente le hizo perder las gafas y esto le obligó tener que darse a la retirada por riesgo a quedarse ciego. Tiempo después volvió con su hermano, pero fue un año muy seco y fueron sorprendidos por una lluvia de piedras y no les dejó más remedio que forzar una retirada sumamente peligrosa. Pero, como se suele decir, a la tercera va la vencida.
Mikel conocía la logística de la actividad, además de controlar al detalle la laboriosa aproximación al pie de vía, lo que ya en sí supone una aventura. Además es un increíble alpinista con una admirable experiencia propia de los más grandes, y tiene una personalidad y una actitud muy buena para compartir una actividad de envergadura como esta. A mí siempre me transmite una confianza absoluta. ¡Encordarse con él es un lujo!

Cuarta nacional
Hasta la fecha, Divina Providencia contaba con tres ascensiones nacionales escaladas en libre y a vista, todas realizadas por grandes alpinistas y, curiosamente, todos ellos con el punto en común de haber sido deportistas del Equipo Nacional de Alpinismo. El primero fue Manu Córdoba en 2010. Posteriormente Carlos Rubio en 2016 (ambos galardonados con el premio FEDME a mejor actividad de Alpinismo Europeo), y por último Pablo Ruiz en 2019. A pesar de su inmensa belleza y su relativa antigüedad, a nivel mundial Divina Providencia debe de contar con menos de 10 ascensiones en libre.
Para mí, escalar está ruta suponía un sueño que empecé a forjar a partir de mi primer viaje a Los Alpes, con 20 años, cuando escalé la Directa Americana al Dru. Ese fue el año en que Carlitos realizó su sobresaliente actuación en el pilar del Angle, algo que cautivó por completo mi admiración e interés. En los últimos años me había puesto mucho las pilas con la escalada en granito, y aunque no es lo mismo apretar al lado de casa que a 4000 metros, me sentía optimista y con opciones de hacer una digna actuación en aquella pared.
En realidad lo más difícil fue creer que podría hacerlo. Realmente nunca sabes hasta dónde eres capaz de llegar hasta que no te topas cara a cara con tu reto.
Tres días de actividad
El primer día dormimos en el refugio de la Fourche, al que se llega en algo más de dos horas tras salir del teleférico de Torino. Para llegar a la pequeña cabaña colgante ya hay que escalar unos 150-200 m de mixto fácil pero de no despistarse. Al día siguiente hay que descender entre rápeles y destrepes delicados al siguiente glaciar, atravesarlo mientras van despertando los colores del paisaje con la luz del amanecer, y coronar el collado Moore, para después continuar con otros 200 m más de destrepes y rápeles sobre una pared muy rota y descompuesta.
Una vez llegas al glaciar de la base de la pared, hay que pasar corriendo dado que es una zona potencialmente peligrosa por el riesgo de grandes aludes, ya que por encima descansan inmensos seracs colgantes. De hecho, este punto es como un cementerio de aludes, hay que caminar por encima de restos de avalanchas.

Nevando y con ‘picotazo’ en la cuerda
El entorno es auténticamente salvaje, y la belleza del Pilar del Angle solo es superada por su majestuosidad. Nos encontramos en un lugar que sin dudas hace sentir pequeño y vulnerable a cualquiera. Una vez en el pie de vía, hacemos los primeros metros en ensamble y con botas, pero de inmediato se nos pone a nevar, algo que no estaba previsto en el guion y que ambientó de una manera poco graciosa el comienzo de la ascensión.
Para más inri nos dimos cuenta que la cuerda buena había sufrido un buen picotazo en su mitad. Probablemente se habría rasgado con una losa que esquivé en la escalada del primer día, cuando la vi caer hacia mí. Mikel le puso un trozo de esparadrapo y tratamos de no pensar mucho en ello. Escalamos la primera parte de la Bonatti esperando que fuese una ruta más rápida para llegar a la base (algo de lo que finalmente no acabamos de estar tan seguros).

Cuando llegamos a las zonas más verticales ya comenzamos a asegurarnos a largos. El recorrido era a a ratos de perderse, y por lo general escalamos sobre un terreno con frecuencia descompuesto sobre el que llegamos a hacer algún largo de 6b. Todo con la mochila, que pesaría unos 12 kilos.
Para esta primera jornada, tras quitarnos los primeros 400 metros, llegamos pronto a la base del escudo, donde comienza la parte bella de la vía (los 9 largos duros). Tras hidratarnos y descansar un rato en la repisa donde dormiríamos, decidimos escalar los dos primeros largos y fijar cuerdas para el día siguiente entrar en calor jumareando. Disfrutamos el encadenamiento del 6b y 7a y rapelamos hasta la repisa para dormir.

Máxima ligereza
Se trata de una actividad larga y bastante técnica, por lo que tuvimos que portar únicamente lo imprescindible para reducir el peso al máximo. Cómo dice Mikel: «Hay que coger lo imprescindible y a eso quitarle la mitad”.
Escalar en este estilo hace que la aventura sea aún más comprometida, dado que si te falla solamente una cosa, has podido condenar la ascensión (sin mechero no enciendes el gas, si se te cae el gas no puedes fundir nieve y por lo tanto se acaba la comida y la bebida. Si pierdes el abrigo entras en hipotermia. Un saco, un guante, un crampón… Todo lo que llevamos nos es altamente imprescindible). Aún así, la mochila siempre parece que pesa demasiado.
En aquél inhóspito lugar, lo único que nos ayudaba a no sentirnos tan solos era que en las horas de descanso nos llegaba cobertura suficiente para relacionarnos unos minutos con el mundo exterior, actualizar las noticias de nuestra ascensión a los más allegados y revisar el parte de la meteo.
Encadenando en libre
El segundo día nos acaricia el sol desde primera hora y entramos al famoso escudo con energía y ganas. Por fin un lugar protegido donde escalar tranquilos y sobre roca excelente. Mikel priorizó la efectividad antes que fundir las fuerzas subiendo en libre los largos duros, por lo que generosamente me cedió el cuarto y quinto largo (7a+ y 7b+) los cuales escalé en libre. El 7b+ resultó ser un largo diedro de 40 m con un ángulo bastante desplomado. En ocasiones con algo de humedad, pero nada que me entorpeciese de manera importante. Era un largo físico y mantenido, con canto grande y mediano. En aquella altura cada esfuerzo extra lo pagaba el doble de caro y tenía que tratar de optimizar en cuanto a técnica. Los seguros eran evidentes y se emplazaban con facilidad. Aún así me vi al límite en un par de ocasiones, pero conseguía recuperar las fuerzas justas en tensos reposos activos, y bajo los ánimos de Mikel conseguí encadenar por completo el largo de 40 metros.

Para escalar los 9 largos del escudo, lo que hicimos fue meter el máximo peso posible en una de las mochilas y petatearla con una de nuestras cuerdas (la de 7,3 mm). Y para protegernos usábamos en simple la otra cuerda de 9 mm, de la cual intimidaba caerse por el picazo que tenía en la mitad, algo de lo que intentábamos olvidarnos en los momentos de apretar. Al final esto es alpinismo y “pasan cosas” y la diferencia la marca quien consigue adaptarse a las circunstancias. El que escalaba de segundo subía con una mochila que guardaba las cosas de bulto como los sacos de dormir. En esta zona no había ni un solo metro de roca de desperdicio. El color, el tacto, la forma, la calidad, los movimientos, las opciones de protección… Todo era increíble, y además estábamos disfrutando de un día tranquilo de escalada al sol.
Volando voy…
El último largo duro pasaba por un techo de 7a/+. Mikel no quería irse de allí sin haberse currado al menos uno de los séptimos y le dio un pegue increíble cargado de motivación. Ya lo tenía prácticamente hecho, estaba saliendo del techo y agarrando los cantos buenos cuando de repente se le fue un pie y voló 7 metros al vacío. Fue una escena muy fanática. En ese largo y con el cansancio que llevaba acumulado, yo no me veía para encadenarlo con mochila, y a traición le enganché a Mikel las dos mochilas en la cuerda auxiliar para que las petateara. A punto estuve de perder todas mis fuerzas en el techo intentando sacar un friend que se había quedado demasiado empotrado, no me quedó más remedio que abandonarlo asumiendo el coste, ya que prefería encadenar los últimos pasos duros de la vía. Cuando llegué a la reunión resultaba que no nos faltaba ningún friend. Aquél del techo ya estaba abandonado cuando Mikel pasó por ahí. Nos reímos de la situación…

De lo que no nos reímos fue cuando izando los petates en aquel largo, se desenganchó uno de los piolets de la mochila y lo vimos perderse en el vacío. Por suerte habíamos venido con tres, y no nos dificultó demasiado la vida, aunque sin duda lo hubiéramos agradecido para los tramos expuestos de hielo de arriba. Dos largos más tarde volvimos a hacer reparto de pesos en las mochilas, nos pusimos botas y crampones, y escalamos en ensamble unos 250 m sobre un terreno de 3° y 4° con zonas de mixto alejando los seguros. Tras aquello, nos tocó hacer un cresteo empinado y con gran ambiente.
Segundo vivac
Cuando avanzaba un poco más rápido de lo debido notaba cómo aumentaba súbitamente la fatiga, debíamos llevar un ritmo moderado y que pudiésemos aguantar.
Ya solo nos quedaban unos 500 m de desnivel de afiladas aristas y tramos empinados de hielo, pero aunque hiciésemos cumbre no llegaríamos aquel día a Chamonix. Además por aquellas horas la nieve estaba en un estado bastante malo y daban rachas de viento de 70 km/h en la cumbre, de manera que decidimos hacer un segundo vivac a 4.200 m, en una repisa muy buena que había en la última aguja de la travesía.

El termómetro marcaba -4°C, pero nos sentíamos fuertes y adaptados a las condiciones. Eran las 17h cuando paramos después de unas 10 horas de actividad non stop. El resto de la tarde lo invertimos tomando agua caliente, cous-cous y té para hidratarnos.
Teníamos de frente al mítico Pilar del Frente, y pudimos ver desde lo alto cómo nuestros compañeros llegaban a su vivac después de su largo día. Ellos estaban haciendo en dos cordadas la Superintegral.
A la mañana siguiente Mikel tomó la iniciativa de la cordada y prácticamente me subió hasta la cumbre. Me sentí en muy buenas manos y con mucho mimo hicimos los últimos metros. A las 9 hicimos cumbre en la cima Mont Blanc. Mi primera cima. Ya había intentado esta montaña en otra ocasión por una de las vías más fáciles y me tuve que dar la vuelta porque la persona con la que iba se empezó a encontrar mal. De modo que sin duda se puede decir que me he estrenado por la puerta grande.
El parte de la meteo nunca fue perfecto, no teníamos asegurado un tiempo excelente y hacía mucho viento con algunas rachas peligrosas que llegarían a los 70 km/h y la visibilidad era muy limitada. Toda la ropa se congelaba y no tuvimos oportunidad ni de hacer una foto. A la hora siguiente ya estábamos en el refugio de Gouter. Y un rato más tarde nos juntamos todas las cordadas en Chamonix y celebramos el éxito múltiple de esta concentración.
Divina Providencia ha resultado ser una experiencia en la que he aprendido y disfrutado por igual, y donde además he podido poner a prueba mis capacidades y crecer un poquito más como alpinista. Agradezco enormemente la energía que de tan buena gana Mikel invierte en sus chicos del equipo. Ha sido la vía más increíble que he escalado hasta el momento, y ya estoy deseando hacer la siguiente.

[Divina Providencia fue abierta en 1984 por Patrick Gabarrou y Françopis Marsingy, situándola entre las principales escaladas de dificultad en Los Alpes (Abo inf o EX 6c/A3). En 1990 Thierry Renault y Alain Ghersen liberaron casi todo el recorrido excepto unos pasos del techo final en el que culmina su famoso diedro. La primera liberación integral no llegó hasta 2002, a cargo del suizo Denis Burdet, quien le dio un grado de 7c, que posteriormente ha quedado asentado en el 7b+ tras las siguientes repeticiones]
Buenísima actividad!
Enhorabuena!