En 1974 realizó su primera expedición, según él, la más especial. Una viaje en coche al mismo corazón de África, de donde se trajo el monte Kenia y el Kilimanjaro. Un cuarto de siglo después, un inacabable torrente de anécdotas, historias, cumbres, amigos, dramas e imágenes han ido engrosando la trayectoria alpinística de Òscar Cadiach. Y durante estos 25 años de expediciones, hay una montaña que ha marcado su evolución personal, el Everest.
Òscar Cadiach ha estado cinco veces en las faldas de la Diosa Madre de la Tierra. Cinco expediciones que le han reportado la cumbre más elevada de la Tierra en dos ocasiones. Ayer, tras la presentación de su compañero y amigo Jerónimo López, pudimos conocer a través de su propio relato, cómo discurrieron ambas ascensiones, cada una por una vertiente de la montaña. Una proyección que nos mostró como ha evolucionado el himalayismo entre 1985 y 1993. Quince años en el Everest.
Con la llegada al Tíbet, ‘el país de la eterna sonrisa’, comenzó el recorrido por la tercera expedición de Òscar al Everest, en 1985. Una ascensión que le convertiría en el primer alpinista occidental en superar el mítico Segundo Escalón. Junto a Toni Sors y Carles Vallés, el alpinista catalán coronó la cima del Chomolungma por la ruta del collado norte, algo que hasta entonces sólo habían logrado dos expediciones chinas en, 1960 y 1975, así como una cordada japonesa en 1980 .
Foto a foto, Òscar nos fue contando todo el desarrollo de la expedición, desde la aproximación a través del glaciar de Rongbuk, hasta la aclimatación en cumbres cercanas, la instalación de los campamentos de altura y equipamiento de la ruta, y el ataque definitivo a la cumbre, en la que sortearon el Primer y Segundo Escalón, dos históricos resaltes rocosos, ligados íntimamente a la enigmática historia de George Mallory y Andrew Irvine.
Después de superar el Segundo Escalón, 40 metros de roca vertical, la cordada catalana empleó seis horas sobre la arista final, sorteando el conocido como Tercer Escalón. Tras esto, pudimos ver a los tres en el punto más elevado de la tierra, junto a los sherpas nepaleses que con ellos alcanzaron la cima del Everest. Eran las cinco de la tarde del 27 de agosto. Después, vendría un dramático descenso en el que estuvieron muy cerca de no regresar.
‘Good morning Mr. Mallory’
Dando un salto brutal, Òscar nos trasladó hasta la temporada 2000, en la que se coló en la piel de George Leigh Mallory, para realizar la reconstrucción histórica de Al filo de lo imposible sobre la expedición británica de 1924. Una historia que Òscar descubrió a los ocho años a través de un libro de viñetas que relataba la ascensión de los británicos, así como la conquista del Everest en 1953 por Edmund Hillary y Tensing Norgay.
Junto al nuevo Sandy Irvine, Alberto Ceraín, realizaron una ascensión por la vía del collado norte con los mismos equipos que utilizaron los alpinistas británicos 75 años antes. Además de comprobar que con un día de buen tiempo, Mallory habría sido capaz de alcanzar la cumbre, Òscar también pudo constatar ‘que se pasa mucho frío con esa vestimenta’. Un atuendo que fomentó un curioso saludo por parte del resto de expediciones que se cruzaban por esta ruta: ‘good morning Mr. Mallory’.
Con un nuevo salto en el tiempo, esta vez hacia atrás, Òscar nos trasladó hasta el reino del Nepal, un país en el que estás observado por los ojos de buda. Desde las calles de Katmandú iniciamos un recorrido por la expedición de 1993, en la que Òscar alcanzó por segunda vez la cima del Sagarmatha, en nepalés, ‘la montaña que no puede ser sobrevolada por un pájaro’. Una ascensión que realizó por la ruta sur, la que siguieron Hillary y Tensing en 1953.
Una segunda ascensión que iniciamos con un ‘temerario’ vuelo desde Katmandú hasta el aeropuerto de altura de Lukla, desde donde el pequeño avión despega de regreso de un forma muy peculiar: se deja caer al vacío. Tras tomar tierra, comienza un trekking que atraviesa Namche Bazar, la capital del pueblo sherpa, donde hoy día el trueque está a la orden del día.
Ya en el campamento base, a los pies de la cascada de hielo del Khumbu, comenzamos la ascensión por la cara sur del Everest, que a través de fascinantes imágenes fuimos visualizando en todas sus etapas.
Sorteando los inquietos bloques de hielo de la cascada, atravesando el espectacular Valle del Silencio hasta la escarpada pared del Lhotse, y recorriendo las Franjas Amarillas y el Espolón de los Ginebrinos hasta el Collado Sur, una brutal explanada en la que se acumula la cara más oscura de las expediciones: una romería de botellas de oxígeno gastadas, que según Òscar, podrían superar los cuatro millares. Allí se suelen instalar los últimos campos de altura de todas las expediciones.
Desde allí, Òscar nos relató la sección final de la ascensión, que realizó en solitario, ya que su compañero de cordada, se retiraría a los pies del Escalón Hillary: un resalte de roca de 15 metros que ofrece una privilegiada vista del Techo del Mundo. Un momento en que, según él mismo confesó, un pánico especial le recorrió el cuerpo, porque el cielo se despejó y pudo ver delante de sí mismo la cumbre del Everest, por segunda vez.
Para terminar, y fruto de la curiosidad del público asistente, Òscar nos confesó preferir la expedición de 1985, en la que pasaron tres noches por encima de los 8.250 metros. Una ascensión más exigente que la de la ruta sur, que además supuso la primera occidental por la vertiente tibetana de la Diosa de las Montañas.