«¿Qué idea me formaría de mí mismo y de mis compatriotas si un día llegara a mis oídos la noticia de que unos alpinistas extranjeros habían tremolado con sus personas la bandera de su patria sobre la cumbre virgen del Naranjo de Bulnes, en España, en Asturias y en mi cazadero favorito de robezos?». Así explicaba Don Pedro Pidal los motivos que le lanzaron –unto con Gregorio Pérez El Cainejo– a realizar la primera ascensión del Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu. Una mezcla de patriotismo, espíritu deportivo… y también de inconsciencia, locura, desconocimiento, valentía, confianza, agilidad…

Fue, además, una escalada que unió en una cordada a dos mundos absolutamente distintos, a dos clases sociales: a un noble –Don Pedro Pidal y Bernardo de Quirós, Marqués de Villaviciosa de Asturias y Grande de España– con un humilde pastor de una aldea (Caín) perdida y pobre de los Picos de Europa: Gregorio Pérez El Cainejo.
Una ruta con pasos de V, posiblemente incluso V+
Lo más increíble es que ascendieron al Naranjo de Bulnes por una ruta muy difícil, que cuenta con varios pasos de V (en alguna guía incluso se gradúa algún paso como V+; escaladores con mucha experiencia en los Picos de Europa, como Salvador Muñoz, consideran que tiene dos pasos de V+).
Una escalada muy comprometida si se tiene en cuenta los conocimientos y técnicas de escalada de que disponían: una simple cuerda de cáñamo. No tenían pitones, ni conocían la técnica del rápel… Sus maniobras técnicas se limitaban a aquellos movimientos simples e intuitivos que se pueden hacer ayudados de una cuerda: asegurar de una manera muy básica (empotrándose como podía y si se podía) el primero de cordada (El Cainejo) mientras el segundo, Don Pedro Pidal, ascendía. Ayudar Don Pedro Pidal al Cainejo con algún paso de hombros… y poco más. Hoy en día la ruta cuenta con alrededor de quince clavos y se protege también con fisureros.
El descenso por la misma ruta…, un logro aún más increíble
Quizás fue suerte, quizás fue la extrema destreza de El Cainejo en la roca y el conocimiento de algunas técnicas de la escalada por parte de Don Pedro Pidal, lo que les permitió sobrevivir tanto a la ascensión como, sobre todo, al descenso por la misma ruta.
Porque si la escalada fue comprometida, arriesgada, adelantada para la época, el descenso, sin clavos, sin conocimiento de la técnica del rapel, fue un logro aún más difícil que el propio ascenso. El sistema que siguieron fue tan simple e intuitivo como el seguido en el ascenso: El Cainejo aseguraba el descenso de Don Pedro con la cuerda de cáñamo y luego destrepaba.
«¡Dios mío, cómo habré subido yo por aquí»
Hubo dos puntos en los que utilizaron toda su creatividad y posiblemente alguno de los conocimientos adquiridos por el Marqués durante su reciente escalada nada menos que al Dru, en los Alpes.
«¡Dios mío, cómo habré subido yo por aquí«, dijo El Cainejo según descendían en el primer punto en el que le resultó imposible destrepar. «¡Espere allí y haga lo que yo le diga!», le contestó el Marqués quien le explicó que empotrara una piedra en una grieta y que atara a ella la cuerda…
Así, en la hoy conocida como Panza de Burra, sino «inventaron» el empotrador, al menos, posiblemente, fueron los primeros en utilizarlo en nuestro país: ataron la cuerda de cáñamo a un bloque y El Cainejo bajó colgado de ella. Luego la cortaron lo más arriba que pudieron y siguieron destrepando hasta otro punto donde la usaron empotrándola en doble para poder recuperarla.
«La hicieron ‘a huevo’ y luego destreparon con el mismo sistema»
Terminaron el descenso por un lugar que un gran conocedor del Naranjo, como Isidoro Rodríguez Cubillas, autor de «Naranjo de Bulnes, un siglo de escaladas», no tiene totalmente claro, hasta el punto que quiere regresar, una vez más, a esta ruta que ha escalado en al menos diez ocasiones, para encontrar este punto por el que El Cainejo y el Marqués terminaron su descenso. Isidoro resume así aquella escalada: «La hicieron ‘a huevo’ y luego destreparon con el mismo sistema».
Fue, en definitiva, una escalada totalmente adelantada para su época, no solo por el objetivo (una montaña tan «inexpugnable» y vertical como el Picu Urriellu), sino también por la dificultad de la ruta que siguieron para su ascenso y por el compromiso de su descenso.
Quien repita hoy aquella escalada se preguntará cómo aquellos dos hombres, «armados» con una simple cuerda de cáñamo, consiguieron ascender y descender indemnes de la cima del Naranjo. Además, el horario que hicieron es muy similar al que una cordada normal de hoy en día tardaría en realizar la ruta. Y eso que aquella mañana partieron de la Majada de Camburero (a más de una hora de la base de la pared) y antes de iniciar la escalada ascendieron a la Morra de Carnizoso para estudiar el itinerario. De noche, ayudados por una pastora que encontraron en el lugar, ya estaban de regreso en la Majada.
El propio Cainejo intentaría repetir la vía posteriormente sin conseguirlo (posiblemente no debido a él sino al nivel de sus acompañantes, en una ocasión el propio Fontán de Negrin).
Una ruta que permanece anónima hasta su cincuentenario
Sí que se sabe que la ruta fue repetida por Víctor Martínez, pero este pastor y guía de montaña no hacía croquis de las rutas por las que ascendía, por lo que permaneció anónima hasta la inauguración del Refugio Urriellu, que tuvo lugar en el cincuentenario de aquella primera escalada. Julián Delgado Úbeda, presidente de la FEDME y arquitecto, fue quien diseñó el refugio; el «jefe de obra» era uno de los escaladores más fuertes de la época: Teógenes Díaz. A la inauguración acudió otro personaje muy relevante, Enrique Herreros, dibujante, escritor, representante de grandes artistas de la época –como la misma Sara Montiel–, amante de la montaña… Enrique tenía gran interés en repetir aquella primera ruta del Naranjo de Bulnes y la realizó junto con Teógenes Díaz y un chaval que trabajaba en la obra, David Sadia, natural de Caín. Una vez más había un Cainejo en la cordada. Un Cainejo que, menos en la parte final de la ruta, escaló en cabeza de la cordada, pues Teógenes escaló en medio para asegurar lo mejor posible a Enrique Herreros, que no era un escalador tan fuerte como ellos. Como anécdota, mientras estuvo en la obra, Teógenes Díaz aprovechó los ratos libres de que dispuso para marchar a escalar en El Naranjo y sus alrededores…
El Naranjo de Bulnes 110 años después
Hoy el Naranjo de Bulnes cuenta con más de ochenta itinerarios (entre los que contamos las variantes) y sIgue siendo la pared más emblemática de nuestra geografía, esa montaña con la que se siguen midiendo las distintas generaciones de escaladores de nuestro país. Si en una época fue su «simple» ascensión por la sur, luego llegó el reto de la primera escalada de la cara Oeste por Alberto Rabadá y Ernesto Navarro (agosto de 1962). Posteriormente la tragedia y los rescates intentando la primera invernal. Su primera invernal por la cara oeste (que convierte por primera vez una escalada en nuestro país en un «acontecimiento» público), por parte de César Pérez de Tudela, Pedro Antonio Ortega El Ardilla, Miguel Ángel Gallego El Murciano y José Ángel Lucas. Ha habido muchos retos en sus paredes, el último (2009) «Orbayu», abierta por los hermanos Pou, que hoy sigue centrando las miradas, últimamente con el primer intento de encadenamiento femenino por parte de Nina Caprez, quien ha conseguido encadenar los largos por separado aunque no la ruta…
El Naranjo sigue 110 años después sumando bellas historias de escalada. Sigue siendo esa montaña única, diferente, irrepetible en la que se une belleza del entorno, climatología nubosa, dificultad y el compromiso que cada cual quiera buscar.
En cualquier caso, sea cual sea el reto que busques en sus paredes, te recomendemos escales la Pidal/Cainejo, y antes o después de hacerlo, leas el relato de sus primeros ascensionistas. Y te los imagines. Te metas en la piel de estos hombres. Como nos dice Salvador Muñoz: «Te retrotraigas a la época, al material, a la incertidumbre que debían de sentir el Marqués y El Cainejo al ir ganando altura pensando en si serían capaces de bajar».