EN LAS ROCOSAS CANDIENSES

Gran vía mixta de Luka Lindic y Marc-Andre Leclerc en el Mt. Tuzo

El esloveno y el canadiense se encordaron para abrir la Lindic-Leclerc (1.100 m, M7+, WI6+ R) en la cara noreste de esta montaña de las Rocosas Canadienses. Necesitaron dos vivacs para culminar su aventura.

Marc-Andre Leclerc y Luka Lindic en la cima del Mt. Tuzo tras escalar la Lindic-Leclerc (Rocosas Canadienses)  (Col. M-A. Leclerc)
Marc-Andre Leclerc y Luka Lindic en la cima del Mt. Tuzo tras escalar la Lindic-Leclerc (Rocosas Canadienses)
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El objetivo de Marc-Andre Leclerc y Luka Lindic en las Montañas Rocosas Canadienses era la cara este del Mt. Fay, pero el riesgo de avalanchas y el azar los llevó hasta el Mt.Tuzo. La historia sobre cómo fue ese cambio de objetivo no tiene desperdicio: Antes de esquiar hasta la base del Fay, los dos alpinistas habían dejado un depósito con comida, gas y el teléfono móvil de Leclerc en el lago Moraine. Cuando bajaron con la idea de ir a otra vertiente, vieron que ese depósito había desaparecido, robado por un zorro, cuyas huellas siguieron con la esperanza de recuperar el carburante y el teléfono.

Fue así como llegaron al valle de Ten Peaks, sin apenas comida, y allí quedaron impresionados por una «increíble línea que corría por el centro de la cara noreste del Tuzo, enlazando chimeneas e improbables formaciones de hielo», explica Marc-Andre Leclerc. Desde la base, estimaron que la pared debía tener unos 700 metros. Esa altura les dio pie a pensar que podrían escalarla en el día y decidieron ir a por ella. «Por suerte, decidimos empezar a escalar con el material de vivac, ya que eran las doce del mediodía».

Dos vivacs y dura escalada mixta

Según cuentan los propios aperturistas, «los dos primeros largos escalaban un terreno moderado de mixto y hielo con alejes, hasta una reunión colgada en roca muy mala». Marc-Andre Leclerc llegó primero hasta allí en artificial para montar un anclaje sólido y luego bajó para volver a escalar en libre una dificultad estimada de M6. «El resto del largo fue más fácil, aunque serio, y requirió cavar a través de grandes hongos de nieve colgantes y quitarlos, mientras escalábamos una chimenea desplomada sobre roca muy descompuesta«, describía el canadiense.

Por encima de este largo, penetraron en un espectacular couloir de chimenea, donde aprovecharon para cavar una plataforma y vivaquear esa noche. «Rápidamente nos dimos cuenta de que no habríamos tenido ninguna posibilidad de hacer la vía en el día, pues los largos inferiores ya habían demostrado ser serios y llevar tiempo, con mucho trabajo de limpiar hongos de nieve», apunta Marc-Andre Leclerc.

La primera tarea de la mañana para Luka Lindic fue cavar un túnel a través de una serie de hongos de nieve en la zona más estrecha del couloir para pasar por debajo de ellos y llegar a una sección de húmedo offwidth. A continuación, una profunda canal escondía un difícil largo de hielo, con una sección clave desplomada con hielo blanco de dos centímetros de espesor. Otros largos de hielo más asequible los llevaron hasta el headwall.

Allí, Luka Lindic se puso de primero de cordada para negociar el paño de roca en dos largos. «El segundo de ellos, de M7+, nos obligó a quitarnos los guantes y escalar con las manos desnudas hasta el final de la sección», señala Leclerc. La tarde llegaba a su fin, así que volvieron a tallar una pequeña repisa para pasar la noche sentados y duchados por frecuentes purgas de nieve. «No fue duro continuar adelante por la mañana».

Un último largo de WI5 sobre un bonito pilar de hielo les llevó hasta el final del headwall, donde en lugar de ir a buscar la dura línea directa por hielo fino y terreno mixto sin comida ni apenas agua, buscaron un terreno más sencillo sobre nieve y hielo a la izquierda. El hecho de que la nieve no estuviese consolidada los retrasó y finalmente alcanzaron la arista somital a la una de la tarde de su tercer día de esfuerzos.

Para descender, eligieron el collado entre el Tuzo y el Deltaform, que les permitió un descenso relativamente fácil a base de abalakovs. A las cinco de la tarde ya estaban sobre sus esquís y las 21:30 horas llegaban hambrientos al coche.


 

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