Xavi Arias es un tipo normal… quizás algo más fuerte de lo normal y con una experiencia en la montaña que le permite lanzarse a por sus sueños ochomilísticos con seguridad y firmeza… pero, al fin y al cabo, un tipo normal que gusta de disfrutar de su familia y sus amigos, y que tiene que trabajar (de guía de montaña) para ganarse el sustento. El viernes aterrizó en el aeropuerto del Prat procedente de Islamabad tras haber sumado en el Broad Peak (8.047 m) y con su socio Xavier Aymar el sexto ochomil de su currículum. Ha apurado al máximo la cumbre y el regreso, ya que esta misma semana viaja con un grupo de clientes al Elbrus.
Una expedición a una montaña de más de 8.000 metros siempre termina con un montón de recuerdos y anécdotas, que surgen de forma natural de una aventura como esta. Era la primera vez que Xavi Arias viajaba al Karakórum y el Broad Peak ha sido la montaña en la que más claramente ha visto la diferencia entre dos formas de ascender a las grandes montañas: por un lado, el estilo de tres expediciones comerciales poco eficientes (no consiguieron subir con ellos a cumbre y, después de que los Xavis se fueran, murió uno de sus clientes en la montaña) en contraposición a la tremenda eficacia de Alexey Bolotov y Yannick Graziani, dos “marcianos” de las montañas, como los define el propio Arias (hicieron cumbre el mismo día).
¿Qué impresión te llevas de tu primera expedición al Karakórum?
Fantástica. Es una zona mucho menos masificada que el Himalaya, básicamente porque el país (Pakistán) no se presta demasiado al tema turístico. Y además, un mes antes de ir para allá, mataron allí a Bin Laden. Por ese clima de inseguridad decidimos cambiar el Nanga Parbat, que era nuestro objetivo inicial, por el Broad Peak, aunque la verdad es que fuimos muy bien recibidos y no tuvimos ninguna sensación de inseguridad. Por otro lado, el Karakórum es una zona muy salvaje, en la que había muy pocas expediciones, en comparación con el Himalaya: 500 personas subieron esta primavera al Everest, y sólo hay 15 o 20 intentando hacerlo en el K2…
¿Y en el Broad Peak?
Allí nos hemos encontrado con tres expediciones comerciales y otra media docena más como nosotros. En general, como en el resto del Karakórum, son montañas muy verticales y con unas vistas magníficas del K2, los Gasherbrums, el Trango, la Gran Catedral…
¿Cómo os habéis encontrado la méteo?
Muy mal. Teóricamente el Monzón no entra en el Karakórum, pero eso tampoco significa que el tiempo sea maravilloso. Quizás hemos tenido dos días buenos en todo el mes que hemos estado allí. Tampoco ha sido un mal tiempo exagerado, pero sobre todo hemos tenido mucho viento.
¿Qué dificultades técnicas habéis tenido que superar?
Como te decía, son montañas verticales de arriba abajo. Para que te hagas una idea, sólo teníamos una hora de aproximación desde el campo base hasta pie de vía, y a partir de ahí pendientes de 50 y 60º. La principal dificultad ha sido la nieve blanda, que además se iba acumulando con las nevadas que iban cayendo. Hemos tenido que abrir mucha huella, ya que nos ha tocado ir siempre por delante. Además, en el ataque a cumbre que hicimos, no utilizamos cuerdas fijas desde los 7.800 metros, fuimos encordados y autosuficientes. Había alguna que otra cuerda vieja, pero sólo nos sirvió para certificar que íbamos por la ruta correcta.
En el Everest o el Lhotse, por ejemplo, las expediciones comerciales instalan cuerdas fijas en toda la ruta, ¿aquí no?
Las expediciones comerciales se lo miraban desde abajo. Ya estaban cuando nosotros llegamos, pero no habían pasado de C2. Sorprendentemente, aquí éramos nosotros quienes íbamos por delante. Ninguno de ellos hizo cumbre hasta después de que nosotros nos fuéramos. Además, oficialmente, las expediciones comerciales no fueron a la cima, sino que dejaron libertad a sus integrantes, y después pasó lo que pasó.
Con esto no quiero decir nada en contra de las expediciones comerciales o que no colaborásemos. Cuando llegamos, una semana y media después que ellos, ya habían equipado la ruta hasta C2. Nos reunimos con ellos, nos presentamos y les explicamos cómo queríamos subir (cuatro personas, estilo lo más ligero posible, sin porteadores y sin oxígeno). Llevábamos 400 metros de cuerda para fijar y se la dimos como pago por utilizar sus cuerdas ya fijadas. Éramos conscientes de que íbamos a una ruta normal, y no vas a ir a 2 metros de la cuerda; si la hay, te coges a ella y ayudas en lo que puedes. Nosotros instalamos cuerdas fijas en algunos tramos de C3 hasta 7.800 m.
El primer intento a cumbre lo hicisteis con una comercial…
Sí. Dos de las comerciales esperaban demasiado y la tercera es la que hizo el primer intento con nosotros. Soy de los que piensa que siempre aumentan las posibilidades cuando unes esfuerzos. Pero esta expedición alemana también iba sin oxígeno y los clientes iban justitos de fuerzas y, a mi entender, mal equipados. Fue una escabechina: unos no llegaban, los otros se congelaban… nos fuimos turnando abriendo huella hasta que nos quedamos solos tirando con el guía de la comercial y decidimos dejarlo y volver atrás. Tuve miedo de tener que ponernos a buscar a toda esa gente desperdigada por la montaña.
El segundo intento, en la última oportunidad que teníais porque se os acababa el tiempo, fue la vencida. ¿Cómo fue?
En el segundo intento, fuimos solos. A las 00 horas del 22 de julio salíamos con Xavi Aymar desde el C3 (7.000 m), acompañados también por nuestros compañeros Lito Sánchez y Heber Orona y otros dos expedicionarios, Javier Camacho y su compañero Arturo. La méteo decía que sería un día de sol pero con mucho viento (60 km/h), pero no nos quedaban más días, así que tiramos para arriba. A última hora, llegaron también Yannick Graziani y Alexey Bolotov, y tuvimos la suerte de compartir con ells casi toda la ascensión. Son marcianos de las montañas, gente muy fuerte y fue un placer conocerlos.
Nos estuvimos turnando hasta el collado (7.800 m). Hacia las diez de la mañana, Heber, Javier y Arturo ya se habían dado la vuelta. Lito decidió allí no continuar. Graziani y Bolotov pasaron delante hacia la cumbre y Xavi y yo nos encordamos y también fuimos para arriba. Hasta ese día no había habido ninguna cumbre en el Broad Peak en 2011, con lo que no había huella abierta ni cuerdas fijas. El francés y el ruso iban por delante y nosotros les seguíamos los pasos pero el fuerte viento borraba de inmediato su huella y hacía que tuviéramos que volver a abrirla nosotros.
Hacia las 15 horas, escalamos el Rocky Peak, cima secundaria del Broad Peak de 8.020 m, pero todavía nos quedan 27 metros para llegar a la cumbre. Nos cruzamos con Graziani y Bolotov, que ya vuelven triunfantes. Pero por alguna cosa se llama Broad (ancho) Peak: la sorpresa es cuando vemos que empezamos a bajar en lugar de ir para arribar. Dos horas más luchando contra el viento -sube, baja, sube, baja, y vuelve a subir…- nos dejan en el punto más alto del Broad Peak (8.047 m), a las 17 horas.
¿Cuál fue el sentimiento allí?
Mucha satisfacción, por ser tú y tu trabajo lo que abre la montaña y permite que, con la colaboración de otros alpinistas como Graziani y Bolotov, salga la primera cumbre del Broad Peak de la temporada. Fue un placer vivir una ascensión tan trabajada y sudar para hacer cumbre.
Pero allí no terminaron los esfuerzos, todavía quedaba la bajada y el regreso…
Una cumbre no te pertenece hasta que no llegas abajo. Mientras tanto, tú le perteneces a ella. Después de mucha precaución y dificultades, hacia las tres de la madrugada (27 horas después), llegábamos al C3 y nos reencontrábamos con los compañeros Lito y Heber, que nos echaron una mano para que nos recuperásemos.
Dormimos una hora, descansamos un rato más despiertos y seguimos para abajo, que hay que llegar el mismo día al campo base y desmontar y cargar todos los campos por el camino. Lo hacemos y a las 22 horas llegamos al campo base. Al día siguiente, nos levantamos de madrugada, desmontamos el campo base y caminamos 10 horas hasta el pie del Gondoro-la. Volvemos a dormir poco, nos levantamos a la una de la madrugada y una inacabable jornada a pie de 20 horas nos lleva a Hushé, con unas 6 horas de jeep de por medio… y por fin a Skardú, donde por la mañana teníamos el vuelo hacia Islamabad camino de Barcelona.
¿Tienes la impresión de haber vivido dos maneras radicalmente opuestas de entender el alpinismo en las grandes montañas?
Hemos hecho dos intentos con dos filosofías completamente diferentes: una con una comercial con clientes y la otra con dos marcianos máquinas. Son dos caras de lo que es el alpinismo extremo. Cuando ves gente como Graziani y Bolotov piensas ‘pues no nos queda nada…’. Poder ir con ellos es una pasada, sin que nos podamos comparar, evidentemente. Pero cuando me dicen que quizás tardamos demasiado, estando 26 o 27 horas en el ataque a cumbre, pienso que ellos dos necesitaron 22 horas, que tampoco es un paseo…
¿Cómo va tu objetivo de ser el primer catalán con los catorce ochomiles?
Con el Broad Peak llevo seis. El año pasado quedé un poco bajo de moral, después de la desgracia del Annapurna (volví con una costilla rota y un esguince lumbar) y de haber ido al Manaslu con un cliente y no haber podido hacer cumbre. No fue un año nada propicio. Este año he tenido la suerte de poder compartir expedición con Xavi Aymar, con quien ya estuve en el Everest y ha ido todo muy bien. Gracias especialmente al organizador, alma mater y mecenas de esta expedición, que ha sido Joaquim Molins ‘Jake’, un apasionado de la montaña con quien ya fui al Dhaulagiri y a otras montañas por todo el mundo y que le encanta organizar y vivir expediciones.
¿Ya tienes el próximo objetivo en mente?
De momento no. Esta temporada ya queda cerrada con el Broad Peak y el año que viene, alguna cosa habrá que hacer, seguramente en la época del pre-Monzón (quizás Makalu…); también me gustaría volver a Pakistán y hacer G1 y G2 al estilo Txikon… aunque después me volvería para casa y no se me ocurriría ir al K2!
De momento, me voy ya al Elbrus con un grupo de clientes, que también hay que trabajar y las montañas no se moverán de donde están. Tengo 40 años y todavía puedo apretar. Lo que me mueve es la ilusión por la montaña y del mismo modo que tengo la obsesión de terminar los 212 tresmiles de Pirineos (me quedan diez y algún día los terminaré), pues me da por los catorce ochomiles, siempre con la ética de agredir a la montaña lo menos posible.
¿No te gustaría hacer alguna ascensión diferente, por una nueva ruta o algo que no se haya hecho nunca?
No lo descarto en un futuro, pero dentro de nuestras posibilidades. Lo que pasa es que prefiero hacerlo y luego explicarlo, y no hablar mucho antes de ir y luego no poder hacerlo.