Carlos Soria parte esta mañana al Shisha Pangma (8.013 m) uno de los tres ochomiles que le quedan para ser la persona de más edad que consigue alcanzar la cima de las catorce montañas más altas de la Tierra. El terreno al que se enfrentará no es excesivamente complicado, pero la operación de menisco a la que se sometió en julio hace semanas que le ronda en forma de molestias. Ha pasado el verano recuperándose de la operación de menisco y entrenando en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sierra Nevada. La rodilla le sigue molestando «Me duele bastante pero cada vez menos. Subiendo no me duele, solo bajando…»
“Si acabó los 14 ochomiles estaré encantado. Si no, me da igual. Estoy feliz con la vida que he hecho como alpinista”. Carlos le resta importancia al hito de cerrar la lista y confiesa que es posible que no lo logre: “Las montañas que me quedan -el Annapurna y el Dhaulagiri, que atacará en primavera- son muy complicadas y yo soy muy mayor. No hay muchas posibilidades de que los acabe, pero puede ser”.
“Todavía me encuentro bien para estar haciendo las montañas que hago»
Al Shisha Pangma viaja con tres cuartos de siglo cumplidos y cuando emprenda los próximos retos ya habrá celebrado su siguiente aniversario. “Me asusta un poco ir con 76 años. Ya se me podría poner la cabeza de 76, pero todavía no se me ha puesto”. Esto es lo que cuenta por una lado. Por el otro, habla así: “Todavía me encuentro bien para estar haciendo las montañas que hago por la vía normal. Me gustaría hacer cosas más complicadas, como escalada de dificultad, pero ahora no es el momento”.
La gestión del riesgo le lleva a recordar los avances que han cambiado el alpinismo desde que él empezó a practicarlo, entre ellos la información meteorológica, que antes era escasa y ahora circula en flujo diario. El Carlos Soria de los primeros años tenía que predecir las ventanas de buen tiempo y el de hoy se sabe “conectado con el mundo” y con el parte en cualquier campamento. “He tenido la suerte de conocer cosas muy distintas y eso es un bagaje fantástico”.
En su nueva tienda entra de pie para alegría de su espalda y sus rodillas.
Ahora tiene «una cama en el campo base que se levanta solo dos palmos del suelo y que pesa casi menos que una colchoneta”, una “maravilla” que le permite estar más cómodo y que se une a su nueva tienda en la que entra “prácticamente de pie” para alegría de su espalda y sus rodillas. No obstante, los años de experiencia también han creado un filtro interesante en el que quedan atrapadas algunas novedades innecesarias.
«Tengo una amiga fotógrafa que vino conmigo al K2, fuimos a comprar ropa y me pregunto que qué se llevaba. Le dije: Lo que más te guste o lo que mejor te siente, no te compliques más la vida. Y es verdad, con lo que uno vaya más a gusto”. Moraleja que saca Carlos: “la gente de hoy se vuelve loca con las fibras”.
«Aquí se desayuna a las ocho y se come a las doce”.
También le preguntamos por los fallos que suelen cometer los alpinistas y él destaca los horarios y la disciplina. Cree que es imprescindible salir temprano de un campamento para llegar al siguiente a buena hora con tiempo suficiente de descansar y hacer agua. «Ahora que tengo mi expedición les digo: aquí se desayuna a las ocho y se come a las doce”. Y jura que no falta plato ni comensal a la hora marcada.
«Cada día hay mas gente que miente»
Otro tema sobre el que nos habla es el de las medias verdades alrededor de la montaña, como las fotos de cumbre que no se pudieron hacer o negar que una expedición pequeña se haya apoyado en las cuerdas fijas de otro grupo más grande. Queda para el final el principal consejo: “Siempre hay que guardar fuerza para bajar y no tener problemas. Mucha gente solo piensan llegar a la cumbre y nada más. Eso está muy bien, pero la vida es muy bonita”.