La huella de Ángel Landa (Vizcaya, 1935) seguirá viva en las importantes ascensiones que realizó por las montañas de dentro y fuera de España, sobre todo en los años 50, 60 y 70. Muchas de estas escaladas las realizó con el también vizcaíno Pedro Udaondo (fallecido en 2007), con quien protagonizó la primera invernal al Urriello por la vía Régil, en marzo de 1956, con una cuerda de cáñamo de 100 metros prestada por un amigo, según cuentan los anales. En esos años la cordada Landa-Udaondo marcó una época en Picos de Europa, creando las que se convertirían en grandes clásicas como la Canal del Pájaro Negro a Torre Santa (1958) o la Sur de los Horcados Rojos junto a José María Régil (1958), y protagonizando también destacadas invernales como la primera invernal de la Sur Directa a Torre Santa (1961), entre otras.
Ángel también realizó una actividad importante en Pirineos, con ascensiones como la primera invernal de la norte del Taillón, la primera por la sur directa a la aguja de Serradets o la noroeste del cilindro del Marboré.
Las montañas de los Alpes tuvieron un papel relevante en su trayectoria, sintiéndose atraído especialmente por las rutas de Bonatti. En 1961, de nuevo con Udaondo, realizó la primera nacional del Pilar Bonatti del Dru, y al año siguiente la primera nacional a la cara este del Capuccin, también por la vía Bonatti. Durante esa década volvió casi cada año a estas montañas, donde también consiguió la primera invernal absoluta del corredor Gervasutti del Mont Blanc du Tacul con Ángel Vallejo en 1966, tras un intento precursor al Croz de las Jorasses, que aún no contaba con primera invernal.
Más allá de nuestras fronteras, fue el director técnico de la expedición vasca a la Cordillera Blanca de 1967, en la que se lograron las primeras nacionales de montañas como el Atunrraju (5987 m) y el Uchurraju (5600 m). Algo más tarde, en 1974, dirigió la primera expedición española al Everest, conocida como la “Tximitst” por la empresa que les patrocinaba (Cegasa), en la que se quedaron a unos 350 metros de la cumbre por malas condiciones atmosféricas.
En una época en la que prácticamente no existían los grupos de rescate, los montañeros tenían un papel fundamental en los accidentes en montaña, y Ángel Landa siempre estuvo donde podía hacer falta. Participó en el rescate de Patxi Berrio y Ramón Ortiz que tuvo en vilo a la comunidad montañera en 1969, cuando quedaron colgados inertes en la pared noroeste del Naranjo. También, junto con los hermanos Regil, participó en el intento de rescate de los cuerpos de Rabadá y Navarro en la norte del Eiger.
«Un gran alpinista»
Juanjo San Sebastián, que fue su compañero de cordada habitual en los ochenta, recuerda sobre todo el talento innato de Ángel para la escalada, “era algo que le salía de forma natural, tenía una destreza que le venía de genética”, nos cuenta, y destaca también ese punto de diversión que le caracterizaba y la pasión que le ponía a sus escaladas.
Por su parte Carlos Soria le recuerda como “un gran alpinista” y nos hace llegar esta foto, en la que, cuenta, salen retratadas las tres primeras ascensiones nacionales al Dru: en el 61 la de Landa y Udaondo por la Bonatti, en el 62 la primera a la cara Norte por Udaondo y Alfredo Urones, y ese mismo año la primera por la cara Oeste a cargo de los hermanos Antonio y Faustino Durán, Antonio Riaño y Carlos Soria. La foto está tomada en la estación de Montenvers, Chamonix, en el año 62.
Alpinista reflexivo y crítico, Ángel Landa fue siempre muy respetuoso con la historia del alpinismo y un gran defensor de la ética en la montaña. “Escalar vías difíciles de primero de cuerda, vías a menudo vírgenes, es la única forma de experimentar el deporte del alpinismo en toda su dimensión”, escribió en este interesante artículo, publicado en 2009, en el aborda temas como el papel de los medios, qué es ser alpinista o la mujer en la montaña, que mantiene su vigencia.