La primera parte del proyecto de Al filo de lo imposible en la Antártida se cerró con un rotundo éxito: la culminación de la mayor travesía sin apoyo mecánico ni asistencia externa en el continente helado (Transantártica 2005), de la mano de Ramón Larramendi, Juan Manuel Viu e Ignacio Oficialdegui. La segunda, llevó a otro equipo del programa a explorar otros terrenos igualmente salvajes, y de características bien diferentes, tal y como nos ha contado Sebastián Álvaro, director de Al filo.
Mientras Larramendi y compañía recorrían la interminable llanura helada que conforma el casquete polar, Carmen Portilla y José María Castellví buceaban (y filmaban) por debajo del mismo, compartiendo las gélidas aguas antárticas con la fauna marina del continente helado. Y volviendo a tierra firme, José Carlos Tamayo, Esther Sabadell, Alex Txikon y Sebastián Álvaro escalaban algunas de las montañas menos visitadas y salvajes de la Antártida. Monte Scott, el Shackleton, el Wandell…
Apertura en el Shackleton
Empezaron por el Monte Scott, que según Sebas no debe contar con más de diez ascensiones, y coronaron los cuatro. Le siguió la cima del Monte Mill, y posteriormente el Shackleton, quizá el más técnico de todos (tiene apenas tres o cuatro ascensiones, asegura Sebas), y donde Tamayo, Esther y Alex abrieron una nueva y difícil vía en hielo.
Además, el descenso se complicó, porque el exceso de nieve impidió que lo hicieran por la que parecía ruta normal del Shackleton (no llevaban suficientes estacas), así que tuvieron que destrepar la pared que habían ascendido, que Sebas compara a la norte de las Droites, asumiendo el compromiso de no poder caerse.
Por debajo de la Antártida
Remataron con el estético, mítico y virgen Monte Wandell, ubicado en la isla de Booth, y que funciona como faro para los barcos que navegan por el Estrecho de Lemaire. «Fue una ascensión muy bella, muy bonita, pero no llegamos a pisar la cima. Nos quedamos a unos diez metros, por debajo de un hongo enorme que estaba completamente inaccesible, pues la nieve estaba muy suelta, se caía constantemente».
Equipo especial, trajes estancos, inmersiones siempre inferiores a media hora… Con el agua por debajo de 1º C de temperatura, bucear y filmar por debajo del hielo antártico se convirtió en un delicado reto para Al filo, y los dos especialistas que se encargaron de ello, Carmen Portilla y José María Castellví. El programa cuenta ya con fascinantes imágenes de la parte sumergida de icebergs, así como de la fauna marina antártica, sumamente numerosa.
Especial Antártida

Y es que, en contraposición a la ausencia de vida animal por encima del hielo, el océano antártico es, según nos cuenta Sebas, el más rico en fauna de todo el planeta. «El filoplacton que va ligado a los icebergs se desprende en verano, y eso genera mucho krill (pequeño crustáceo) del que se alimenta toda la cadena alimentaria. Tanto a pingüinos, peces, focas y ballenas, como a los depredadores (orcas, focas leopardo…) que se alimentan de éstos».
De todo esto, la Transantártica 2005, y todo el bagaje y experiencias anteriores de Al filo en la Antártida, Sebas y el equipo del programa prepara ya una emisión especial dedicada al continente helado, que constará de unos seis capítulos, y se emitirá presumiblemente el próximo otoño.