
La Expedición Pirineu de Girona, que coronó la cima del Everest el pasado 17 de mayo, decidió intentar un segundo asalto a la montaña, intento que tuvo que abandonar debido a problemas físicos, logísticos y por un cambio del tiempo. Y en el Kangchen, Iván Vallejo nos relata desde el Campo Base, su ataque exitoso a cima, realizado el pasado 22 de mayo junto al portugués Joao García.
De la expeción catalana, cuatro de los seis miembros iban a realizar el segundo ascenso, aunque sólo uno de ellos, Arnau Juliá, emprendió el ataque el lunes 22 de mayo, del que hubo de desistir después.
Arnau Juliá consiguió llegar al Campo III, situado a 8.300 metros de altura, y pasó allí la noche en solitario. Sin embargo, un cambio repentino del tiempo hizo que la ascensión se volviese peligrosa, lo que le obligó a regresar.
Por otro lado, cuando Rafael Fuentes y Lluís Julià se preparaban para iniciar el segundo ataque, el fuerte viento que se encontraron les hizo tomar la decisión de regresar al Campo I (7.100 metros). Jordi Servosa por su parte, que ya había acompañado a Joan Cardona en el primer ataque a cumbre, decidió no continuar ya que no se había recuperado totalmente de unos problemas físicos.
El jefe de la expedición, Joan Cardona, también había planificado hace unos días su segundo ataque a cumbre sin oxígeno, aunque también ha renunciado a él para recuperarse del esfuerzo realizado. El 28 de mayo, los gerundenses esperan la llegada de los yaks que portarán el material para poder iniciar la vuelta a casa.
En el Kangchenjunga

Ayer por la noche, a las 9 exactamente, llegué junto con mi compañero de cima Joao García, de Portugal, al abrigo del Campamento Base después de dos extenuantes días de descenso. ¿Qué largos y angustiosos fueron estos dos días!, no veía el momento de llegar y dejar de andar, dejar de caminar. Las dos últimas horas especialmente, desde el Campo I al Campo Base, sufrí mucho porque vomitaba continuamente debido al agotamiento en el que me hallaba, y lo único que expulsaba eran bilis, porque en tres días no había comido casi nada.
Pero al fin llegué al Campo Base, lloré mucho, abracé a Tilok, el cocinero; a Daki, la esposa de Ang Nuru y me senté a seguir llorando a disfrutar de la felicidad de que estaba a salvo para contar la historia de la cima de este Kanchegjunga precioso que de seguro es una de las montañas que más huella dejará en mi vida…
Llegada al Campo IV
El miércoles 17 de mayo españoles y sudamericanos salimos desde el Campo Base con rumbo al Campo II, para nuestro intento a la cima. Ese día llegamos directamente al Campo II como era el plan. Al siguiente día, jueves 18, subimos desde el Campo II hasta el Campo III (7.250 metros). Allí hicimos una parada de un par de horas y continuamos directamente hasta el que sería el Campo IV a 7.700 metros. Fue una jornada muy larga y extenuante teniendo en cuenta que cubríamos un desnivel de casi mil metros y que llegaba a la cota cercana a los ocho mil metros.
Plantamos dos tiendas, una grande en la que se alojaban los cuatros españoles y una pequeña en la que íbamos Fercho y yo. La tarde estaba clara y despejada pero hacía frío, eso nos hacía suponer cómo estarían las condiciones en la madrugada inmediata.
A las dos y veinte de la mañana salimos desde los 7.700 metros pensando en la cima. Efectivamente hacía frío y cuando soplaba el viento, más todavía. En toda la rampa empinada que conduce hasta casi la arista de cima nos fuimos turnando para abrir huella en la nieve fresca, un trabajo muy agotador si se toma en cuenta que estábamos cerca de los ocho mil metros y hacía mucho frío, mis pies, sobre todo el derecho tenía mucho dolor. El termómetro marcaba 28º bajo cero.
La tormenta repentina
A las diez de la mañana estábamos cerca de los 8.200 metros, psicológicamente más animados porque ya nos abrigaba el Sol. Continuamos subiendo.
A partir de las once de la mañana empezó a envolvernos una especie de ventisca que al inicio fue soportable, ligera, pero que lamentablemente fue en aumento hasta que al medio día se transformó en tormenta; el altímetro marcaba 8.375 metros y con mucho pesar veíamos que era imposible continuar. Todas las opiniones coincidían en que debíamos darnos la vuelta.
En medio de la ventisca y con los sentimientos revueltos yo bajaba preguntándome por qué este Kangchenjunga estaba siendo tan duro conmigo, ¿se trataba de algo personal o qué? Cuando llegamos al Campo IV seguía rugiendo la tormenta lo cual nos daba un poco de alivio por la decisión tomada, levantamos las tiendas de ese campo y en el descenso hacia el Campo III, la tormenta fue amainando y para las tres y media de la tarde la cima del Kangchenjunga y sus alrededores estaba bellamente despejada.¡Qué dolor!. ¡Qué angustia!. ¡Qué pena!.
Y mis preguntas inmediatas eran: ¿Es qué tanto esfuerzo, tanta dedicación, tantas horas de entrenamiento y tantas ilusiones se tenían que acabar ahora, así, de un plumazo por una infeliz tormenta de cuatro horas?.
Cuando llegué al Campo III estaba deshecho, había trabajado tanto por esta montaña y una tormenta, esta sí con dedicatoria, nos terminaba enviando al traste todas las ilusiones. Esa noche no dormí nada, sufrí mucho, hasta que cerca del amanecer le escuché al Kangchen y entendí lo que me quería decir. Me decía que hiciera un intento más, que me uniera con Joao García de Portugal que era de la expedición de Ralp Dumovich y que por razones del destino, a esas alturas del partido, Joao se había quedado sin compañeros de expedición y venía ya en camino con la intención de subir solo a la cima del Kangchenjunga.
El regreso de Al Filo
Ya está, esa era mi oportunidad. Eso era lo que me quería decir el Kangchenjunga, que lo intentara una vez más, aunque eso significaría un brutal esfuerzo físico.
Participé a mis amigos la idea de un nuevo intento con Joao en vista de que el clima iba para mejor, pero la propuesta no tuvo mucha acogida y con razón, porque significaba intentar una vez más la cima, enseguida, sin descanso, sin bajar al Base, pues Joao ya estaba de camino al Campo II.
Me dio miedo lo descabellado de la idea, me tomé unas horas para pensarlo bien y al final le dije al Fercho: Hermano, me quedo, creo que esta es la única oportunidad que nos queda. ¿Te animas?
Al pobre Fercho le puse a sufrir con mi decisión. Al final fue muy honesto al decirme que semejante esfuerzo, el de un nuevo intento sin poder descansar como se debe después de bajar de un ocho mil (pues así resultaba ya que habíamos llegado a 8.375), era demasiado para él. Al medio día del sábado 20, Fercho junto con los españoles se bajaban al Campo Base y yo me quedaba solo con mi decisión esperando a Joao García en el Campo III a 7.250 metros.
Esperada coronación
El Domingo 21 nos juntamos en el Campo III y continuamos hasta el Campo IV. A las 3.20 de la madrugada del Lunes 22 de mayo, salimos rumbo a la cumbre, dos minúsculos seres humanos enfrentados a una montaña enorme, impresionante y preciosa.
De cómo fue nuestra ascensión de bella, de dura, de angustiosa pero con un final maravilloso les cuento en las próximas entregas. Tengan paciencia por favor, pues ahora mismo ya estamos haciendo los bultos para volver a la incivilización. Los porteadores los tengo prácticamente encima de mi cuello.
Lo que cuenta ahora es que a pesar de mi cara quemada por el frío, mi estómago destrozado por la ansiedad y por haber comido tan poco y tan mal casi una semana y mi cuerpo acusado por la enorme deshidratación, estoy feliz, inmensamente feliz porque a pesar de mis miedos, de mis dudas, de mis preocupaciones y angustias confié en mi mismo y pude dar los pasos que debía hasta llegar a la cima de esta preciosísima montaña que no me ha regalado absolutamente nada pero me ha dado absolutamente todo.
Fuente: girona-everest.com, ivanvallejo.com