Las prisas y los encadenamientos ‘non stop’ volvieron a Yosemite el pasadoverano. Y lo hicieron de la mano de dos asiduos a la escalada ultra rápida enel valle californiano, Tim O’Neill y Dean Potter. De hecho, esta pareja aelevado a otro nivel esta vertiginosa especialidad con su encadenamiento en unsólo día del Half Dome, el Monte Watkins y El Capitán, una demostración de ‘sprint’bigwallero que se traduce en 80 largos y cerca de 2.300 metros de escaladavertical en menos de 24 horas. Por supuesto, sin olvidarnos de los kilómetrosacumulados destrepando las vías y cubriendo literalmente a la carrera lasaproximaciones a las tres paredes.
Aunque la escalada rápida no es algo nuevo en Yosemite -hace un cuarto desiglo que Jim Bridwell, John Long y Billy Westbay hicieron ‘The Nose’ en el día-, en laactualidad los encadenamientos en el menor tiempo posible han vuelto a ganarpopularidad entre los asiduos del valle. En 1999, el propio Dean Potter y HansFlorine, ‘demonios’ de la velocidad sobre el granito yosemitero, realizaronrespectivamente, la primera y segunda ascensión en solo del Capi y el HalfDome. En septiembre del mismo año, Potter y O’Neill ya realizaron un triplesalto mortal en 21 horas, con la ‘Regular’ al Half Dome, la ‘Steck-Salathé’ alSentinel y ‘The Nose’ al Capitán. Entonces la pregunta era ¿qué será lopróximo?
Comienza la carrera
La respuesta ha llegado este verano. Para O’Neill, encadenar la ‘Regular’ alHalf Dome (VI, 5.12 o 5.9, C1), la cara sur del Monte Watkins (VI, 5.9, A3) y ElCapitán por uno de sus itinerarios clásicos, ‘The Nose’ (VI, 5.9, A2), era unobjetivo obvio, no porque fuera más o menos factible, sino porque suponíahilar las únicas tres líneas de grado VI en paredes distintas del valle.
Comenzaron por el Half Dome a las diez de la mañana, donde escalaron lamayor parte de la ‘Regular’ con muy poquito material, incluso para especialista yexperimentados escaladores exprés como O’Neill y Potter. De hecho, tal y comoconfirma Tim, ‘algunas veces sólo había un seguro entre los dos’. Trasdestrepar este clásico muro de Yosemite, se fueron literalmente corriendo hastael Monte Watkins, donde, ante una vía de mayor dificultad, tuvieron que echarmano de más material, y por tanto, arrastrar más peso. Ya en la pared, sequedaron sin frontales cerca de la cumbre, culminando los 20 largos de la rutaen poco más de cinco horas.
¿Dónde está la furgoneta?
Con media jornada por delante, el siguiente paso era ‘The Nose’. Pero no tanrápido. De regreso a la furgoneta se perdieron, por lo que tuvieron quesepararse para hacer autostop, y llegar con un inesperado retraso hasta sucampamento móvil. Una vez allí, tocaba reponer fuerzas a base de sándwiches,y con diez horas por delante, se plantaron en la base del Capitán.
Sólo entonces O’Neill se dio cuenta de que había olvidado los camalots másgrandes, por lo que se vieron obligados a meterse en la pared con un friend delnúmero 1 como pieza más grande. Con descuidos incluidos, pisaron la cima delCapi muy cerca del límite horario, desplomándose literalmente en la arboladaladera que corona esta clásica mole granítica. Solo un enjambre de abejascarnívoras -atraídas seguramente por la multitud de sus ‘heridas de guerra’-les obligó a iniciar el descenso, tras el que O’Neill admitía un sentimientoagridulce: ‘realizamos lo impensable, pero no pensábamos que acabaríamos tanexhaustos’. No es para menos. Escalaron un promedio de 100 metros por hora. Comose preguntaron en su día los asiduos del valle, ¿qué será lo próximo?