Libro imprescindible

«Vivir» de Élisabeth Revol. Su tragedia en el Nanga Parbat

Escalar en invierno y sin oxígeno el Nanga Parbat (8125 m) en un depurado estilo alpino es la preciosa ascensión que realizaron Élisabeth Revol y su compañero de cordada Tomasz Mackiewicz el día 25 de enero de 2018. Pero la alegría de haber conseguido un reto que llevaban tres años persiguiendo duró muy poco. En este libro Revol nos regala un relato honesto, de supervivencia, de dolor, de reflexión, de VIVIR.

Elisabeth Revol. Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat
Elisabeth Revol. Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat
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El Himalaya en invierno les fascinaba, representaba para ellos lo más hermoso de lo que es posible hacer en las montañas, la aventura más extrema y solitaria. Es la séptima vez que Tomek intenta la ascensión del Nanga Parbat, la cuarta para Élisabeth y su tercer intento juntos. Apenas llegados a la cumbre, Tomek sufre graves problemas físicos por el frío y la altura, además de ceguera de las nieves, por lo que Élisabeth empieza un descenso durísimo con la idea de salvar a su amigo y compañero de cordada y salvar su propia vida. 

En ese descenso, contado con todo detalle, de noche, sin frontal, por una vía que no conoce, sin ningún material —ni piolet, ni descensor, ni tornillos de hielo, ni cuerda…—, la autora y alpinista nos cuenta también su recorrido cuando con veinte años le atacó el virus de la escalada y ya no dejó de padecer como ella misma llama una verdadera «bulimia de las cumbres».

En su desesperado descenso se hace reiterativamente estas preguntas: «¿Por qué he vuelto este año? ¿Por qué hemos vuelto los dos al Nanga? ¿Escalamos en busca de un ideal?» y durante el proceso de escritura y de vuelta a la vida, se hace muchas otras, y surgen interesantes respuestas.

Élisabeth Revol, conocida por las ascensiones que ha logrado en estilo alpino que define como «Subir y bajar sin dejar rastro alguno de nuestro paso, sin ayuda exterior, ni oxígeno, en armonía con nuestra ética y nuestra filosofía de la montaña», formó parte durante dos años del equipo de jóvenes alpinistas de la Federación Francesa de Montañismo (FFCAM).

Abrió cinco itinerarios mixtos en Bolivia, en el macizo del Illampu. Descubrió los ochomiles en el glaciar de Baltoro, donde encadenó los Gasherbrum I y II en 52 horas 30 minutos sin pasar por el campo base. Abrió una nueva ruta en el Annapurna Este. A partir de 2013, se convirtió en una apasionada de los ochomiles invernales

Elisabeth Revol. Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat

Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat

Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat está contado con sencillez, huyendo de grandes gestas y narrativas gloriosas.

«Muchas veces me han reprochado, por cierto, que relato mis ascensiones de una manera demasiado simple. A veces, mis narraciones de montaña han llamado la atención por su cariz de normalidad que no me muestra como una superwoman.

Me mantengo muy al margen de los relatos de aventureros con capacidades ultrahumanas, que es la imagen que suele proyectarse desde los inicios del alpinismo.

En resumidas cuentas, me siento distanciada de esa narrativa propia de las “estrellas del alpinismo”. Pero es que, en realidad, la mayor parte de esas historias épicas no se corresponden con lo que yo he vivido a 8000 metros de altitud».

Una historia de desesperación, frustración, culpa y en medio de todo su cuerpo que resiste casi sin proponérselo con la esperanza de que, si ella lo consigue, también podrá salvar a Tomek igual que a ella consiguen ayudarla en una extraordinaria operación de rescate de la que se hizo eco el mundo entero. 

Elisabeth Revol. Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat

Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat


Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat es un relato de supervivencia que recuerda a Tocando el vacío, o Cita con la cumbre, en el sentido de que está maravillosamente escrito, de que muestra la fragilidad de la vida y la fortaleza de algunas mentes y cuerpos, de que es honesto, íntimo para hacernos llegar ese dolor, esa dificultad para vivir cuando un amigo no lo consigue, esa dificultad para convivir con la culpa y el juicio

«Hoy, me siento responsable por no haber visto y comprendido en qué estado se hallaba Tom en el momento de dejarle. Por haberme ocultado a mí misma la realidad».

Escribir Vivir. Mi tragedia en el Nanga Parbat para Élisabeth Revol ha sido una liberación, le ha dado ligereza poder contar su propio relato, explicar con sus propias palabras su recorrido, sus convicciones, todo aquello que no figura en los artículos de prensa ni se habla entre cervezas y que sin embargo es su realidad y la de Tomek, lo que ellos vivieron en el Nanga. Una especie de ritual salvador donde afronta sus recuerdos, su terror, su inmenso dolor, el desgarro de haber sobrevivido, sola, en un conmovedor homenaje a su amigo.  

Y en medio de todo la Vida, la belleza, la posibilidad, la amistad, la esperanza, esa búsqueda del brillo y la autenticidad: 

«Estoy convencida de que el alpinismo me permite vivir mejor en sociedad. Para mí, la vida en el llano es a veces una pesada carga. En cierto sentido soy tal vez asocial o antisocial. En todo caso, las bocanadas de oxígeno que atesoro en las montañas son las que distienden mi relación cotidiana con el mundo. Es mi punto de equilibrio. La huida de lo cotidiano. La huida del modelo social, de la disposición confortable y rutinaria de una vida, que limitaría demasiado mis aspiraciones físicas, espirituales, mis deseos de libertad. Y el deseo de vivir mis propias experiencias, de crearme mi propia opinión. 

Cada vez me escapo más de esa sociedad que querría decidir por mí. Sé que las respuestas están en mi interior. Marcho a las grandes altitudes para vivir de forma auténtica. Cuando se sabe que los riesgos existen, cuando se afrontan, uno vive intensamente, y descendemos amando la vida todavía más. En las expediciones, mi vida es intensa, incandescente, infinitamente más intensa que cualquier momento en el valle. 

Cuando estoy en las montañas no intento «tutear a la muerte», según la expresión que suele utilizarse. No voy buscando el peligro. Mi objetivo preferido es siempre volver a bajar y no arriesgarme. Voy para encontrar el placer de la vida, para dirigirme hacia lo desconocido, a los lugares donde mis ojos brillan y me siento plenamente yo». 

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