
Las Siete Cumbres, antaño proyecto hermoso, comenzó a perder lustre cuando lo deportivo de su propuesta dejó de depender de la fuerza y el ansia y se fue encaminando hacia una mera (y elevada) inversión económica. Dentro de esta aventura hacia los siete puntos de mayor altura de los seis continentes y América del Sur, se encuentran el Everest, el Aconcagua, el Elbrus, el frío MacKinley, el «derretido» Kilimanjaro, el antártico Vinson… y la Pirámide de Carstensz, en Oceanía.
La Pirámide de Carstensz estaba considerada, desde hace algún tiempo, como una cumbre bastante asequible técnicamente (ronda el V grado) y abierta al turismo. Nada más lejos de la realidad. Juan Huisa es sevillano y anda liado con sus Seven Summits. Junto a su compañero Pedro López, acaba de regresar de la Pirámide y ha sido recibido vivamente por su familia y amigos en el aeropuerto. En Oceanía ha disfrutado de una aventura total, tanto en la montaña (cuyo entorno y enclave remoto hacen de ella una cima más complicada de lo que se presume) como fuera de ella. Mejor nos lo cuenta él, y es que las montañas no son sólo su cumbre, son también el lugar donde moran y las gentes que las habitan.
Una aventura total
«En 2003 vivimos unos de los momentos mas tensos de nuestras vidas, intentábamos subir al legendario Puncak Jaya o Pirámide de Carstensz, pero la situación política y las guerrillas locales eran muy inestables, así y todo nos adentramos hasta el corazón selvático de la isla, en Ilaga. Donde comprobamos en primera persona la complicada situación, el ejercito nos cortó el paso y pasamos cuatro días sin saber si saldríamos enteros de allí, llegando incluso a presenciar una reyerta que se disolvió a tiros.
Tres años después, con la reciente noticia de apertura de esta montaña, nos aventuramos nuevamente. En esta ocasión el acceso sería por Timika, atravesando las minas Freepor, las más importantes del mundo en oro, plata y cobre. Tras un viaje relámpago, llegábamos a Timika y envueltos en un gran misterio y secretismo, atravesamos las minas primero en un coche oficial de la policía y luego nos cambian al de un operario. Llegamos de noche a Cebra Wall, comienzo del trekking, y durante seis horas ascendemos cargados hasta campo base. Llegamos tocados y de madrugada, sólo un día para descansar y en menos de 24 horas ataque a cumbre.
El panorama era un poco intranquilizador, cansados, de noche y lloviendo ascendíamos hasta la base de Pirámide, 600 m. de roca caliza, se abrían encima de nosotros. Las horas iban pasando, el cansancio comenzaba a ganar la batalla, la roca mojada y cortante iba desgarrando nuestras vestimentas (guantes y gore), un sinfín de maniobras técnicas (paso de nudos, destrepes, oposición, cambio de cuerdas, escalada, rapeles, tirolinas, etc…) hacían emplearnos a fondo. Hasta que al final fuimos recompensados con la ansiada cumbre, aunque la montaña nos privo de disfrutar de las magnificas vistas. El descenso fue tenso e interminable, pero la cumbre estaba hecha.
La salida por la mina fue igual, comprobando que el acceso legal no existía, sino que un operario de la mina y un mando policial estaban sobornados para meternos de forma camuflada, en aquel sitio que se asemeja más al planeta Marte. Escondidos en los coches y ataviados con ropas de operarios salimos de allí.»