El 15 de junio finaliza el plazo para la presentación de originales

¡¡Presenta tu manuscrito al Premio Desnivel de Literatura!!

El 15 de junio termina el plazo de presentación de manuscritos. Es el momento de que os lancéis a la piscina igual que hace diez años hizo Eider Elizegi con su maravilloso libro que resultó ganador.

Premio Desnivel de Literatura de Montaña, Viajes y Aventuras 2020
Premio Desnivel de Literatura de Montaña, Viajes y Aventuras 2020
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Quedan pocos días para que termine el plazo para presentar las obras al Premio Desnivel. El 15 de junio se cierra la puerta para que el jurado se concentre en leer y releer todo lo que ha llegado. 

Descubrimos como cada edición que, cada libro se convierte en un interminable ir y venir de todo tipo de historias que contienen su pequeña vida personal. En cada manuscrito hay una excusa para una escena de montaña, de escalada, de aventura, donde los sentimientos más reales nos cuentan aspectos de sus protagonistas y, de principio a fin, nos dan un destino o un motivo para seguir adelante.

Por eso aún estamos deseando que os animéis a escribir, que nos lleguen vuestros viajes literarios, que nos den más motivos. 

Para poner en contexto la variedad y multitud de textos que han aterrizado y han ganado a lo largo de los años, hoy recordamos Mi Montaña, de Eider Elizegi ganador en 2010, y su segundo poético libro: El hilo gris. 


Mi montaña. Premio Desnivel de Literatura 2010 por Eider Elizegi. Ediciones Desnivel

Mi montaña

Durante el periplo de uno de sus capítulos vitales, Eider vivió cuatro meses en el refugio de Goûter en el Mont Blanc y, en ese espacio enclavado a 3.800 metros de altura, nació la esencia de Mi Montaña. Un bello texto que tiene la MONTAÑA, con mayúsculas, y las sensaciones que allí se viven, como protagonistas. Con agradables reminiscencias de Saint-Exupéry y Miriam García Pascual y que resultó ganador del Premio Desnivel de Literatura en 2010.  Según Edurne Pasabán, que era miembro del jurado:

«No es una historia de grandes montañas ni grandes aventuras, es una aventura íntima y cercana». 

Edurne Pasaban

A Eider Elizegi le apasiona la montaña. Como aventurera experimentada, a sus espaladas contaba con años de retos y ascensiones alrededor del mundo. Por eso, cuando le propusieron trabajar en el refugio de Mont Blanc, no lo dudó ni un momento, como ella misma cuenta:

 «Ansiaba más Montaña y buscaba una experiencia estática: quería subir a una Montaña sin tener que bajar de ella, y mirarla y mirarla bajo distintas circunstancias tanto exteriores como interiores. El verano anterior había estado con un amigo en Goûter y habíamos conocido a dos personas que trabajaban allí. Mantuve contacto con Frank y… contra todo pronóstico, al año siguiente Frank consiguió empleo para los dos en el refugio. Fue un imposible hecho realidad, y yo estaba encantada: de esa forma podría subirme hasta los 3.800 metros y quedarme allí 4 meses».

Eider Elizegi

Comenzaba entonces una aventura de los pequeños hitos cotidianos, con el día a día de las personas que pasaban por allí. Y esto es lo que cuenta en Mi Montaña las pequeñas historias vividas a 3800 metros de altura, destilando la poesía en las experiencias más remotas e inesperadas. 

Una historia de Montañas y personas, del valor de lo cotidiano y la poesía del día a día. Y cuando los días se repiten se acaban perdiendo las fechas del diario y no importa qué día es sino dónde estás y con quien. 

Para Eider una Montaña es un montón de cosas:

«Es algo muy grande e inerte que para existir no necesita de la conciencia de la propia existencia: una Montaña no necesita decir “yo”, ni tener una idea de lo que ella misma es. Además, es algo que existe dentro de una escala de tiempo extensa y dilatada, sin prisas, sin meta: es, sólo para ser. Y es también alguien que acepta el día y la noche, el sol y la nieve, las tormentas y los claros, sin resistirse a nada, dejándose estar y acogiendo tanto el frío como el calor. Y una Montaña es el escenario perfecto para alcanzar la más absoluta felicidad caminándola, corriéndola, pedaleándola, subiéndola, escalándola…»

Eider Elizegi

De esta Montaña nos habla en su historia, exprimiendo la belleza que centellea en las cosas pequeñas con esas palabras que para ella son «una lluvia involuntaria que se desprende del hecho de mirar».


El hilo gris

El hilo gris

Un año después de resultar ganadora del Premio Desnivel con Mi Montaña, Desnivel publicó otro bello proyecto de Eider, reinterpretando la roca con su cámara y sus textos en El hilo gris. Otro ejemplo de la particular mirada que tiene de las rocas que escala, reinterpretándolas con su cámara y con sus textos. Una mirada distinta, personal y sincera de su pasión por la naturaleza. Una invitación para mirar la roca con los ojos del corazón.

El hilo gris habla de rocas, manos, cuerdas y montañas, de la estética y la poesía de la escalada. 

«Escalar es inventarse escaleras y regalarse un paseo ascendente por un museo vertical de frescos pintados sobre roca. 

Es hilvanar un bordado en la piedra, impartir y al mismo tiempo recibir una clase magistral de Física, componer una canción filamentosa con muchos silencios intercalados.

Escalar es entablar un triálogo entre tú, tu compañero de cordada y la roca. 

Escalar es todo lo que tú quieras que sea escalar. Escalar es escalar, y nada más que escalar. 

Escalar es dejarse llevar por el hilo gris… ¿vienes?»

Eider Elizegi, El hilo gris

El hilo gris es un libro de imágenes y palabras enlazadas… donde la autora escribe sus sensaciones y emociones, sobre las rocas, los bolsillos de la pared donde se esconden preciados tesoros, el material técnico, la cordada… esta escritora-fotógrafa-escaladora nos hace viajar en imágenes y palabras por todos los detalles que podemos encontrar en las paredes desde esa micromirada que vive de lo pequeño. 

La principal curiosidad de las fotos radica en que están tomadas a un palmo de distancia de la roca, atrapan una ranura, un color… se centra en esos mínimos detalles que muchas ocasiones, escapan de nuestra atención. 

Y así cómo Eider va por la montaña, sin prisa, con la mirada despierta y el corazón dando brincos, nos lleva por esta experiencia visual y poética. 

«Reímos hilos de amistad que cosen nuestras carcajadas entre sí. Ponemos en común sensaciones. Pies descalzos. Nos compartimos. Bromeamos. Nos abrazamos, jugamos. Hacemos el amor. Respiramos la calma. Nos bañamos en ríos y pozas. Dormimos revueltos y acurrucados en un campamento furgonetero improvisado en cualquier cuneta. Y todo eso también sigue siendo escalar».

Eider Elizegi, El hilo gris

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