De nuevo, el Dhaula se ha convertido en una montaña infranqueable para estos escaladores. Así, Iván y su único acompañante, el sherpa Sete, se ha visto obligados a desistir en su empeño de llegar a la cima del Dhaulagiri. El mal tiempo, las grandes nevadas y las duras condiciones del tiempo, no han hecho posible la consecución de esta cumbre. Otra vez será… en unas condiciones así, no se puede arriesgar, poniendo en peligro la estabilidad física. De esta manera, lo relata Iván Vallejo en su crónica, en la que cuenta cómo transcurren los minutos desde que se inica el ascenso del Campamento Base hasta que se toma la decisión de abandonar.
Con este abandono, Iván Vallejo da por finalizadas sus expediciones para este año 2006 que a pesar de los inconvenientes, el propio escalador lo califica de estupendo.
Un comienzo lleno de esperanzas

Éstas son las algunas de las palabras de Iván Vallejo que a través de sus ojos, nos acercan a lo vivido allí durante esos días. “De acuerdo a lo planificado, el lunes 16 salimos a las siete y media de la mañana desde el CB con destino al C1. Nos encontramos con la primera gran sorpresa al llegar al glaciar roto y descompuesto por el que, muy a pesar nuestro, teníamos que cruzar hasta alcanzar el valle de hielo que conduce al C1″.
«Había un sector entre dos banderines verdes fosforescentes dejados por los amigos suizos, que siempre me pareció extremadamente peligroso porque era como ir saltando sobre unos enormes cubos de cristal que apenas se sostenían entre ellos por la arista o el vértice enAl llegar a ese sector, que sin duda era el que más temía recorrer, comprobamos que el inmenso castillo de vidrios se había desplomado íntegramente y en su defecto nos había dejado un profundo y oscuro vacío sin camino evidente para cruzar. Los veinte minutos que nos tomó resolver ese tramo se me hicieron eternos, todo era un desorden total, no sabíamos por donde seguir y cada paso que dábamos por encima de los bloques rezábamos porque no se cayeran bajo nuestros pies».
Una vez superado este tramo, Iván Vallejo continúa su travesía hacia el C1. “Después de cruzar el valle de hielo y meternos en el contrafuerte que va hasta el C1 tuve la segunda sorpresa: la nieve que había caído los tres últimos días era abundante y extremadamente blanda, guardaba la esperanza de que más arriba el terreno tuviera mejores condiciones”.
Amanecer incierto
Ubicados y en el Campamento 1, los dos expedicionarios decidieron hacer noche para continuar al día siguiente con la ascensión. “A las nueve y media de la mañana del martes arrancamos de camino al C2 con la gran sorpresa de que había más nieve, como era de suponerse, pero tremendamente floja. Al llegar a 6 100 m el tema fue para peor, la nieve era más blanda y nos hundíamos hasta los muslos, teniendo en cuenta que en la mochila llevábamos casa y comida para tres días, ya se podrán imaginar el padecimiento que era sacar una pierna para que la otra vuelva a hundirse».
«A partir de entonces más por testarudez que por convicción peleé la última hora y media hasta llegar al sitio del C2 a 6 400. Dejé la mochila a un lado y me lancé un poco más arriba todavía para comprobar con pena que sobre nosotros la nieve estaba aún en peores condiciones. el que se encontraban”. Es en este momento cuando los dos deciden que es el momento de parar y volverse antes las incógnitas que se pueden encontrar si continúan más adelante y que pueden poner en peligro sus vidas.
Peligroso descenso

Aunque la subida había sido muy complicada, la bajada no prometía mucha seguridad por lo que la tensión ante lo que podía pasar era inevitable. Iván Vallejo y Sete, comenzaron el descenso por el mismo lugar que ya siguieron el año pasado cuando intentaron el ascenso al Dhaula, bajar por el roquedal.
«El y yo bajamos despacito, hundiendo los crampones con la fuerza estrictamente necesaria para no romper el equilibrio tan frágil en esa especie de lodo congelado. Al llegar un poco más abajo de la mitad de la ladera, nos topamos con un resalte vertical de unos diez metros de alto. Roca cortada a pico delante de nosotros. Busco alguna roca en la que podamos enlazar un pedazo de cuerda, pero todo es inestable.”
Cuando las esperanzas ya estaban casi extintas, una nueva sorpresa hacía elevar de nuevo sus ánimos. “usto sobre mí, a dos palmos de mi cabeza, dos clavos de roca hundidos en una fisura apenas visible por la arenisca que la tapa”. Me preocupo de revisar que estén bien colocados, uno de ellos lo debo volver a poner y entonces queda lista la protección. Sin más, Sete baja primero mientras yo cuido que no se muevan el par de clavos; uego bajo yo y después de eso lo que nos queda es sencillo: una especie de arena congelada en donde los crampones muerden tan fácil como el ratón al queso fresco».
Vuelta a casa
De camino ya hacia el campamento base, se espera que regresen hoy hacia Katmandú. Ambos escaladores se sentían felices por haber llegado hasta ese lugar y con la mismas ganas e ilusión de volver de nuevo a escalar esas montañas. Asimismo, el propio Iván Vallejo cerró su crónica agradeciendo el apoyo mostrado por todos aquellos que le han seguido en cada uno de sus pasos dados hacia la cumbre del Dhaulagiri.