HOY SE CUMPLEN 38 AÑOS

El Everest en solitario y sin oxígeno de Reinhold Messner

Un 20 de agosto de 1980 Reinhold Messner alcanzaba en solitario y sin oxígeno la cima del Everest. Aquella ascensión debía haber representado un punto de inflexión en el himalayismo: “pensaba que en el futuro, en diez años, nadie más subiría al Everest o al K2 empleando oxígeno…” Han pasado 38 años y la realidad es muy distinta a la imaginada por Messner. La temporada pasada hubo 807 cimas, todas con oxígeno.

Reinhold Messner en la reciente International Mountaineering Summit 2012.  (© Darío Rodríguez/DESNIVEL)
Reinhold Messner
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El Everest cuenta, según los datos del documentalista Eberhard Jurgalski, con 8.305 ascensiones (el número de personas que lo ha ascendido es menor porque hay alpinistas que lo han ascendido en varias ocasiones).

La temporada pasada, según los datos del Himalayan Database, 807 personas alcanzaron su cima, todas con oxígeno. De las cerca de 8.500 ascensiones con cuenta el Everest poco más de 200 se han realizado sin oxígeno.

Es evidente que el sueño de Messner –“pensaba que en el futuro, en diez años, nadie más subiría al Everest o al K2 empleando oxígeno…”– no se ha cumplido. Por eso es importante, recordar ese 20 de agosto de 1980 en que Messner alcanzó la cima del Everest en solitario y sin oxígeno.  

El Everest sin oxígeno y en solitario de Reinhold Messner

Hoy, cuando algunos hablan de ascensiones en solitario en ochomiles equipados con cuerdas fijas y otras expediciones en la montaña, esta ascensión de Messner refleja lo que es realmente una ascensión en solitario a una gran montaña en estilo puro: un alpinista que se encuentra totalmente solo en la montaña.

Antes de su ascensión, no había instalado ningún campamento.
 Y la realizó en el monzón, una época en que era practicamente seguro que iba a estar solo en la montaña.

Messner eligió la cara norte, ascendió por la arista noroeste desde donde cruzó por encima del collado norte al corredor Norton, siendo la primera persona que seguía esta variante para alcanzar la cima. La decisión de dejar la arista noroeste para seguir esta ruta la tomó sobre la marcha en vista de las condiciones en que se encontraba la montaña.

Era la segunda vez que ascendía el Everest sin oxígeno pues había alcanzando la cima en este estilo con Peter Habeler -el 8 de mayo de 1978- siguiendo la arista sureste, convirtiéndose en los primeros que lo lograban. Hasta aquel momento muchas personas, incluso médicos y científicos, consideraban que era algo imposible para el ser humano.

Queremos recordar aquella ascensión de Messner al Everest en solitario y sin oxígeno, que tuvo lugar hace 38 años, a través de las palabras del propio Reinhold Messner tomadas de sus libros Mi vida al límite y Vida de un superviviente.

El Everest hoy en día: personas que dejan todo en mano de los sherpas

Hace más de sesenta años que Edmund Hillary holló por primera vez la cumbre del Everest. Me contó que, para él, el regreso había sido más importante que la ascensión. Desde entonces, la montaña más alta del mundo pasó a ser algo distinto a lo que era, y cada vez tiene menos secretos para nosotros. A pesar de ello, todos los años se convierte en una meta para más personas.

Personas que no siguen reglamento alguno y que dejan todo en manos de los sherpas. Al contrario que Hillary, no tienen mensaje que anunciar, tan solo que han «hecho cumbre». Como si allí arriba lucharan a la vez por ellos y contra ellos. Contra la renuncia. Por un ideal. Por resistir. Como si su ascensión no fuera un fin en sí mismo.

«Cuando conseguí subir el Everest sin oxígeno, quedó claro que se podían escalar todos los picos del mundo a mi estilo, con poco equipo, con escasos medios, con una exposición absoluta y mayor riesgo, dando por supuestas mucha experiencia y rapidez»

Cuando en aquella época estaba con otros alpinistas, no hablaba de mis proyectos. Sabía que las ideas perdían fuerza si se divulgaban. Pero los tabúes solo se pueden romper con la perseverancia. Yo debía familiarizarme con el planteamiento del problema para interiorizarlo, examinarlo de antemano y poder resolverlo in situ.

Precisamente así me preparé para mi siguiente gran objetivo: el Everest en solitario. En el verano de 1980 quería dar ese último paso, subir a la montaña más alta de la Tierra durante el monzón, por una vía nueva y en solitario. Y, naturalmente, sin oxígeno. También sin ayudante alguno.

Si podía pensar en ese último objetivo sin que se me considerara de antemano un loco era solo porque antes ya había roto una serie de tabúes. Sabía lo que me esperaba ahí arriba y me figuraba que nadie querría compartir mi pretensión. El problema que tenía era la duración de la expedición, la soledad en la montaña y también la fatiga, pues todo debía hacerlo yo solo.

Pero la energía que había acumulado en mis dos años de preparación, junto a la paciencia de saber esperar el momento adecuado, me llevaron a superar todas las crisis. Tras caerme en una grieta del glaciar, estar solo me dio la fuerza de anular toda mi mezquindad, de sacudirme de encima la soledad y de soportar el hecho de estar expuesto. Todos mis sentidos se centraban en un objetivo. Casi nada me ligaba ya a la tierra que había dejado allá abajo.

Cuando alcancé la cima, el orgullo y el tabú se perdieron en un agotamiento infinito.

Regresé a mi vida y el viaje de vuelta me pareció una especie de renacer. Saber que ya no podía hacer más fue una especie de liberación.

El instrumento más importante del escalador en libre es la creatividad y no el cuerpo.

Entre el cielo y la tierra, allí donde el ciudadano corriente no es capaz de moverse por carecer de entrenamiento, se manifiesta en nosotros no solo un comportamiento simiesco, sino también creatividad… Lo que nos hace creativos es el ingenio que surge de la escasez de medios. Y es eso lo que ha hecho avanzar al hombre, pues en las situaciones de peligro nos superamos a nosotros mismos. Nuestra civilización nos despoja lentamente de fuerza y destreza. El hombre civilizado, con todas sus máquinas, es muy superior al hombre de aventura cuando se trata de la vida cotidiana, pero los que deben apañárselas sin todos esos medios siguen siendo capaces de sobrevivir cuando fallan todas las ayudas técnicas. La autoconfianza tiene que ver, en definitiva, con la capacidad de sobrevivir. Cuanto más dependemos de las ayudas técnicas, menos vale nuestra autoconfianza.

Nunca antes había temido que el alpinismo pudiera ser desplazado por el turismo.

Convencido de que el alpinismo únicamente evolucionaría si renunciaba a ayudas técnicas para la ascensión, no pensé que el alpinismo clásico se convertiría por un lado en un deporte (la escalada en rocódromos) y por otro en turismo (por ejemplo, las ascensiones comerciales al Everest).

A principios del milenio yo pensaba que en el futuro, en diez años, nadie más subiría al Everest o al K2 empleando oxígeno, y que se haría solo con los propios pulmones y confiando en las propias fuerzas.

Estaba seguro de que el alpinismo en el Himalaya se seguiría desarrollando, que alguien subiría por la cara sur del Lhotse, bajaría hasta el Collado Sur y a continuación pisaría la cumbre del Everest. Entonces algo así parecía increíble, pero yo pensaba que en cosa de diez años alguien lo lograría.

¡Cómo me equivoqué! Hoy, la mayoría de los que aspiran a subir al Everest llegan allí en expediciones comerciales que les suben al techo del mundo por una vía completamente preparada. No es ninguna catástrofe, pero es una pena que muchos regresen con la altanería de creerse alpinistas de excepción por el mero hecho de haber subido a la cumbre.

Su autoestima se la deben a los pioneros y a los sherpas. Yo abogué desde el principio por la idea de poner la montaña en el centro de nuestros esfuerzos, junto al valor que tiene como lugar salvaje. Tiene valor proteger su magia. El potencial de las montañas reside en su grandeza, su peligro, su superioridad. Nos obligan a los hombres a aprender a someternos, a volvernos creativos, a saber estar solos, a esperar, a buscar otros caminos, a controlar nuestra arrogancia cuando nos enfrentamos a la naturaleza. Solo con ese enfoque es como puede crecer la autoconfianza en nosotros mismos y garantizarse a la larga la conservación del mundo de la montaña.

Comentarios
22 comentarios
  1. Quiero recordar aquí que el holandés Wim Hof logró subir hasta los 6700 metros del Everest en bañador y botas, con el cuerpo expuesto y sin seguir ningún proceso de aclimatación sino con una forma de respirar que propone él. También ha llevado a dos grupos de 20 personas a quienes enseñó su método, personas que no estaban físicamente especialmente entrenadas, a subir al Kilimanjaro en 2 días, sin aclimatación. Hay amplia información, de hecho tiene varios récord Guinness a los que los montañéros debemos prestar atención pues le permiten frontal a él y a personas entrenadas el frío gélido sin problemas. También ha corrido media maratón descalzo y en bañador por el Círculo Polar Ártico con temperaturas de menos 20 grados

  2. Mi comentario no tenia intencion de resucitar polemicas, he usado el ejemplo de KJ porque creo que lo que propone esta a la altura de las cosas que hizo Messner. Siempre espero que aparezca otro ultra-trail que intente lo mismo. El alpinismo debe ser como el atletismo, muchas disciplinas para saber quien es el mas rapido, el que mas salta, etc.. Y al parecer el reccord que tiene mas prestigio 100m/Bolt. Asi que a seguir intentandolo, eh Kill?


 

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