3 de julio de 2008. Precisamente a las 9 horas y 20 minutos tres italianos, Karl Unterkircher, Walter Nones y Simon Kehrer, llegaban a la cima del Chongra Peak, de 6.824 metros, por una nueva ruta abierta en su cresta oeste, firmando la segunda ascensión absoluta de la montaña y la primera en estilo alpino.

En realidad, su intención era aclimatar para un posterior intento al Nanga Parbat (en cuyo macizo se levanta esta cima subsidiaria) por la vertiente Rakhiot, un muro que hizo ganarse al Nanga el sobrenombre de La montaña asesina, tras las tentativas fallidas y trágicas de los alemanes de 1934 y 1937, con 10 y 16 muertes respectivamente, amén de otros cuatro intentos menos cruentos.
Aunque a Kart, Walter y Simon se les ve bien pertrechados física y mentalmente para acometer el reto de abrir un nuevo itinerario en dicha pared. La del Chongra Peak es la segunda ascensión tras la japonesa protagonizada por Masahiko Kaizu, Kiyoshi Hara y Tamiya Takahashi, que abrían la pared oriental el 21 de agosto de 1971. Karl Unterkircher vivía por aquel entonces su primer año de vida.
Tampoco se han sucedido los ataques a su cima desde entonces más que en una ocasión, allá por 1988, cuando una expedición británica liderada por Thomas Middleton acababa retirándose sin alcanzar los más de 6.800 metros de la cima.
Mala roca, mala nieve

Los italianos establecían el campo base el 1 de julio, de donde salían portando solo los víveres necesarios para resistir un par de días y lo imprescindible para vivaquear durante la ascensión. «Habíamos pensado separarnos para encontrar la mejor ruta posible, pero finalmente subimos a cinco metros unos de otros, sin vernos, debido a una ventisca», Unterkircher dixit. Pronto se encontraron con una roca criminal y sufrieron lo suyo para reunirse al final de una arista a 5.700 metros, en un campo de nieve donde decidieron hacer noche.
El 2 de julio se levantó caluroso y si la jornada anterior habían tenido que bregar con una roca precaria, ahora sería la nieve la que pondría en peligro su evolución por la vertiente oeste del Chongra Peak. «Tras dos rampas empinadas», sigue Unterkircher, «la nieve se mostraba tan peligrosa que nos impidió continuar la marcha desde el mediodía, obligándonos a vivaquear en mitad de la pared que da acceso a la cumbre, en una cresta muy expuesta». Se quedaban a 6.400 metros.
Al día siguiente, a pesar de las que no pudieran disfrutar de las mejores condiciones (algo que tampoco les ofrecerá el Nanga Parbat), su escalada fue ganando terreno a la cima. Los tres miembros del equipo llegan a mirarse exhaustos desde los agujeros de nieve en los que se van hundiendo. Primero las rodillas, luego la cadera, intentando escapar de sus blancas trincheras. Alcanzarían, realmente cansados, el último resalto rocoso antes de la cumbre, que superaron sin problemas, para en el punto máximo disfrutar de una vista que «fue impresionante». Permanecieron una hora arriba, hechizados por el paisaje, hasta que iniciaron un descenso hasta el CB de 3.000 metros, por la cara sur.