De las más de 500 personas (quizá 537 de las que 389 lo hicieron por el sur y 148 por el norte) que subieron el Everest la pasara primavera sólo cuatro, que se sepa, lo hicieron sin oxígeno y todos por la cara sur. Se trata dos alpinistas de renombre internacional, Ueli Steck y Conrad Anker, un sherpa Tenji, y el argentino Mariano Galván quien hasta ahora sólo contaba con el Lhotse (sin oxígeno y sin sherpas) en 2011 en su historial ochomilista.
Mariano Galván, de 32 años, llegaba al techo del mundo desde otra temporada guiando y porteando hasta con 50 kilos en el Aconcagua. Allí, además de trabajar, ha escalado la Sur en 34 horas en febrero de 2010 en solitario, al igual que el Glaciar de los Polacos; ha abierto la vía «Los porters» (D), y cuenta con la segunda de Filo Sur Este-Glaciar de los ingleses (MD).
Del Everest ha vuelto convertido en el segundo argentino que consigue el techo del mundo sin oxígeno artificial, tras Heber Orona en 1999. Además lo hacía temprano, el 19 de mayo, al día siguiente de Ueli Steck y Tenji (Anker subió el 25 de mayo); o sea, estaba allí el día de la inmensa hilera de 200 alpinistas que ascendía el 18 de mayo al C4 y que echó para atrás a Simone Moro. Entre otras cosas nos precisa cómo solucionó ese problema de masificación, y a continuación publicamos su relato.
Al igual que en el Lhotse 2011, ¿no tuviste ninguna ayuda directa de sherpas?
No para nada, nunca me llevaron ni carpa, ni alimentos, ni siquiera llevé oxígeno «por si acaso» lo llegara a necesitar. Lo que sí tengo que agradecer, como cualquiera que transita por la ruta al Everest o Lhotse, es el trabajo que realizan fijando cuerdas y escaleras, que hacen que la montaña sea accesible, de otra manera sería casi imposible. Gracias a los sherpas por su calidez y por ser excelentes personas.
Hasta qué punto fue a tu juicio peligrosa la masificación de la pasada temporada en el Everest.
Trabajo en el Aconcagua, que está tanto o más masificada, así que la verdad es que no me asusta. Lo que sí (me da miedo) es que nadie repara en la cantidad de gente que cuelga de una misma cuerda, hay veces que hay unas 50 personas colgando de una misma cuerda. Me cuesta creer que no haya sucedido una tragedia a este respecto. En el Lhotse, cuando rapelaba de la cumbre, se me saltó un anclaje, y afortunadamente no pasó más que un susto, pero imagina si esto sucede con otras diez personas más conectadas.
Además, el tránsito de mucha gente sin experiencia provoca mayor caída de piedras y pedazos de hielo. No hay lugar para pasar y los escaladores deben tomar la decisión de soltarse y progresar en libre para poder pasar a los clientes,
El riesgo de accidentes es altísimo.
Sin embargo, los vaticinios de Simone Moro no se cumplieron. El 25 no hubo ninguna tragedia como potencialmente podría esperarse. Los cuatro primeros fallecidos se produjeron durante las semanas previas a las primeras cumbres. Los otros siete montañeros fallecieron durante el fin de semana del 19 y 20 de mayo, en que unas 300 personas habrían intentado alcanzar la cumbre del Everest, tanto por la vertiente sur como por la norte. ¿Por qué?
Murieron seis personas el 19 de mayo cuando hago cumbre, y unas 11 personas en total. Me parece que ha sido muy elevado, y tenía un poco de razón en lo que decía Simone Moro. Mucha gente no pudo soportar una espera tan larga como la que se produjo en el Escalón Hillary, porque no tenían calculado tanto oxígeno. Recordemos que empezó a salir gente a las 17h del 18 de mayo, ¡para hacer cumbe el 19!, no hay tubo de oxígeno que alcance.
Recordemos también que hubo mucha gente que fue golpeada por rocas en su ascenso al campo 3, y esas cosas no fueron reportadas pero podían haber pasado a mayores. A mí una pequeña piedra me partió las lentes y me produjo un corte en la nariz. Tuve que descender de manera urgente al campo base con un solo cristal a buscar las gafas de repuesto.
Creo que después de las 6 muertes en un solo día (el 19 de mayo cuándo él hizo cumbre) se deben de haber tomado muchos más recaudos en cuanto al oxígeno y, calculo yo, que ante el primer síntoma de agotamiento mucha gente se debe de haber dado la vuelta solita, ya que los cuerpos que estaban desparramados por ahí, tan recientemente, no deben de ser tan alentadores como para seguir con el ascenso.
Sobre el 25, que es cuando hace cumbre entre otros una expedición comercial de argentinos [dirigida por los hermanos Benegas], no me comentaron que haya habido tanta gente [el 25 de mayo, por la cara sur se estima que harían cima unas 80 personas y en total 115; el día 26 hicieron cima unas 100 personas].
¿Cómo consideras la diferencia entre escalar el Everest sin oxígeno o con, con ayuda de sherpas o sin ellos, con cuerdas fijas o sin cuerdas fijas?
Creo que el tema de las cuerdas fijas es fundamental para poder progresar, así como las escaleras, si no, sería muy desgastante tener que fijarlas o tener que escalar de primero largos de escalada en hielo.
No te puedo decir qué se siente al escalar con oxígeno porque nunca tuve un equipo ni siquiera cerca. Lo que sí creo es que escalar sin oxígeno implica un compromiso altísimo, y no es para todo el mundo como se puede comprobar. Creo que solamente está reservado a gente que entrena y que vive mucho tiempo en la altura. Todo es muy delicado y se necesita de una perfecta planificación y conocimiento del cuerpo en condiciones extremas.
No hay lugar para el error ni para el miedo, que no es cosa menor cuando uno escucha los relatos de otros escaladores de mucha experiencia y que han fallado reiteradas veces. Es muy difícil construirte tu propio camino, libre de los fantasmas que rodean este tema.
El tema de no usar sherpas es para mí el último punto en importancia. No usar sherpas convierte el ascenso en una larga maratón, a partir del campo 2, para mí, empieza la cumbre, llevo mi carpa y mis víveres hacia el campo 3 y de ahí continúo hacia el campo 4 teniendo que sacrificar incluso el uso de la bolsa de dormir en ambos campamentos, ya que de otra manera sería muy desgastante cualquier peso extra… ni siquiera los 2 kg que pesa un saco de dormir.
Hay que ir al límite de equipamiento, y no se puede cargar mucho gas tampoco. Todo debe ser exacto y hasta un poco menos, nunca de más. Si no, sucede como Ralf, que se agotó en su subida al campo 4 y cuando decidió salir para atacar la cumbre estaba muy cansado.
Simone Moro decía que a la gente le sentaba mal que se «colara» entre ellos en las cuerdas fijas. ¿Tuviste esa sensación?
No le presté mucha atención en realidad. En ningún momento la gente tenía que frenar para dejarme pasar, aparte veían que me movía mucho más rápido que ellos, que no estás usando oxígeno y encima ven que te estás llevando la carpa, el aislante y todo. Esas cosas hacen que te ganes el respeto y la admiración de muchos, sobre todo de los sherpas.
Además, después de que el 17 de mayo llegué al campo 3 y armé mi carpa cerca de las 10.30 am, estuve hablando con los demás y oí que la mayoría coincidía en que el plan era salir a las 4 am del día siguiente, es decir del 18. Por tal motivo decidí salir a media noche, finalmente salí a las 0.30 del día 18. En silencio y en medio de una noche muy cerrada fui avanzando sin obstáculos, muy cargado con mi carpa, calentadores, gas, aislante, comida, etcétera sin preocuparme por nadie. Recién cuando estaba llegando al Espolón de los Ginebrinos me alcanzaron un par de sherpas.
Y lo que yo hice el día de cumbre fue caminar sin seguro al costado de ellos, y luego iba viendo los espacios, que generalmente se producen cuando tienen que pasar un relevo o cambios de cuerdas, entonces aprovechaba esos vacíos para reconectarme. Nunca tuvieron que cederme su espacio.
Citas en el artículo que cargas con mochilas de 50 kilos en el Aconcagua. No cuadra que un guía tenga que llevar tanto peso.
Trabajo como guía de montaña, y como porteador. Este último trabajo lo empleo para ponerme en mejor forma, es mi manera de entrenar y ganar el dinero que se necesita luego para esta clase de emprendimientos ya que no cuento aún con gente que me financie las expediciones. Como se dice en la jerga: se hace todo a pulmón.
¿Cuáles son tu proyectos futuros, profesionales y personales?
Seguir subiendo ochomiles, y ver la posibilidad de viajar a la Antártida para realizar alguna travesía interesante. Seguir trabajando en la montaña como guía, y la idea es poder profesionalizarme y conseguir que financien mis expediciones en forma completa. Gracias a mi familiares y amigos que siempre me apoyan en estos emprendimientos y a la empresa Garmont de Argentina, que me provee de indumentaria y al Diario Jornada.
Sin más, os dejamos con su relato.
El Everest en carne propia, por Mariano Galván
Luego de muchas aventuras propias de una expedición de este tipo. Logré llegar al campamento 4 del Everest a unos 7950 msnm, para enfrentarme cara a cara con la diosa madre. El Everest, la montaña que hace que el resto parezcan pequeñas elevaciones en el horizonte, el techo del mundo.
La verdad, estar parado a sus pies fue una experiencia increíble y aterradora por momentos. Uno se siente totalmente insignificante y desprotegido ante tanta inmensidad.
Se conocen los riesgos al dedillo, pero también hay muchos fantasmas que rondan en base a las historias de otros montañistas que no han logrado subir sin oxígeno. Frases como “si hay mucha gente seguro que te congelas algún dedo”, si esperas más de media hora, seguro te dormís y te congelas”, «las cuerdas tienen que estar libres para que puedas llevar tu ritmo”, etc.
Todo eso me metía miedo pero no soy de rendirme ante los miedos.
Tenía buena preparación: ya que había pasado todo el verano trabajando en Aconcagua a una altura de mas de 4300 m. He llegado a cargar mochilas de hasta 50 kg con la motivación a tope. No pensaba en otra cosa, cada día que trabajaba era para juntar el dinero para Everest, recordemos que no hay patrocinadores para este tipo de actividad.
Y ahora casi nada me separaba de mi sueño, tan solo la delgada carpa que me abrigaba en el campo cuatro y… doscientas personas que ese día intentaban la cumbre del Everest. ¡Record de asistencia! Y yo justo quería intentar sin oxígeno…
En fin, salí decidido a las 21.45 del 18 de mayo, con una noche fría y algo ventosa, la temperatura sería de unos -35°c, lo de siempre a esa altura.
Rápidamente conecte al gran grupo que iba delante de mí en una interminable línea de linternas, que iluminaban la cara sureste de una manera especial y hasta maravillosa.
El ritmo de la gente era muy lento. A pesar de todos tener su oxígeno, caminaban de manera muy lenta. Pude aguantar un poco ese ritmo y luego tuve que tomar una decisión: quedarme y seguir ese terrible ritmo lento, con el riesgo de sufrir congelaciones, pegarme la vuelta e intentar otro día o soltarme de la cuerda que me brindaba una seguridad, a mas de 8.000 metros, ante una posible caída y caminar libre, ayudado simplemente por un bastón de trekking en un terreno desconocido de hielo y nieve…
Tome la última opción sabiendo que quizás mi arrogancia sería pagada muy cara, con alguna caída. Así que lentamente empecé a caminar al costado de la larga fila de gente que tras sus mascaras pronunciaban las palabras “está sin oxigeno?!”. Sin prestarles atención continuaba concentrado en mi respiración y empezaba a pasar a los otros escaladores, hasta que veía un hueco en la fila y me reconectaba a las cuerdas fijas para recuperar el aliento y descansar mi mente de la tensión que te produce progresar en manera libre por una montaña que no conocía.
Seguí de esta manera hasta que pude pasar a la cantidad de gente adecuada. El resto era resistir, el viento se hacía notar cada vez más, y levantaba la nieve, que se las ingeniaba para golpear las pocas partes de piel que quedaban expuestas.
Mi nariz, por supuesto, fue la primera víctima de este viento helado y me produjo quemaduras que luego generarían unas pequeñas ampollas.
El resto del cuerpo, bien. No me tuve que preocupar de los pies, eso fue la gloria. En ningún momento sentí algún enfriamiento, a diferencia del año pasado en el Lhotse.
Todo estaba marchando bien, pero sentía cómo el cansancio se acumulaba en mí, y además no estaba hidratando todo lo que debía. Luego sería demasiado tarde, se habían congelado las botellas y tan solo pude tomar unos 750 ml, ese día de unas 20 horas de caminata.
Varias falsas cumbres se sucedían, hasta que finalmente veo el atolladero de gente en el Escalón Hillary. Ya no quedaba nada para la cumbre, pero a la vez el panorama no era muy alentador.
Una vez llegado al escalón tuve una dulce espera de unos 40 min, que aproveché para devorar algo y terminar de tomarme lo poco que no se me había congelado. Buscaba cada rayo de sol que podía, y era cómico cómo trataba de que mi nariz recibiera parte de ellos. Empezaba a doler y mucho.
Finalmente pude pasar este difícil paso de roca resbaladiza, que los sherpas que equipan la ruta hacen que sea más segura y fácil de transitar. Así y todo hay que ponerle un gran esfuerzo, recordemos que este paso se encuentra a unos 8.700 m, así que no es nada fácil y menos cuando no se lleva oxígeno. Se siente como si se tuvieran los pulmones tan pequeños que hay que hacer fuerza por que entre el aire.
Veo la gente en la cumbre y mi corazón empieza a palpitar de manera alocada, estaba completamente lúcido y sin dolores de cabeza ni nada, solo cansancio, era perfecto. Las nubes no iban a entorpecer la vista, solo el viento era un invitado indeseable.
Mi vista no puede digerir todo lo que ve. Lo que más me llama la atención es el Lhotse con sus 8.516 m, que me había permitido estar en su cumbre el año pasado, parece tan bajo que no puedo creer la altura que tiene. Es que el Everest hace que cualquier montaña sea diminuta.
Luego del placer de estar ahí los primeros minutos, coloco la bandera argentina en la cumbre. Me siento orgulloso de ser argentino y de mostrarle al mundo que tenemos un nivel de atletas y montañistas comparable con las grandes potencias, me he ganado el respeto de muchos cuando contemplaban que no empleaba oxigeno y de que andaba solo. Doy paso a las tareas típicas de las cumbres, sacar fotos, filmar, dar el último vistazo y prepararme para el descenso, que sabía no iba a ser fácil.
El cansancio se hace sentir y la bajada, muy empinada, se me hace más difícil que subir, agradezco en silencio nuevamente la tarea de los sherpas y agradezco a los dioses por tan lindo día. Bajo con una sed increíble. El viento sigue golpeando duro, y veo como mi carpa se movió por efectos del mismo, afortunadamente sigue ahí, aguantó bien. Con las últimas luces del atardecer llego a mi carpa, prendo rápidamente el calentador y luego de derretir un poco de agua, me rindo ante el cansancio, pero no tengo bolsa de dormir, no la he llevado para ahorrar peso, así que debo acurrucarme sobre el aislante y rogar por que sea suficiente abrigo para esa noche. Ni siquiera las botas me saco. ¡Increíblemente duermo toda la noche sin tiritar! Pero al día siguiente me esperaba más aventura.
Por un error mío, luego de derretir agua el día anterior dejé los fósforos tirados dentro de la carpa sin ninguna bolsa ni nada, ¡grave error! Ahora no prenden y no puedo derretir agua. Afuera el viento ruge con más fuerza, el interior de la carpa se encuentra todo congelado por la respiración. Todo es frío, y no tengo nada para combatirlo. Y la sed, por dios, ¡qué sed tengo!
La ecuación es fácil, debo desarmar la carpa e irme para el campo 2 donde tengo otra carpa y ahí podré tomar agua. ¡Qué lejos que siento el campo 2!.
Veo como el resto de la gente prácticamente abandona sus carpas y parten con su botella de oxígeno para abajo, a tierras menos hostiles. Pero yo no tengo la ventaja de que me desarmen la carpa ni nada parecido, así que se vuelve una tarea tediosa, el frio a las 6am es intenso. Armo mi mochila de manera desprolija, y trato de seguir a algunos montañistas, pero no puedo seguirles el ritmo, nuevamente me encuentro solo y deambulo prácticamente hasta el campo 3 donde ya el sol abriga, y se siente bien. Trato de exprimir una de las botellas congeladas, pero sólo logro sacar unas gotas, afortunadamente unos escaladores me convidan un poquito de agua, suficiente para llegar al campo 2.
Me parece una eternidad lo que tardo en llegar a mi segundo refugio, pero lo he logrado con autonomía, determinación, y ¡sin el uso de oxigeno!, qué bien se siente poder cumplir un sueño, la montaña ha sido buena conmigo, pero esta vez me ha castigado bastante en el camino de subida, me ha puesto a prueba en todos los aspectos. Doy gracias por eso, porque me permite conocerme un poquito más, ahora sé que se puede respirar a 8.848 m: lo he probado en carne propia.