Juan García Arriaza es uno de esos “héroes anónimos” que en estos tiempos de pandemia están saliendo a la luz pública, abriéndonos los ojos a la enorme importancia que tiene la ciencia en nuestro día a día.

Desde 2006 trabaja en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), en el laboratorio de “Poxvirus y vacunas” dirigido por Mariano Esteban, que en estos momentos desarrolla contra reloj el prototipo más avanzado de vacuna que tenemos en España contra el coronavirus SARS-CoV-2 (tal y como nos explica en esta entrevista que es su nombre completo).
Son sus mismas manos las que cada día con sus experimentos nos están abriendo paso hacia una solución a la crisis sanitaria global actual, una cumbre que sin duda es difícil pero que empieza ya a vislumbrar. A la vez Juan echa de menos –como todos nosotros– poder escaparse los fines de semana a la montaña y no deja de tener sueños y retos pendientes en el campo del alpinismo, su otra gran pasión que, asegura, tiene mucho en común con la ciencia.
Háblanos sobre tu trayectoria como montañero, creo que solo te falta el Everest para culminar tu proyecto Siete Cumbres…
Llevo haciendo montaña desde que tenía 20 años, como todos al principio por España y luego fui saliendo con los amigos a otras cordilleras fuera del país.
Tuve la suerte de encontrar una gran escuela de vida en el Club de Montaña Altair, de Fuenlabrada, donde conocí a grandes amigos con los que he compartido magníficas experiencias en muchas montañas. Así, en el año 2005 fui al Kilimanjaro y a partir de ahí empecé a plantearme el proyecto de las Siete Cumbres, la ascensión de la montaña más alta de cada continente.
Al año siguiente fui al Elbrus, aunque ese año no pude subirlo por mal tiempo, pero siguieron unos años muy productivos en los que me metí a fondo en el proyecto, realizando más o menos una expedición por año. En enero de 2008 ascendí al Aconcagua, en diciembre de ese año a la Pirámide de Carstensz, luego en 2010 al monte Vinson, al año siguiente al McKinley y en 2012 volví al Elbrus ya sí consiguiendo cima.
Fue una época muy fructífera y era más fácil conseguir patrocinadores que ahora. Las ayudas que recibí provenían sobre todo del Ayuntamiento de Fuenlabrada, que era donde residía en esa época, del Ayuntamiento de Móstoles, que es donde vivo ahora, y del Ayuntamiento de Madrid.
Pero ahora las políticas de ayuda pública han cambiado completamente, son mucho más estrictas y prácticamente no hay ninguna partida presupuestaria para ayuda individual a los deportistas. Y por parte de las empresas también ha sido imposible encontrar apoyos. Lo he seguido intentando pero es difícil.

Pero ¿sigues teniendo en mente ir al Everest?
Claro, para mí es la guinda del pastel que me falta para completar las Siete Cumbres. El Everest siempre ha sido un sueño para mí, que espero poder cumplir algún día.
Pasión, ganas o ilusión no me faltan, pero me enfrento a un problema económico. No soy un profesional de la montaña, yo vivo de mi trabajo en el laboratorio, y bastante que encuentro el tiempo para poder ir a la montaña, compaginándolo además con una familia con dos niños pequeños que tengo ahora.
Sí que tengo en mente poder ir al Everest, espero que en uno o dos años, pero para ello necesito que alguien me apoye y tener las ayudas necesarias, pues es una expedición muy cara de organizar. Ya veremos si alguna entidad o empresa se anima a ayudarme…
«Tanto en la investigación como en el alpinismo tienes que lidiar contra la frustración»
¿Cómo ha sido en estos años combinar el alpinismo con la ciencia, tus dos grandes pasiones?
La ciencia y la montaña, aunque no lo parezca, tienen muchas cosas en común. Está esa ilusión por ir en busca de lo desconocido, por pensar en un reto, diseñarlo, planificarlo y enfrentarte a ello. Es algo que comparten tanto el alpinismo como la investigación. En ambas facetas es importante trabajar duramente, con pasión y perseverancia y amoldarse siempre a cómo van cambiando las circunstancias.
También tienes que lidiar muchas veces con la frustración, la de no llegar a la cumbre o que no te salga un experimento, pero siempre se saca algo positivo de ello y aprendes a gestionar dichas situaciones. Evidentemente también hay diferencias, en una estoy encerrado en un laboratorio, lo opuesto a la montaña… pero creo que hay muchas similitudes.
En mi caso soy una persona inquieta y encuentro que tanto la montaña como la ciencia son magníficos ámbitos donde descubrir nuevos horizontes. Luego la compaginación de ambas facetas ha ido bien. Las expediciones que he realizado no han sido tan largas como las que se requieren para ascender un ochomil, y he aprovechado normalmente los periodos de vacaciones, muchas veces en las navidades, que es la mejor época para subir a muchas de las Siete Cumbres.
Ahora mismo es un poco más complicado poder combinar el trabajo con la montaña y con la familia, pero no dejo de plantearme nuevos retos, de hecho el verano pasado ascendí el Damavand (5.610 m), en Irán, que es el volcán más alto de Asia, dentro de mi otro proyecto “Gigantes de Fuego”.
¿Y en qué consiste este proyecto?
En 2012, después de haber subido seis de las siete cumbres, me planteé ascender el Everest, y también estuve valorando ir al Cho Oyu o al Gasherbrum II, pero ante las dificultades de financiación, me he ido planteando otros retos, uno de ellos es el de subir los volcanes más altos de cada continente.
Así, en 2017 ascendí el Orizaba, en México, y el Tajumulco, en Guatemala, que son los volcanes más altos de Norteamérica y Centroamérica, respectivamente. Y luego en 2018 subí al Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo, situado en Sudamérica, en el Norte de Chile. Me faltan por ascender los volcanes más altos de Oceanía y la Antártida.
Otro proyecto que tengo en desarrollo es la ascensión de las montañas más altas de cada país de América, que me hace mucha ilusión por el cariño tan especial que le tengo a este continente. También desde que empecé con el proyecto de Siete Cumbres he intentado combinarlo con acciones solidarias, es lo que llamo “Reto Siete Cumbres Solidarias”; empecé en el Kilimanjaro en 2005, cuando visité una escuela local de una comunidad masai. Al ver las grandes necesidades que tenían allí ya comencé el planteamiento de intentar dejar algo a cambio, que suelo hacer en forma de donación de material, sobre todo escolar o de otros productos de primera necesidad, que normalmente compro en el mismo país.
A partir de aquella fecha, en todas las expediciones que realizo siempre trato de aportar un granito de arena en las comunidades que viven en los alrededores de las montañas.

Sin duda retos no te faltan y ganas de ir a por ellos veo que tampoco, ¿eres igual en el tema de la investigación? Cuéntanos cómo es tu día a día ahora en el laboratorio, sobre todo cómo va la vacuna en la que estáis trabajando y si también eres optimista en poder subir esta otra “cumbre”…
Sí, tanto la investigación como la montaña son para mi una verdadera escuela de vida, y la pasión por afrontar nuevos retos siempre están a la orden del día.
En el laboratorio del CNB, en el que llevo trabajando 14 años, tenemos mucha experiencia en el desarrollo de vacunas. Utilizamos el virus vaccinia (MVA), que se empleó como vacuna para erradicar la viruela, como vehículo para insertar genes del patógeno para el cual queremos generar la vacuna.
Así, hemos generado vacunas mediante este sistema frente a varias enfermedades como el sida, la hepatitis C y también frente a virus emergentes como el ébola, el chikungunya o el zika… Es decir, tenemos esta plataforma muy puesta a punto, con la tecnología ya desarrollada para el momento en que se identifica un patógeno que queremos controlar, poder actuar rápidamente.
En la Ciencia, al igual que en la montaña, siempre busco nuevos retos, y qué mejor desafío que buscar una vacuna frente a un nuevo virus desconocido y que está causando una pandemia global.
La gran preparación previa y el gran conocimiento del laboratorio en el campo de vacunas han sido fundamentales para poder entrar rápidamente a tratar de generar candidatos a vacuna.
Es como el alpinista que entrena duramente, se prepara concienzudamente para poder ascender una gran montaña, y en un momento oportuno encuentra la situación favorable para por fin intentar ascender esa ansiada cumbre.
En este caso del coronavirus ya estábamos atentos cuando se originó el brote en China, lo íbamos siguiendo, y cuando en enero publicaron la secuencia del virus causante de la epidemia, apenas dos semanas después de que se dieran los primeros casos, nos pusimos manos a la obra.
Entiendo que esto ha sido inusualmente rápido, ¿no?
Eso es, ha sido un proceso rapidísimo. Si esto hubiera ocurrido hace cuarenta años, sin la tecnología que hay ahora, habría sido mucho peor.
Por ponerte un ejemplo, en el caso del sida, los primeros casos de la enfermedad se dieron en el año 81 y hasta dos años después no se identificó el virus, mientras que ahora ha sido en apenas dos semanas. Esto es algo insólito, no se había dado hasta ahora en la historia de la investigación y es el resultado de los grandes avances de la Ciencia en estos últimos años.
A pesar de lo que estamos sufriendo como sociedad, de lo difícil que puede resultar estar confinados, la sociedad tiene que entender el tremendo esfuerzo que se está haciendo, evidentemente en primera línea de batalla los sanitarios, pero también los científicos que vienen detrás, trabajando a gran velocidad en el estudio del virus y la búsqueda de las vacunas.
Entonces, ¿cuál fue el siguiente paso y en qué situación actual estamos respecto a la vacuna?
Una vez que conocemos la secuencia, lo primero que hacemos es identificar aquellas regiones del virus que pensamos que son importantes para activar el sistema inmune, es decir, que sean capaces de producir anticuerpos por un lado y por otro lado de activar las células T del organismo encargadas de eliminar a las células infectadas, activando así los dos brazos del sistema inmune. La principal proteína del virus encargada de inducir anticuerpos es la de la superficie, la que forma esas espículas que salen del virus que parecen una corona, la llamada proteína S (de Spike, en inglés).
Así que decidimos ir por ese camino, al igual que otras vacunas que están también ahora mismo en el campo de la investigación en el mundo. Para trabajar con la secuencia necesitamos sintetizarla primero, y esto lo hizo una empresa exterior, lo que tardó más o menos un mes en llegarnos, aproximadamente a finales de febrero. El siguiente paso ha sido la generación del candidato vacunal.
Esto se realiza en cultivos celulares y, mediante un proceso de recombinación, introducimos el gen que codifica para la proteína S dentro del virus vaccinia MVA. Es un proceso que requiere de tiempo, durante el cual vamos seleccionando y purificando progresivamente aquellos virus recombinantes que contienen el gen S del coronavirus. El proceso ha ido muy bien y en apenas un mes y medio de intenso trabajo en el laboratorio he conseguido generar el candidato a vacuna, que ya lo tenemos, está guardado en el congelador desde mediados de abril.
«Más que rápido, es importante hacerlo bien, paso a paso»
¿Crees que ha influido el estar trabajando bajo presión, con toda la sociedad pendiente?
No lo creo, es cierto que hay mucha responsabilidad pero creo que es igual que cuando vas a la montaña y tienes “presión” por llegar a la cumbre, es decir, es sobre todo la presión que yo me meto a mí mismo para hacer las cosas bien. Aunque uno vaya más rápido, si hace mal las cosas, puede ser mucho peor, así que es importante sobre todo hacerlo bien, paso a paso.
Y ya con ese candidato a vacuna en tu poder, ¿cuál es la siguiente fase?
La siguiente fase, en la que estoy estas semanas, es un proceso que llamamos de caracterización en células de cultivo, es decir, comprobar que la proteína del coronavirus se produce, que lo hace bien, que es estable.
Y también lo que he estado haciendo es crecerlo a grandes cantidades para poder realizar ensayos en animales, pues en los estadíos iniciales la cantidad que tienes de virus es pequeña. A partir de la semana que viene empezaremos a probarlo en ratones.
Haremos un primer experimento administrando las vacunas a los ratones en dos dosis, con un margen de dos semanas, y después analizaremosmos si han generado anticuerpos frente a la proteína S del coronavirus, y si además esos anticuerpos son neutralizantes, que es lo que en último término va a permitir eliminar al virus. En esta fase, que durará aproximadamente un mes, esperamos tener ya los primeros resultados con animales.
Hay que tener en cuenta que esto del “coronavirus” es un nombre genérico, realmente este coronavirus se llama SARS-CoV-2, lo que quiere decir que ya ha habido un número 1.
En 2002-03 hubo una epidemia del SARS, que fue el primer coronavirus humano patogénico que causó una epidemia que se consiguió contener, se quedó en China, y a partir de ahí muchos investigadores han trabajado con el SARS, entre ellos el español Luis Enjuanes, un experto mundial en este tema, que igualmente trabaja en el CNB.
Estas investigaciones nos permitieron entender este virus, es decir, tenemos mucho ganado pues el “primo hermano” de este coronavirus ya estuvo aquí hace 18 años.

¿Para cuándo entonces prevés que se pueda llegar a probar la vacuna en personas?
Para llegar a ensayarla en personas las vacunas tienen que pasar por una serie de fases previas, sobre todo con experimentos iniciales en modelos animales. Una vez realicemos los experimentos en ratones y veamos que inducen anticuerpos neutralizantes y que la vacuna protege en ratones “humanizados” nos encontraríamos en una buena posición para poder ensayarla inicialmente en un grupo de reducido de personas para evaluar su seguridad e inmunogenicidad, lo que llamados ensayo clínico de Fase I.
Para ello primero tendríamos que producir la vacuna en gran cantidad para poder tener dosis suficientes para inocular en personas. Si todo fuera bien, y se agilizaran los trámites administrativos y regulatorios, esperemos poder probarla antes de finales de año.
Nosotros desde aquí estamos trabajando al máximo por un lado con las pruebas en el laboratorio y además tratando de conseguir apoyo y financiación, y es importante que contemos con el apoyo de las instituciones para poder agilizar los trámites. Aun así, una vacuna que pueda inocularse a un gran número de personas no llegaría hasta dentro de 1 año o año y medio.
«No va a haber una única vacuna para todo el mundo, habrá varias diferentes»
Entiendo que es importante que España tenga su propia vacuna, de entre todas las que se están investigando en el mundo, que por cierto, ¿sabes cuántas hay y cuál es la más avanzada?
Es difícil saber exactamente cuántos tipos de vacunas se están investigando, porque muchas ni se publican. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay registrados 77 candidatos vacunales que todavía no están en ensayos clínicos, entre los que estaría el nuestro, y además hay otros seis que ya han entrado en ensayos clínicos.
Estos seis están en China (que son los más adelantados), en EEUU y en el Reino Unido y ahora va a entrar también una en Alemania. Por la urgencia de la situación en la que estamos se ha tenido en cuenta el riesgo/beneficio, y muchas de ellas se han saltado las fases de ensayos en animales, yendo directamente a los ensayos en humanos, o han ido realizando en paralelo los ensayos en animales y la entrada en los ensayos clínicos.
En cualquier caso, es evidente que no va a haber una única vacuna para todo el mundo, es imposible que solo una compañía farmacéutica o un laboratorio genere los millones de dosis necesarias para administrar a todo el mundo. Habrá varias vacunas.
Claro que es importante que en España tengamos nuestros propios candidatos, porque si el día de mañana tenemos que vacunar, mejor que sea con una vacuna propia que tener que comprársela a una compañía de fuera.
Con tantos miles de virus en el planeta, parece evidente que esta no será la última pandemia que viviremos. ¿Qué aprendizaje podemos sacar de esta?
Eso es, el tema no es si vendrá o no vendrá otra pandemia, la cuestión es cuándo. Ya los científicos habíamos predicho que esto podría ocurrir, pero era como predicar en el desierto.
Esperemos que cuando la situación actual haya pasado, no caiga en el olvido la importancia que se le está dando ahora a la ciencia y al sistema sanitario, es importante que tratemos de consolidar un tejido empresarial relacionado con el ámbito de las vacunas, su desarrollo y producción; y también fortalecer el sistema sanitario.
Esta situación es el precio que estamos pagando como sociedad por nuestro estilo de vida, por nuestra globalización y por cómo tratamos al planeta, esquilmando los recursos naturales, deforestando las selvas, favoreciendo el calentamiento global del planeta.
Todos esos factores son un caldo de cultivo idóneo para que surjan y se diseminen muchos patógenos. Así que espero que como sociedad reflexionemos sobre ello y nos concienciemos para cuidar nuestro planeta, apostando también por fortalecer los sistemas sanitarios y de investigación, desarrollo e innovación, que serán cruciales para controlar futuras pandemias.
«Sí creo que el mundo cambiará, al menos estaremos más alertas»
¿Crees que el mundo va a cambiar después del coronavirus, y en concreto el mundo del alpinismo?
Sí que creo que la sociedad cambiará, igual que cambió a raíz de los atentados de las Torres Gemelas, por ejemplo, con más controles… No sé exactamente cómo cambiará, cómo serán nuestras costumbres o hábitos a raíz de esta situación, pero al menos espero que estemos más alertas.
En el caso del alpinismo depende del tipo de alpinismo que practiquemos, no creo que sea un problema para el tipo de alpinismo más solitario, de irte a montañas más recónditas y con poca afluencia de gente, pero otra cosa será la ascensión en montañas más masificadas, o bien la escalada deportiva en zonas muy frecuentadas de fin de semana.
Quizá haya algún tipo de regulación en estos lugares para evitar masificaciones. Tendremos que estar atentos a ver cómo evoluciona el virus, quizá es estacional y en temporada de verano desaparece, o incluso desaparece para siempre, es algo que de momento no podemos saber.
Otra duda que tenemos los escaladores es el tema de la permanencia del virus en las superficies. He visto estudios (como uno de The New England Journal of Medicine de mediados de abril) que dicen que dura unas 5-6 horas en el acero inoxidable, unas 6-8 horas en plástico y que en el cartón puede durar hasta 24 horas, aunque si se cambian las condiciones, otros estudios indican que en el plástico puede llegar a durar hasta 72 horas… ¿Sabes cuánto puede durar en la roca?
Desconozco cuánto tiempo puede permanecer el virus en la roca, pero en cualquier caso no dependerá solo de la superficie de la roca en sí, sino que también entran en juego otras variables externas como la cantidad de virus, o las condiciones meteorológicas, como la temperatura, el viento (a los virus les suele gustar el frío), entre otros parámetros.

«Tenemos que ser responsables»
¿Y alguna recomendación que nos des en concreto a los escaladores para la “desescalada”?
Sobre todo creo que no hay que precipitarse, respetar las pautas de la desescalada e ir viendo cómo vamos evolucionando. Es evidente que en estos momentos iniciales hay que evitar aglomeraciones, evitar zonas a las que vaya mucha gente.
Quizá es momento de reencontrarse con uno mismo en la montaña, en comunión con la naturaleza, de ir con poca gente… Tenemos que estar atentos a los posibles repuntes, y toda la experiencia que hemos ido acumulando en estas semanas de confinamiento, saber utilizarla y ser responsables.
Eso sí, seguro que las montañas que subamos tras este periodo de confinamiento nos sabrán a gloria y esa sensación será única, irrepetible, y perdurará mucho tiempo en nuestras inquietas mentes.
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Este articulo hay que leerlo,
merece un aplauso.
Una entrevista muy interesante e informativa, ya qué respecto a la enfermedad no tenemos muchos datos reales. Espero qué se encuentre lo antes posible una vacuna para poder estar un poco más tranquilos y volvamos a la realidad anterior. Gracias