Fueron, finalmente, los alpinistas eslovenos Marko Prezelj y Boris Lorencic quienes se alzaron con el decimosexto Piolet d’Or, entregado en Grenoble el pasado viernes 26 de enero. Vieron así recompensada su nueva ruta, en estilo alpino, al virgen Pilar noroeste del Chomolhari. Un estético espolón de 1.950 metros sin ascensiones, que conduce directamente a la cima de este estético sietemil tibetano, cuya primera ascensión data de 1937.
Por su parte, el público escogió la actividad himalayística de Pavle Kozjek, por lo que hubo doblete esloveno en Grenoble. Pavle llevaba esta distinción por su nueva ruta en solitario en el Cho Oyu (8201 metros), abierta del tirón en menos de 15 horas por su cara suroeste. Nueva victoria para los blancos lobos solitarios.
Premios polémicos
¿Podrá este premio, no exento de polémica desde hace algún tiempo, mantener su prestigio? En 2005, llegaron las críticas del americano Steve House por el galardón al Jannu ruso; cuestiones de estilos, y de preferencias respecto a los mismos.
El propio House se llevó el Piolet del siguiente año, en una edición en la que Rolando Garibotti y Ermanno Salvaterra, candidatos, también mostraron su desaprobación, en el pasado, por el carácter de una distinción que enfrentaba a unos alpinistas con otros.
Y este año, el Grupo de Alta Montaña Francés, cofundador, cabeza visible y autoridad moral del premio, abandonaba como organizador, dejando todo en manos de la revista Montagnes Magazine, con la que reconocía discrepancias insalvables, y que tradicionalmente sólo se había ocupado de aspectos organizativos y de comunicación.
Nos quedamos con la declaración de Denis Urubko, ganador de la versión asiática del premio junto a Sergey Samoilov: «Soy feliz porque escalo por deporte».
Una seria actividad

«Una gran montaña y una escalada interesante» fueron las primeras palabras que Marko Prezelj emitió sobre el Chomolhari. Fascinados por su esbelto Pilar noroeste, se lanzaron a la aventura de su apertura, acompañados en todo momento por un insistente viento. Soportando la tormenta de cristales arrojados (más que caídos), fueron haciéndose con su joya de M6+ (¿tal vez M7?). Seis días de actividad y cumbre el 16 de octubre, plantando sólo tres vivacs debido a las condiciones del lugar.
La ventisca y la victoria llevaron al descenso, realizado por la ruta de ascenso debido a la alta exposición de la arista sur, su primera opción. Aprovecharon sus propios refugios y finalizaron esta «escalada seria en general, en la que la logística y la improvisación táctica fueron probablemente más importantes que los propios, y difíciles, movimientos». Una actividad digna de todo un Piolet d’Or.
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