La voz se le quebraba por la emoción cuando llamamos a Novato Marín justo la mañana después de que hubiera bajado de la cumbre de la Cima Ovest de Lavaredo con su hijo Edu tras haber escalado la vía Pan aroma (500 m, 8c/+). La vía abierta por Alex Huber es una de las más duras del mundo, y más todavía después de la rotura de unos cantos que todavía añaden algo de dificultad al conjunto.

Edu Marín encadenó la vía y Novato le siguió, compartiendo momentos de una enorme emotividad: cuando su hijo resolvió al primer intento los durísimos largos de 8c/+ y 8c de los techos, en la cima tras haber pasado una noche de perros en una repisa con niebla y lluvia y finalmente a salvo en el refugio tras haber superado un descenso en el que no habían previsto encontrarse los glaciares formados. Novato Marín tiene 61 años y llevaba 13 sin escalar vía larga, que era la modalidad que más le gustaba y más practicaba hasta que Edu creció lo suficiente para exigir ir de primero… el miedo porque Edu tuviera un accidente llevó a Novato a pasarse a la deportiva.
Pan aroma ha sido su vuelta a la vía larga, y allí ha redescubierto su amor por la montaña y por la escalada de aventura. Nos cuenta cómo lo ha vivido mientras sueña en su próximo objetivo junto a su hijo, nada más y nada menos que Orbayu al Picu Urriellu en septiembre… Probablemente son la única cordada padre-hijo capaz de plantearse retos similares. Eso no significa que se olvide de su otro objetivo, encadenar su primer 8c, en el que lleva un año embarcado en Rodellar. Pero de momento, sus prioridades han cambiado.
«Para mí ha sido volver otra vez a la montaña, a la lucha, el sacrificio, la aventura, los miedos, el pasarlo mal, el sufrimiento»
Te emocionas al recordar la escalada de Pan aroma con tu hijo…
Sí, porque ha sido más duro que lo que me pensaba. Probábamos la vía y pensaba que iba a ser como una vía de deportiva. Se me había olvidado todo lo duro que es.
Las sensaciones, ahora que las revives, tienen que ser muy fuertes, ¿no?
Ya te digo, ha sido algo increíble. Además, el día ha sido más duro por lo que te decía: yo me pensaba que iba a hacer una vía de deportiva, aunque con clavos y con riesgos, pero al final ha sido muy duro porque es la montaña. No ha sido solamente Pan aroma, como dificultad y escalada de aventura, sino que han sido 3.000 de altitud, frío… para mí ha sido volver otra vez a la montaña, a la lucha, el sacrificio, la aventura, los miedos, el pasarlo mal, el sufrimiento… Ha sido muy duro.
Os cogió el mal tiempo ya en la parte alta de la pared y habéis pasado una noche supongo que con mucho frío en medio del mal tiempo, ¿no?
Sí, eso ha sido una de las cosas que nos ha destrozado más físicamente. Cuando encadenó Edu por la mañana, hacía muy buen día y la alegría nos subió mucho la moral. Estábamos muertos de alegría. Fue muy grande. Lo que ocurre es que esto es la montaña: estábamos a 3.000 metros, son los Alpes y sobre las cinco y media de la tarde empezó a cambiar el tiempo, con una niebla que no se veía a un metro. Allí hay alejes de 20 metros, y eso si ves los seguros, porque no veíamos nada. Empezó a lloviznar sobre las seis y sobre seis y media o siete, que llegué a una repisa empapado porque ya llovía a cántaros, alargué todo lo que pude la cuerda de 80 metros que llevábamos… Se acababa la cuerda pero yo ya no oía a Edu, seguía tirando para arriba a ver si encontraba donde asegurarme y recuperar a Edu, hasta que llegué a una repisa donde me aseguré como pude, muy mal porque la roca estaba muy rota y no pude poner ni un clavo ni un friend. Me puse contra unos bloques a tirar fuerte para arriba para Edu. Él, cuando vio que la cuerda se acababa salió en ensamble detrás mío y yo seguí recuperando cuerda. Él llegó a mí, nos miramos y vimos claramente que ahí nos íbamos a quedar. Era imposible: estábamos con las bambas chorreando, los Gore-tex nos protegían del cuerpo pero los pantalones y los pies de gato chorreando.
«La alegría más grande fue cuando Edu encadenó el 8c»
Y supongo que fue una noche durísima en esa repisa, con el mal tiempo, con la lluvia…
Sí, allí ya nos preparamos, aunque no llevábamos nada porque pensábamos hacerla en el día. Sí que llevábamos una manta térmica fina y con eso nos tapamos y nos cubrió bastante de la niebla y el aguanieve. Pero, claro, con los pies chorreando. Pasamos toda la noche calentándonos los pies el uno al otro… Pero es que eran las once de la noche, ya llevábamos tres o cuatro horas con frío y todavía no faltaban ocho horas más para que se hicieran de día… No se acababa nunca. Hasta que vimos amanecer. Pensábamos que iba a aclarar, pero no. A las siete decidimos tirar hacia arriba, porque la niebla no paraba y con los pies helados y mojados… Edu ya no me dejó hacer ningún largo de primero porque él lo estaba pasando muy mal viéndome escalar a mí e íbamos peleándonos toda la vía. Ahí ya le dejé tirar a él de primero, que lo vi muy seguro escalando… La verdad es que al final de los largos yo ya estaba tranquilo; psicológicamente, no me preocupaba si no ponía seguros porque escala muy tranquilo y muy seguro. Esos últimos cuatro largos que quedaban los hizo él de primero. No eran difíciles, pero no te podías caer porque te matabas, que no había ningún seguro. Cuando llegamos a la cumbre, por casualidad salió un ratito el sol, nos hicimos una foto y muy contentos de haber alcanzado la cumbre.
Pero la alegría más grande fue cuando él encadenó el 8c, porque el proyecto era Pan aroma y cuando lo vi encadenar el 8b+… sabía que estaba fuerte para hacerlo, pero aún no los había encadenado y siempre queda eso de si está más mojado o menos mojado. Estaba mojado pero pasó el primero y cuando llegó el segundo 8c le pregunté si iba probarlo y me dijo que no, que iba a intentarlo a muerte, y lo encadenó al primer pegue… Un grito de alegría… Fue magnífico. Luego decidimos seguir para arriba y fue como otra vía, fue como entrar en la montaña, como una lucha de titanes.
«He vuelto a vivir las experiencias que viví de joven»
Y la siguiente emoción, después de encadenar este largo de 8c, sería la cima, juntos tras haber realizado Pan aroma, ¿no?
Claro, eso fue la culminación. Estuvimos hablando por la noche, ya que no dormimos en toda la noche, y decíamos que al menos el sufrimiento estaba compensado, porque habíamos hecho Pan aroma, que era nuestra ilusión y nuestro sueño y entonces nos tocaba vivir ese sufrimiento, pero son las normas de la montaña. Hay que ser humilde y aceptar lo que te viene.
Y bueno, yo a volver a vivir las experiencias que viví de joven. La verdad es que en ningún momento vi peligrar nuestras vidas en este sentido de frío, tormentas eléctricas y tal… fue lloviendo pero de forma pausada y tampoco nos íbamos a congelar porque la temperatura no era bajo cero… Podía haber sido peor, porque a 3.000 metros de altura pueden pasar cosas muy graves. Estaba muy tranquilo. Sabía que por la mañana íbamos a salir; sólo quedaban cuatro largos y Edu ya los había hecho con Sasha y eso te da tranquilidad. La bajada también la había hecho Edu… Con lo que no contaba Edu es que teníamos unos glaciares de más de cuen metros y no llevábamos nada, pero los hicimos asegurándonos y por eso se hizo tan larga la bajada, que estuvimos cinco horas bajando. La verdad es que cuando llegamos abajo a las dos de la tarde, dijimos «bueno, ahora sí que ya hemos acabado».
Otro momento emotivo es después de haber pasado la primera noche en el refugio y cuando recuerdas lo que has vivido con tu hijo en Pan aroma…
La verdad es que sí. Ayer estábamos tan cansados… nos querían hacer también unas preguntas en el refugio y les dijimos que no podíamos, que nos íbamos a dormir. Nos pusimos a dormir a las dos de la tarde y hasta que no nos despertamos a las nueve de la noche ni tan siquiera llamamos a la familia. Sí que habíamos mandado un mensaje desde la cumbre a las nueve de la mañana, para que estuviesen tranquilos, porque les dijimos que íbamos a atacar la pared por la mañana y no habían tenido noticias nuestras desde entonces.
Eres un padre muy afortunado. Primero porque estás viviendo tú en primera persona la pasión de la escalada y luego por compartir esta experiencia en una vía tan larga, difícil y expuesta como Pan aroma con tu hijo… Es algo al alcance de prácticamente ningún otro padre en el mundo…
Siempre digo que soy un afortunado, con mi edad, poder compartir la escalada con la gente joven y sobre todo con mi hijo. Hemos vuelto otra vez a la montaña, a hacer escalada clásica, que ha sido para mí otra vez una experiencia increíble. Es muy duro, pero me lo he pasado muy bien y espero seguir haciéndolo y sobre todo con Edu, que me da una seguridad y una moral increíble para hacer vías largas.
«Al volver a ver las Tres Cimas me he olvidado de Rodellar, la deportiva y el 8c»
Por otro lado, ¿ya estás soñando en volver a Rodellar a probar ese 8c que estás intentando o tu mundo va a ser ahora el de las vías largas?
Si te digo la verdad, desde que estoy aquí con Edu, me he olvidado de todo. Desde el año 73 o 74 no había vuelto a Dolomitas y al volver a ver las Tres Cimas me he olvidado completamente de Rodellar, de la deportiva… me ha dado una vuelta la cabeza, que he cambiado el chip 180 grados. Me he emocionado tanto y me ha hecho tanta ilusión volver a estar aquí que me he hecho alpinista rápidamente. Además que es la única manera que hay de afrontar esta escalada. El primer día que llegué ya me cayeron dos piedras al lado, los alejes… tienes que cambiar el chip, si no es imposible. Tienes que dejar a un lado la adrenalina y ser consciente de dónde estás.
Sobre mi próximo proyecto, Edu me ha hablado de ir a Orbayu y me hace mucha ilusión ir al Naranjo, que también estuve en la cara oeste en los años 76 o 77… hice la Rabadá-Navarro con bota rígida. Rodellar está muy bien, tengo ganas de ir, mis amigos, mi caravana, el sol, la tranquilidad, el río… pero la verdad es que ahora estoy muy motivado en las vías largas. El 8c está ahí, sé que estoy perdiendo un poquito de grado pero no mucho, porque los días que hacemos ejercicios de tracciones en una multipresa que llevamos y nos pasamos dos horas entrenando para no perder el físico. Pero ahora mismo, la ilusión está puesta en que si todo va bien, en septiembre, iremos al Naranjo. El 8c me va a esperar y tampoco lo voy a dejar, que llevo un año en él. Pero el hecho de volver a escalar de primero, en una tirada que aunque no sea fácil es técnica y con el seguro 20 metros por debajo y que lo has puesto tú… es una sensación que me ha vuelto.
O sea que vuelves a la escalada de vía larga 30 años después y con 61 años, pero con un grado encadenado de 8b+, que te debe dar un plus de nivel a la hora de recorrerlas que no tenías en tu juventud…
Bueno, esto es lo que le comento mucho a Edu. Recuerdo que me había caído en vías de 6b o 6b+ porque se me abrían los dedos, no llegaba al siguiente parabolt y me caía. Ahora no tengo ese problema. Voy muy tranquilo, sé que cuando engancho un reposo me rehago muy bien y no necesito ponerme ningún fifi ni agarrarme a la cinta. Libero en libre muy bien, disfruto mucho porque voy muy tranquilo. Lo único que me preocupa son los alejes, pero hoy también hay un material muy bueno como son los friends, que en aquellos tiempos no los tenía y que los pones en cualquier sitio. De todas maneras, la escalada en Dolomitas es única, porque es todo como muy descompuesto, se parece a Ordesa, muy épica; cuando te vas de la vía se cae todo. No te puedes perder. Entonces los seguros no los puedes poner donde tú quieras, aunque haya muchas fisuras, la roca no es buena y te tienes que aclimatar a lo que te encuentras. Por eso digo que físicamente me encuentro muy bien y psicológicamente empiezo ahora a encontrarme mejor.
Enhorabuena por la escalada y muchas gracias porque hemos podido seguirla muy de cerca en todo momento…
Quería decir también que ha sido como un giro en la historia que hemos tenido Edu y yo. Cuando Edu comenzó a escalar, pasamos a la deportiva por los miedos que yo pasaba con él, que no le dejaba hacer de primero y ahora esto ha vuelto a la inversa, ahora es Edu el que no me deja escalar de primero porque me ve inseguro. Se pone nervioso porque tardo un poco más que él en los largos y no me quiere dejar, sufre mucho. Ahora le toca a él sufrir; yo sufría antes y ahora estoy más tranquilo de verlo y ahora él está pasando lo que yo pasé trece años atrás. Lo está pasando llevar mejor, porque ya ve que escalo más lento que él pero que también voy seguro, y se tendrá que acostumbrar, porque yo soy escalador e ir de segundo todo el rato es como si no participara. Me gusta luchar mis vías y sentirme escalador. ¡Fuerza y honor!
Porque tú lo que querías era, una vez pasados los largos difíciles de Pan aroma, alternar los largos que quedaban hasta arriba, ¿no?
Exacto. Yo quería hacer los largos, sentirme escalador, y así lo hicimos hasta arriba prácticamente.
Habéis cumplido tu lema, «fuerza y honor»…
Fuerza, porque hay que estar físicamente fuerte, y la fuerza mental. La dignidad, ser humildes y la honradez… son los valores que tiene el honor.