El pasado 28 de octubre, la escaladora neozelandesa Mayan Smith-Gobat escalaba en los Arapiles australianos. Después de dedicar varias semanas en el lugar, y más de dos años obsesionada en ello, finalmente encadenó Punks in the gym 8b+. Cuando el legendario Wolfgang Güllich realizó la primera ascensión en 1985, fue considerada la vía más dura de la época y una nueva referencia en dificultad. Todavía considerada una referencia mundial, Punks in the gym ha sido descrita como ‘el último examen en escalada’. Ella misma lo cuenta a continuación.
El diario de Mayan Smith-Gobat
Estoy sentada bajo la vertiente del pilar de Uncle Charlie, una vez más mirando fijamente las redondeadas formas naranjas lisas como el cristal de esta cara de casi 30 metros de altura ligeramente desplomada. Una línea obvia de caliza teje su camino hacia arriba por la bonita pared. Una vía de Wolfgang Güllich –el primer 8b+ del mundo y todavía conocido como una referencia de clase mundial, que ha rechazado a muchos de los mejores escaladores.
Después de trabajar en esta vía de vez en cuando durante los dos últimos años, he llegado a conocer mejor los relieves de Punks in the gym mejor que mi propia cara. Incluso sin pensar en ello, conozco la forma exacta, el tacto y la textura de cada pulgada de esta vía, sé cada movimiento y cómo cada uno de mis músculos debe emplearse para ejecutar cada movimiento de la forma más eficaz. Durante los últimos dos años este pedazo de roca, esta secuencia de movimientos, se ha convertido en una parte importante de mi vida.
Mi viaje en esta vía es como una relación. Al principio, nunca pensé que fuera a ser capaz de hacer todos los movimientos, no digamos enlazarlos… Pero intenté sacarlos, sin comprometerme mucho, sabiendo que todo podía ser una pérdida de tiempo, y demasiado duro para mí el ponerlos juntos. Entonces descubrí una secuencia más directa que la que la gente suele hacer, cortando el buen reposo (casi sin manos) de media subida convirtiendo Punks en una escalada muy sostenida, más que en dos problemas de búlder. Sin embargo, esto hacía que sintiera cada movimiento como realizable, y empecé a pensar que quizás, sólo quizás, podría escalar esta bonita e histórica vía. A este punto, empecé a invertir energía en serio en la vía… Ya no se trató más de coqueteos, y yo también empecé a preocuparme por escalar este pedazo de roca. Empezó a dominar mi vida.
El encadenamiento
Lo había dejado por ese día, hacía calor, las yemas de mis dedos estaban a punto de abrirse por semanas de constante abuso en las implacables regletas. Dos días antes había caído del último movimiento duro, no una sino varias veces… Pero desde entonces no había sido capaz de llegar otra vez a ese punto y me sentía exhausta, tanto física como mentalmente. Mi último intento había fracasado miserablemente y no estaba segura sobre si darle otro pegue ese día, por miedo a abrirme la peligrosamente delgada capa de piel que quedaba en mis yemas.
Pero después de asegurar a mi amigo de Colorado, Ben Rueck en Punks durante un rato, observando cómo sacaba los movimientos y gradualmente hacía progresos en la vía, mi motivación fue volviendo poco a poco, y me hizo mandar la prudencia al viento. ¡Un pegue más! Calmé mis pensamientos, forcejeé para ponerme mis gatos nuevos (por desgracia mi viejo par se acababa de destrozar) y me puse con los movimientos, que ahora me parecían más firmes y naturales que andar. Poco a poco, mi mente se deslizó hasta ese lugar perfecto y tranquilo. Sin embargo, mi cuerpo se sentía lejos de estar fresco, y ninguno de los movimientos salía tan sólido como acostumbraba; pero todo fluyó. Luché con los movimientos iniciales y solté un grito cuando alcancé el crux, una regleta de primera falange de cuatro dedos. Todo mi cuerpo se disparaba hacia afuera del muro cuando mi mano agarraba la presa, y de algún modo me sostuve. Por desgracia, este esfuerzo dejó exhausto mi brazo izquierdo y el siguiente movimiento era todavía el más duro de la vía (el mano pie derecho en el que me había caído dos veces los días previos). Sabía que estaba mucho má cansada, y no pensaba que tuviera ni una oportunidad, pero lo di todo… E increíblemente fue suficiente para quedarme en el siguiente movimiento. Antes de que me diera cuenta, había pasado el crux, sólo tenía que aguantar la última sencuencia técnica! Fue de todo menos fácil, pero también sabía que lo tenía bajo control…
Chapar la cadena de esta vía fue increíble! Y significó para mí mucho más de lo que nunca hubiera pensado. Casi esperaba que sería un anti-clímax, por el hecho de haber trabajado tanto la vía. Pero fue todo lo contrario, fue un momento de incredulidad, éxtasis total y no pude dormir en toda la noche porque todavía estaba emocionada… Sólo podía quedarme mirando la luna llena repitiéndome a mí misma: “Acabo de encadenar Punks! Está hecho…”
Qué significa para mí
Como cualquier otra escalada dura en la que haya trabajado, Punks in the gym me ha obligado a examinarme, mis motivaciones por escalar y lo que significa todo esto para mí. Antes de este último viaje, en realidad debatía sobre si estos era algo en lo que quería poner tanto esfuerzo… llegué a la conclusión de que era algo que tenía una importancia especial para mí.
Por eso, elegí sacrificar otros objetivos y dedicar un mes a entrenar específicamente para esta vía. Valió la pena, y finalmente conseguí sobreponerme a la emoción y el esfuerzo físico de llegar a lo alto de Punks in the gym. Ahora, poco a poco la realidad empieza a aflorar, este viaje llega a su fin… Es tiempo de avanzar desde esta relación que he formado, en la que he aprendido a amar y odiar. Me siento increíblemente aliviada de que se haya acabado, y al mismo tiempo, perdida e insegura acerca del futuro… Aunque es emocionante; la primera vez en mucho tiempo en que tengo una pizarra completamente limpia, sin escaladas a medias… Sin objetivos fijados…