EXPLORANDO

Alex Huber relata su solo integral al Grand Capucin.

Alex Huber nos cuenta en primera persona su ascensión en solo integral al Grand Capucin. 400 metros sin cuerda por la Directa suiza dan para una tempestad de sensaciones: estas fueron las del alemán.

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Alex Huber, un pájaro en los Alpes.- Foto: Heinz ZakAlex Huber, un pájaro en los Alpes.- Foto: Heinz Zak

En algún lugar, en un mundo sin descanso.
Un escalador perdido en un interminable mar de granito. Un escalador sin cuerda. Para él es como ascender la montaña del mundo, pero en realidad solo es una pequeña mancha en la rueda de la vida, algo insignificante por sí mismo en el aparentemente infinito espacio ultraterrestre. Pero no importa cuán insignificante es la escalada: es el amor por la escalada y la propia misión que te has impuesto lo que te lleva a la cumbre.

Sólo unos instantes después de llegar al punto más alto de Grand Capucin, dos pájaros empiezan a juguetear cerca, demostrando lo cierto que es aquello que de las cumbres reúnen a los escaladores con las aves. Unos están allí para disfrutar de las vistas, otros para ver que hay de almorzar. Han escogido mal: no tengo nada conmigo. No tengo cuerda, ni comida, nada en absoluto…

Y ahora lo siento, porque no hay nada que ofrecerle a los pájaros. En consecuencia, pierden su interés después de algunos saltitos de reconocimiento. Dejan esta cumbre expuesta de manera tan fácil… Solo unos momentos más tarde desaparecen como dos pequeñas manchas en algunas nubes.

El Grand Capucin.- Foto: Heinz ZakEl Grand Capucin.- Foto: Heinz Zak

Con sus 3.838 metros Grand Capucin no es una de las montañas más altas del macizo del Montblanc. Por otro lado, esta torre de granito supone uno de los trayectos más duros de los Alpes y, por tanto, es un objetivo muy codiciado para los escaladores. Con el primer ascenso de su cara este en 1951, Walter Bonatti se adelantó a su tiempo. La ascensión y la alta calidad del granito hicieron del Grand Capucin un monolito famoso y popular. Llegar a esta cumbre ya expuesta por sí sola, sin una cuerda, sin el equipo de seguridad, era un gran desafío para mí.

Al comenzar de julio de 2008 fui a Gran Capucin con el fin de explorar las posibilidades que me ofrecía la libertad de ascender en solitario. Tras una primera escalada con el austríaco Werner Strittl, encontré una manera muy factible a lo largo de la ruta clásica Suiza con dificultades que no superaban el grado 6b (Fb)… Empecé a tomar conciencia de que aquel desafío no trataba solo de llegar a la cumbre, después había que bajar de allí.

Lógicamente empecé a estudiar los modos de los primeros ascencionistas. Sus itinerarios no tenían un descenso sencillo, lo que fue una gran sorpresa. Tuve que reclutar a Kurt Aster, de Tirol del Sur, para descubrir una solución: debía escalar hacia abajo la misma ruta por la que pretendía lograr el solo integral: la ruta de lo suizos.

Otra toma del alemán sobre el granito del Grand Capucin.- Foto: Heinz ZakOtra toma del alemán sobre el granito del Grand Capucin.- Foto: Heinz Zak

Sus 400 metros empiezan con un corredor no demasiado empinado al que siguen 300 metros de puro granito. Después de mi primer reconocimiento ya había memorizado los detalles de la ruta, y en particular todas las secciones duras. Pero todavía no era el momento adecuado. Quedaba mucha nieve en la montaña y se habían abierto algunas grietas. Debían llegar mejores condiciones…

Finalmente, el 5 de agosto todo parece perfecto. El tiempo es estable y, sobre todo, la ruta parece totalmente seca. Empiezo a las 10:00 horas y la escalada no me lleva más de 59 minutos. Sentado en la estrecha cumbre del Grand Capucin, me dejo embriagar por su exposición. Ya no es una exposición física, como la de la ascensión. Es menos directa, pero sigues igualmente expuesto a la naturaleza, a la montaña, al mundo. Perdido como una pequeña mancha en medio de la nada, habiendo dependido de mis propias habilidades para la escalada, de mi poder mental. La intensidad de la actividad me ha exigido una tremenda fuerza de voluntad, pero es exactamente lo que estaba buscando. Esta excelente aventura, estos momentos memorables, que solo puedo encontrar cuando voy a lugares a los que no va nadie más. He puesto todas mis habilidades en juego para escapar de esta zona prohibida.

El Grand Capucin no es otra cosa, una zona prohibida, rodeada de paredes verticales. Para las aves, abandonar su cumbre es lo más natural, para mí es el mayor obstáculo que está por venir. Los pájaros se han ido, estoy solo, por lo que cinco minutos después de llegar a la cumbre, inicio el descenso: lógicamente mucho más difícil. No puedes mantener una visión general ¡solo tienes ojos para ver tus pies! Luego esta el siempre necesario poder del vacio… esa misma succión que me ha hecho abandonar la cumbre para experimentar de nuevo en el mundo vertical. Este es el momento memorable, cuando tengo la sensación de perder la tierra firme debajo de mis pies… Pero pasa y pronto me encuentro plenamente centrado en cada movimiento. Agarre, agarre, un metro, otro metro. Sin mucho estrés, aproximádamente 1 hora y 46 minutos después estoy de vuelta en el corredor, que por suerte encuentro todavía bastante congelado, por lo que se convierte en un paseo fácil, en un regreso seguro.

Mientras vuelvo a casa pienso en que he devuelto a los pájaros sus cumbres del MontBlanc.

Alexander Huber

 

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