
El «buen estilo» sí obtuvo el pasado 10 de enero en Grenoble (Francia) el reconocimiento por parte del jurado del prestigioso Piolet d’Or. No sólo porque la mejor actividad internacional del 2005 para el jurado (presidido por Stephen Venables) haya sido la nueva vía que Steve House y Vince Anderson abrieron la pasada primavera en la Pared de Rupal del Nanga Parbat (4.100m, WI4 M5, 5.9), sino porque era un denominador común en el sexteto de actividades candidatas, que por cierto se quedaron en cinco desde mediados de enero.
Esa es la otra historia de la presente edición de un Piolet d’Or ensombrecido por la reciente desaparición de Jean Christophe Lafaille (candidato un año antes por su Shisha Pangma en solitario de diciembre 2004), al quien se rindió un emotivo homenaje. Por carta, Ermanno Salvaterra, Rolando Garibotti y Alessandro Beltrami pidieron el pasado 10 de enero al jurado del premio que su actividad en el Cerro Torre (primera ascensión de la vía que en 1959 Maestri y Fava reclamaron como primera absoluta de la aguja patagónica) fuera excluida de las nominadas. Una misiva que reproducimos a continuación, traducida al castellano.
El arca de los vientos, retirada

Aunque coincidentes en su objetivo, sacar esta ascensión al Torre del premio, sus argumentos para ello son muy diferentes a los esgrimidos por el propio Maestri (a través de sus abogados) a la hora de reclamar que El arca de los vientos no se considerara una nueva vía, y que igualmente fuera excluida del sexteto aspirante al Piolet.
Ésta es, efectivamente otra historia, que nada tiene que ver con premios y el Piolet de oro francés. Se trata de una polémica distinta, y de alguna forma latente desde 1959. Una historia que próximamente trataremos de forma más amplia en estas páginas digitales. Ahora, lo que toca es felicitar a Steve House y Vince Anderson por el galardón; su actividad, sin duda, lo merece.
Carta de Salvaterra, Garobotti y Beltrami al Comité organizador del Piolet d’Or
A Manu Rivau y al Comité Organizador del Piolet d’Or, 10/01/2006

Gracias por su invitación para asistir a la ceremonia de la entrega del premio el Piolet d’Or; me gustaría hacerle saber que ni Alessandro Beltrami, ni Ermanno Salvaterra ni yo asistiremos, y agradeceríamos si nuestra escalada al Cerro Torre es retirada de la lista de nominados.
Tuvimos mucha suerte al culminar nuestro intento de escalar el Cerro Torre. Estamos muy contentos con nuestra hazaña, y apreciamos los comentarios tan positivos que hemos recibido de nuestros colegas, pero nuestro interés y motivación para la escalada radicaban en la calidad de la propia experiencia. Esa era la esencia de la actividad, y la que más nos interesaba.
Un premio como el Piolet d’Or intenta cuantificar esta esencia, así como juzgar la calidad de la experiencia. Debido a que, a diferencia del atletismo u otros deportes, el alpinismo se practica sin principios gobernantes bien definidos, cualquier intento de evaluar la calidad de una ascensión frente a la de otra es, necesariamente, muy subjetivo. Es como comparar diferentes frutas ¿ Cómo puede haber algún valor real en un juicio tan subjetivo? ¿Cómo juzgar conceptos tan elusivos como la elegancia o la imaginación?
La «jerarquía alpinista» -federaciones oficiales y escaladores patrocinados-, parece beneficiarse de eventos como éste. Un gran premio eleva la imagen pública de la actividad, y confirma su «raison d»etre», justificando dinero recibido y gastado. Pero para la mayoría, montañeros aficionados, los beneficios son difíciles de localizar, quizá no existan. ¿Qué validación podría uno necesitar después de una experiencia orgánica que ya ha ganado?
Piolet de debate

De todos modos, es verdad que el debate entre ética y estilo que el Piolet d’Or genera todos los años podría en algunos casos ser positivo, en otros decididamente negativo. Si el Piolet d’Or del año pasado sirve de ejemplo, el todopoderoso feedback negativo de los medios vinculados a los escaladores occidentales contra la victoria del equipo ruso rozó la xenofobia, desembocando n una confrontación que dividió a los escaladores, en lugar de acercarlos a un diálogo constructivo.
El premio en sí no ha conseguido identificar estándares claros sobre medio ambiente y escalada limpia, vacilando entre ascensiones que han degradado severamente el entorno de la montaña y otras que no lo han hecho
La ceremonia del Piolet d’Or proporciona una excelente oportunidad de reunión para los montañeros, compartir ideas e inspirarse unos a otros. Sin embargo, si esa fuera la intención real, el evento sería y debería ser modelado después de reuniones de escalada como la de Escocia o la de L»Argentière la Bessée, donde se comparten las cuerdas y no se entregan premio subjetivos.
Escribiendo sobre el Piolet d’Or de 2003, el montañero británico y editor de Mountain Info Lindsay Griffin» propuso » celebrar todas las nominaciones como buenas contribuciones al avance del montañismo». Esto yo creo que es la mejor alternativa, un festival de diversidad donde, porque todos participamos en el juego, todos ganemos. Un foro donde escaladores de las cuatro esquinas del globo puedan intercambiar lecciones aprendidas, compartir puntos de vista y experiencias. Hasta que eso suceda, nosotros preferimos mantenernos al margen de este evento.
Rolando Garibotti