La historia de la confección de los sacos de dormir se podría remontar siglos, si atendemos a los primeros prototipos que eran rudimentarias mantas cosidas a modo de bolsa, con algún tejido más grueso en la parte inferior.
Pero fue con el montañismo cuando surgió la necesidad de conseguir más aislamiento. Según citan los especialistas, la primera empresa que comercializó sacos con acolchado fue la compañía noruega Ajungilak, en 1890, con una construcción tipo sándwich, con una tela interior, otra exterior y un relleno entre medias.
El material que se utilizaba en un principio de relleno era algodón o algún otro tipo de fibra vegetal como el kapok, si bien solo unos años después ya fue sustituida por la pluma o el plumón, ante su evidente superioridad en cuanto al aislamiento y ligereza.
Ya en 1982 hay constancia de que Albert Mummery utilizó sacos de plumas en sus expediciones al Himalaya.
Con la aparición de la fibra sintética hacia 1935 se empezó a utilizar también este material como relleno de los sacos, dando lugar desde entonces a la disyuntiva entre fibra sintética o fibra natural (pluma o plumón).
Las ventajas de cada una son bien conocidas: la fibra sintética soporta bien la humedad, pero pesa más y tiene menos aislamiento, mientras que la pluma sigue imbatible por su capacidad aislante y su ligereza, pero pierde propiedades cuando se moja.
Entre las propuestas para conseguir un mayor aislamiento en los sacos destinados a altitud, estaba la construcción de “doble saco”, que básicamente consistía en meter un saco dentro de otro, lo que también generaba un notable aumento de peso.
La inclusión de la pluma trajo la necesidad de un tipo de construcción que posibilitara su reparto equilibrado a lo largo de todo el saco, sin que quedara apelmazada en una parte en concreto y a la vez que no se comprimiera para que no perdiera su capacidad de hinchado (loft), que es en realidad lo que proporciona el aislamiento, al retener el aire que nuestro propio cuerpo calienta.
Cosido: es la más básica, simplemente la tela exterior y la interior se cosen juntas, formando así los tabiques. Se suele usar en chaquetas, pero no en sacos pues generan puntos fríos en las costuras, donde queda sin relleno.
Construcción en caja se cose una pieza de tela adicional entre cada tabique, de forma que separa el material de relleno, sin que la tela exterior e interior lleguen a juntarse, a modo de “caja”. Además de minimizar los puntos fríos, permite que el plumón se hinche más.
Construcción trapezoidal similar a la anterior, pero con un diseño en diagonal que limita el desplazamiento del plumón dentro del mismo tabique.
Los tabiques
Existen distintas formas de confeccionar los tabiques, desde la más básica, que es cosiendo la tela de fuera y la de dentro, hasta las de forma de caja o trapezoidal, como vemos en las figuras, que son las más habituales en los sacos de montaña, pero no las únicas.
La necesidad de los tabiques para los sacos de plumas ya ha quedado explicada, pero no solo estos los emplean. Los modernos desarrollos de fibras disgregadas en copos que imitan el plumón, y por tanto también susceptibles de esparcirse de forma desigual por el saco, también requieren de compartimentos para su correcta distribución.
Ejemplos de estas fibras serían el AirThermo que utiliza Robens o el ThermoPlume que fabrica PrimaLoft para distintas marcas, entre otros.
Además de la construcción del tabique, también su forma, altura y orientación afecta a su capacidad de retener el aire caliente. Si los tabiques son demasiado grandes, corre el riesgo de que se desplace la pluma por el interior del mismo, mientras que si son muy pequeños, disminuirá su capacidad de retener el aire caliente al disponer de menos espacio, además de añadir peso al conjunto.
Hay fabricantes que rellenan cada tabique de forma individual, con mayor o menor cantidad de material (ya sea fibra o pluma) en función de las necesidades de esa parte del cuerpo. Por lo general, la zona del torso y de los pies es la que lleva más cantidad de relleno, pues es más propensa al enfriamiento.
También los distintos modelos pueden presentar tabiques horizontales (lo más habitual) o bien verticales o en diagonal, siempre buscando la máxima eficiencia térmica.
También puede haber variaciones en el llamado “corte diferencial” de cada saco, que es la diferencia de tamaño entre el tejido exterior y el interior. Cuanto más grande sea esta diferencia (mayor el tejido exterior que el interior), más plumón o fibra podrán alojar los tabiques, pero también aumenta el riesgo de apelmazamiento o de aparición de puntos fríos.
Hay marcas que proponen modelos híbridos, bien introduciendo tanto pluma como fibra sintética en el mismo tabique, o bien con una primera capa interior de pluma en tabiques y una capa adicional de fibra. Un ejemplo de esto último es el saco WarmCube de Marmot.
La forma
Además del tipo de tabique, los sacos pueden tener distintas formas. La más básica es la rectangular, a modo de manta plegada, que permite una total movilidad, pero por eso mismo el aire que deja es excesivo para que nuestro cuerpo pueda calentarlo, con lo que se emplea únicamente para sacos destinados al verano, con temperaturas suaves.
El más habitual para las actividades en montaña es el tipo “momia”, que reduce el espacio vacío que hay entre nuestro cuerpo y el tejido, que se ajusta al contorno del cuerpo. Un diseño intermedio entre los dos anteriores sería el tipo cilindro, que igualmente se estrecha en la zona de los pies y de la cabeza, pero sin ser tan pronunciado como el tipo momia.
Otros elementos
En un saco técnico para actividades en montaña hemos de buscar características como:
- Zona de la cabeza preformada, que se ajuste bien y disponga de un cordón para poder abrirlo o cerralo fácilmente, regulando así la temperatura corporal.
- Collarín térmico, que es básicamente un tabique adicional en la zona del cuello, con la misma función de impedir que se escape el calor, y que se pueda ajustar.
- Cremallera de buena calidad y preferiblemente con doble cursor (que se abra en ambas direcciones), que tenga por dentro una tapeta aislada para evitar que se escape el calor por este punto frío.
Tampoco están de más otros detalles, como un pequeño bolsillo interior, que puede servir para guardar por ejemplo las baterías del frontal o de algún otro dispositivo electrónico que pueden sufrir si la temperatura exterior es muy baja.
Piensa también que, además del relleno, la construcción, los tejidos exterior e interior y el resto de detalles, hay otros factores externos al mismo saco que también pueden influir en si pasamos frío o no, como puede ser nuestro cansancio, la sensibilidad al frío de cada persona, la alimentación, la superficie sobre la que dormimos…
Si tenemos el hábito de dormir bajo las estrellas, probablemente disfrutaremos más fácilmente de la experiencia.
Eva MARTOS