Fue durante la entrevista a Josechu Jimeno, realizada para el recientemente publicado número del Especial Pedriza de la revista Desnivel, cuando supimos de la única repetición realizada a su vía Brutamato yeyé de Valdimello, a cargo de una cordada italiana el 30 de octubre de 2020, que por entonces nos pasó desapercibida.

La historia de la apertura se remonta a finales de los 80, cuando Josechu frecuentaba la zona italiana de Valdimello prácticamente cada temporada (unos viajes que se financiaba vendiendo goma cocida para recauchutar pies de gato). Para entonces ya era un maestro de la adherencia cultivada en la Pedriza, que desde los inicios practicó indisolublemente unida al reto mental, realizando aperturas siempre desde abajo, a mano con el burilador y con considerables distancias entre los seguros. También para entonces utilizaba ya sus características alpargatas blancas a las que él mismo les pegaba la goma cocida (de ahí que su negocio de “recauchútalo tú mismo” fuera próspero, pues todos italianos querían esa goma con la que le veían subirse por todas partes).
Para la apertura de su Brutamato Yeyé escogió el muro más liso y compacto del Precipizio degli Asteroidi, una de las principales paredes de Valdimello. Comenzó la apertura con su por entonces compañero de cordada habitual, el no menos talentoso Jesús Gálvez. En una jornada abrieron los tres primeros largos, teniendo en cuenta que el primero de todos es el más comprometido de la vía, con el primer espit a algo más de 15 metros del suelo y una dificultad aproximada de 6c.
Josechu y Gálvez no pudieron continuar esa temporada pues, durante un “descanso” de la apertura, Josechu se fue a abrir otra vía en solitario, con la mala fortuna que se rompió el tobillo en una caída. A los dos o tres años retomó la tarea, esta vez acompañado del italiano Paolo Cucchi, añadiendo nuevos largos con la misma tónica de equipamiento, es decir, no gastaron mucho en chapas.
Todavía tuvo que volver otra temporada más para finalizar la tarea, lo que consiguió en el otoño de 1992, de nuevo formando cordada con Paolo Cucchi y con la colaboración del pedricero Juan Luis Monge.
Sus diez largos de escalada quedaron como un emblema de la escalada de compromiso en Valdimello, sin que nadie se atreviera a ni siquiera intentar una segunda ascensión.
Primer intento de repetición
Avanzamos así hasta el otoño de 2015 cuando unos escaladores locales, especialistas de la escalada de adherencia, se deciden por fin a escuchar el cántico de la Brutamato yeyé. Se trata de Saro Costa, Niccolò Bartoli y Alberto Prosperetti.



Así lo cuenta el Saro Costa: «Entrar en el bar Mónica y ver en la pared la foto de Jimeno burilando en equilibro sobre un pie, con su alpargata personalizada, puede ser suficiente para que te enamores de Brutamato Yeye. Y si te gustan las placas, la escalada de adherencia y el juego mental, entonces pasa a convertirse en la ruta mítica, la de tus sueños, para el día que te sientas preparado».
Fue Niccolò quien se encargó de escalar el primer y temido largo, con caída potencial hasta el suelo (en este vídeo se puede ver la escalada del primer largo de aquella ascensión). Es sin duda el largo más psicológico, aunque los dos siguientes, el segundo y el tercero, son los más difíciles, con un grado en torno al 7a, según comenta Niccolò.
Sin embargo, tardaron más de lo previsto, la oscuridad los atrapó y tuvieron que bajarse a la altura del sexto largo.

Repetición completa, 5 años después
De nuevo la vía cayó en el olvido hasta que, cinco años después del primer intento de repetición, la misma cordada se sintió por fin preparada para un nuevo envite. Esta vez Saro Costa y Niccolò Bartoli unieron fuerzas con Jacopo Ruffo, uno de los escaladores de adherencia más potentes de Valdimello durante años.
Escogieron para la escalada un bello día otoñal, el 30 de octubre de 2020, cerca de la festividad de Todos los Santos… El primer largo le tocó esta vez a Saro, turnándose luego para escalar los restantes largos con una dificultad mantenida de 6a/b todos muy expuestos, en especial los últimos, con tiradas de hasta 50 metros con solo dos seguros. Cabe recordar que los aperturistas realizaron la actividad desde abajo, metiendo los espits a mano con el burilador.
“Así, colgados como sombras, junto a las lagartijas y las hormigas, conseguimos concluir juntos lo que habíamos iniciado hace tiempo”, escribió Niccolò. Emplearon 7 horas en recorrer los 10 largos de la vía.



«Estamos en la cima, solo nos queda descender», escribe Saro Costa, «¿Qué nos queda de todo esto? ¿A quién le importa el Precipizio y la Brutamato? ¿Cuál es el valor de un trozo de roca hecho con un puñado de espits? No tengo respuestas certeras pero este camino me ha dado mucho y me ha abierto nuevas puertas, espacios por explorar y la confirmación de que perseguir una Vía es una opción que está al alcance de todos, ¡no renunciemos a nuestros sueños!».


Por su parte Josechu, que tras rematar la Brutamato siguió perfeccionando su sello con escaladas como la Gálvez/Pascual (6c) al Yelmo de la Pedriza sin cuerda, lo tiene claro: «El control mental es una herramienta que me ha aportado la escalada, que he podido utilizar en muchas otras facetas de mi vida diaria». A día de hoy, Josechu sigue fiel a sus eficaces alpargatas.
Buen artículo, Eva. He disfrutado leyéndolo y recordando las placas de la muerte en la Pedriza (a un nivel mucho más bajo, por supuesto). Gracias.