Dani Moreno, Edu Marín y Marco Jubes ya están de vuelta a la civilización después de su aventura escaladora en Venezuela y Colombia, donde se adjudicaron una interesante primera repetición y firmaron una visionaria apertura. El terceto de escaladores, con un alto nivel de escalada deportiva y que llevan un tiempo haciendo camino en la escalada tradicional y las grandes paredes, ha contado más detalles acerca de 8 amaneceres, el itinerario que abrieron en la gran bóveda de la cara este del Ritacuba Blanco (5.410 m), el pico más alto de la Cordillera Oriental de los Andes de Colombia.
Aclimatación en Venezuela
El primer destino de su viaje de escalada fue Venezuela, donde se tuvieron que enfrentar a un recalcitrante mal tiempo para intentar aclimatar a las alturas andinas. En el macizo Bolívar, realizaron la primera repetición de la vía Desheredados del plástico (180 m, 8a), situada en el Cañón del Diablo a una altura de 4.700 m. La meteorología empeoró notablemente después de ese encadenamiento, con la llegada de unas inusuales nevadas.
Así pues, el equipo formado por Edu Marín, Marco Jubes (ambos como miembros del Centro de Tecnificación en Alpinismo de Catalunya), Dani Moreno, Toti Valés (director del CTAC) y los escaladores locales Juan Pablo Caballero, Rafael Olivares, Ricardo Cancelado y Raphael Escavo se trasladaron a Colombia para enfrentarse al segundo de sus objetivos, el Ritacuba Blanco.
La bóveda del Ritacuba, 8 amaneceres
En la impresionante cara este de esta montaña había cuatro vías preexistentes, pero ninguna de ellas recorría la gran bóveda que ocupa la parte central de la pared. Una bóveda desplomada que ya había sido intentada en ocasiones anteriores, aunque sus techos siempre se habían mostrado inexpugnables. Ese fue el objetivo que atrapó al terceto de escaladores. “Esta bóveda era como algo utópico en Colombia, muy codiciada, la había intentado gente pero nadie había conseguido abrirla todavía”, comenta Dani Moreno, quien explica que “nos decían que cambiáramos de objetivo, que íbamos con muy pocos días, pero los tres ya la teníamos metida en la cabeza”.
De este modo, iniciaron el trabajo en la pared con sólo ocho días por delante. La línea empieza a la derecha del muro, compartiendo primer largo con el inicio de Tierra de cóndores (800 m, 7a+) hasta la repisa en la que montaron su campamento en la pared. Desde allí, realizaron una travesía de unos 100 m hacia la izquierda (a pie) hasta el inicio de la bóveda, para iniciar la escalada del terreno virgen.
Sin tiempo para descansar, los ocho días de trabajo en la pared consistieron en: “1º Levantarnos, al principio a las 6 de la mañana, luego como veíamos que íbamos muy justos a las 5:30 y el último día (el día que terminamos la vía) a las 4 de la mañana. 2º Yumarear hasta el punto más alto alcanzado; como el primer día abrimos dos largos de 50 m, a partir del segundo día teníamos que yumarear unos 200 m, que se iban incrementando a medida que íbamos abriendo. 3º Abrir, nos íbamos turnando, un largo cada uno. 4º Petatear todo el material hasta la última reunión abierta. 5º Rapelar hasta la repisa donde dormíamos”. Una rutina fatigante y todavía más dura por el hecho de que el sol abandonaba la pared a las once de la mañana y la sumía en el crudo frío de la alta montaña.
Pendiente de liberación
La apertura de 8 amaneceres fue realizada con “chapas donde era imposible proteger de otra manera o donde eran necesarias para evitar roces de cuerdas, ya que teníamos que ir fijando para poder petatear y subir yumareando los días siguientes”, señala Dani Moreno. “Hasta el último día no sabíamos si íbamos a poder salir de la bóveda, ya que se nos atragantó el L5, en el que hay bastantes spits (era el último taladro y para ahorrar batería metimos spits). Una vez salimos de la bóveda abrimos otros dos largos más (sin ninguna chapa, ni en las reuniones), hasta dar con la repisa donde acaba la vía Tierra de cóndores, por la cual rapelamos medio de noche”. No tuvieron tiempo ni llevaban el material adecuado (crampones) para recorrer los aproximados 150 metros que todavía quedan desde el final de la vía hasta la cumbre del Ritacuba Blanco.
Después, todavía tocó desmontar las cuerdas fijas y desandar la aproximación hasta el campo base situado en la Laguna del Avellanal con 30 kg a la espalda. El resultado final son siete nuevos largos (unos 350 m de escalada) que, sumados a las travesías, al tramo inicial común con Tierra de cóndores y a los 150 m finales hasta la cumbre resultan en casi 900 metros de exigente itinerario. La línea fue abierta con dificultades de hasta 7b y A3. Dani Moreno, Edu Marín y Marco Jubes se quedaron sin tiempo para intentar la liberación de los largos, cuyos grados en libre estimaron en L1 7c+ (50 m), L2 7b+ (50 m), L3 7b+ (50 m), L4 7c+ (50 m), L5 8a+/b (50 m), L6 7a+ (40 m), L7 7a+ (60 m).