Lara-Karena Kellog contaba con más de 30 ascensiones al Mount Rainier y diez descensos del mismo con la tabla. Su mochila se había visto en los puntos más altos de montañas como el Denali, el Aconcagua, el Hunter o el Ama Dablam. Nacía hace 38 años en Seattle y escaló hasta convertirse en una de las mujeres de referencia de este universo, en ocasiones desagradecido, junto a Christine Boskoff. Ahora las dos han desaparecido.

Lara Kellog fallecía tras un accidente en el rappel de descenso del Mount Wake, en Fairbanks (Alaska). La tierra más salvaje y codiciada por los aventureros norteamericanos no quiso privarse de esta sonriente rubia. Era una de sus tierras, uno de sus lugares, era el 23 de abril y su nombre tuvo que esperar un tiempo a ser revelado, pues su marido Chad Kellog -ambos trabajaban como guías por medio mundo- andaba lidiando con una nueva ruta en el Monte Siguniang en China, junto a Joe Puryear.
Lara llevaba más de 15 años escalando, era una guía y una guardabosques feroz, capaz de enfrentarse a cualquier clima. Y no sólo los bosques, la roca y los compañeros de vida y aventura la echarán de menos; también en la universidad de Washington’s Pacific Wildland Fire Sciences Laboratory, donde desarrollaba su labor científica, pasarán duros momentos.
No fue sola, ni mucho menos. Su compañero era Jed Brown, quién puede presumir de haber firmado algunas de las más duras ascensiones de Alaska y para quien contar sus andanzas por aquellas tierras frías puede suponer un rato largo de recuerdos. Jed Brown es probablemente el mejor compañero que se puede escoger para un viaje como ese, al pequeño y crudo Monte Wake, cuya cabeza no supera los tres mil metros, y sólo tiene 23 años. Tuvo que descender durante 50 minutos antes de llegar hasta el cuerpo de Lara. Llevaban más de 13 horas escalando sobre hielo y roca, con una nieve en malas condiciones y tuvieron que retirarse antes de hacer cima. Fue poco después cuando Jed escuchó un grito que seguramente le perseguirá durante mucho tiempo.
¿Poca seguridad?

Cuando encontró a Lara Kellog no halló ninguna cuerda atada a su arnés y su casco había desaparecido durante la caida. Jed acusó a la fatiga de ser la posible causa del accidente. Lara no se dio cuenta de lo cerca que estaba el final de la cuerda y, quizás, distrayéndose en un anclaje se precipitó 300 metros hacia el vacío, ya que el sistema contaba con una sola cuerda y un Petz Reverso de 8.5 mm. y al que Brown definió como deslizadizo. «Un nudo al final de la cuerda hubiera podido cambiar las cosas», admitía Jed, «esto convence a cualquiera de que toda seguridad es poca y hace que te replantees muchas cosas». Y no es la primera tragedia que asola la montaña. Ya en 1994 dos alpinistas fallecían en otro accidente en el mismo punto desde el que cayó Lara.
Brown escribía esto, el día después del suceso en la Noroeste del Mt. Wake: «Durante todo el día habíamos estado de buen humor, perpetuando bromas constantemente. Subir con ella era muy agradable, una compañía insuperable. Ninguna conversación era aburrida. Siempre estaba dispuesta para enfrentarse a un desafío. Acaricio el tiempo que pasamos juntos».
Fuentes: 59a2.org, Mike Gauthier, rememberlara.blogspot.com, Seattle Times, U.S. Forest Service, Climbing.com, seattlepi.nwsource.com
Foto de portada: Lara Kellog / Col. Lara Kellog