El trágico episodio ocurrido este otoño en el Shisha Pangma, en el que una avalancha acabó con la vida de Sebastian Haag y Andrea Zambaldi cuando atacaban la cumbre en compañía de Benedikt Böhm y Ueli Steck, tuvo su contrapunto épico, heroico y casi milagroso con la historia de supervivencia del quinto hombre de la expedición. Martin Maier, alemán de Munich de 39 años, fue alcanzado por el alud junto a Haag y Zambaldi, arrastrado unos 600 metros montaña abajo y dado por muerto. Pero consiguió salir de los escombros de la avalancha por su propio pie y llegar hasta el campo 3, donde recibió ayuda de Norbu Sherpa y consiguió finalmente regresar hasta el campo base con vida.
Dos meses y medio después de aquello, Martin Maier ha explicado los detalles de su vivencia en una entrevista publicada en el blog Adventure Sports de Stefan Nestler. En la entrevista, Martin Maier explica que a raíz de la avalancha sufrió «traumatismo craneoncefálico con hemorrágea cerebral, que causó un desorden del equilibrio y la coordinación. Hasta ahora, veo doble, por culpa de una herida de un nervio craneal. Además, tengo roturas en las dos rodillas y en un tobillo».
La avalancha
Sobre la avalancha, Maier explica que «puedo recordar hasta el momento en que vi un borde del glaciar acercarse a gran velocidad. Entonces perdí el conocimiento«. A continuación, narra: «Llevó tiempo hasta que me di cuenta de lo que estaba pasando. Perdí el suelo bajo mis pies y con crecientes masas de nieve me sentí como si surfeara. No me di cuenta de lo que estaba pasando en realidad. Todo empezó despacio, con un resbalón, y se desarrolló extremadamente rápido. Sólo pude reaccionar. De forma instintiva, tiré mis bastones. Luego hurgué buscando el cierre de mi mochila, fui capaz de abrirlo y también tiré mi mochila».
Según sus propios cálculos, Martin Maier permaneció inconsciente entre los restos de la avalancha durante unas seis o siete horas. Unas horas que coincidieron con los infructuosos intentos de Ueli Steck y Benedikt Böhm por llegar hasta sus compañeros accidentados. «Me desperté como después de un largo y profundo sueño. Me sentí lanzado de vuelta hacia la nimiedad de mi existencia humana, en comparación con las fuerzas de la naturaleza. Podía ver la cumbre y el sol brillando por encima de ella», cuenta sobre esos primeros momentos.
A pesar de sus heridas, la primera reacción de Maier fue intentar buscar a sus compañeros: «Vi algo de equipo en el campo de la avalancha: un bastón, guantes, una mochila… A pocos metros de mí, el brazo de Andrea sobresalía por debajo de la nieve. En ese momento, fue cuando realmente me di cuenta de lo que había pasado. La nieve en el cono de la avalancha estaba congelada como cemento. Toqué la mano de Andrea esperando que estuviera todavía vivo. Intenté excavar hasta su cara. Pero no tenía ningún sentido, ya que la nieve estaba tan dura como la roca. Busqué huellas que salieran del cono de la avalancha, para ver si quizás alguno había sido capaz de salvarse antes que yo. Pero no era el caso».
La salvación
La avalancha había trasladado a Martin Maier hasta un punto situado a unos 500 o 600 metros del campo 3. «Me llevó un largo rato hasta que me pude orientar, todo parecía surrealista. Pensé incluso en descender hacia el plateau de Tibet, hasta el área no cubierta por nieve. Pero enseguida me di cuenta de que sin duda hubiera sido el camino equivocado y que en cambio tenía que encontrar el campo 3. Conseguí descubrir una referencia en la arista que recordaba de la ascensión. Estaba segura de que encontraría nuestra tienda caminando desde esa referencia. No caminaba de forma normal. Me levantaba, me caía, intentaba volver a ponerme en pie, gateaba… Mi mente estaba en funcionamiento, pero mi cuerpo no la obedecía».
Finalmente, consiguió llegar hasta la tienda, cubierta por medio metro de nieve que tuvo que escarbar hasta llegar a ella y, completamente exhausto, meterse dentro para descansar. «Durante la noche me desperté porque tenía frío. No tenía saco de dormir, ni frontal, ni encendedor, nada que beber… Por la mañana, después de haber superado la noche en condiciones razonablemente buenas, intenté descender por mi cuenta. Pero al poner un pie fuera de la tienda, inmediatamente caí unos cuantos metros. Menos mal que no resbalé por el borde de la arista. Me di cuenta de que tenía que descansar antes de hacer otro intento. Me senté en la tienda y entonces encontré un encendedor y derretí nieve para beber. Hacia las 10 de la mañana, Norbu Sherpa llegó. Había escalado todo el camino desde el campo base y gritó desde una distancia si había alguien ahí. Estuve muy contento de verlo».
Martin Maier no se olvida de todas las personas que lo ayudaron: «Siento una profunda gratitud hacia toda la gente que me ha ayudado en esta situación: Thomas Kaempf que escaló desde el campo base hasta una montaña opuesta para tener visión del cono de la avalancha. Él vio que alguien se estaba moviendo hacia el campo 3 y de esta manera animó a los muchos que ayudaron. Suzanne Huesser, que coordinó el rescate desde abajo. Por encima de todos Norbu, que ascendió hasta mí. Y Carlos Martínez, el doctor de la expedición española (de Carlos Soria) que me prestó tratamiento médico durante el descenso desde el campo 2. No sé cómo dar las gracias a toda la gente».