II PARTE

Sueños de Invierno, el Naranjo a la hora rusa (II Parte)

En esta segunda parte del viaje épico del equipo ruso, Atatoly Moshnikov nos relata su viaje épico desde Rusia hasta la cima del Urriellu.

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La historia (1)

Está claro que las frases severas de la redacción, no pueden reflejar todos los sentimientos de esta aventura.
Después de los agitados acontecimientos sucedidos en Yosemite (E.E.U.U.) en el Campeonato ruso de escalada, durante el otoño pasado, los días pasaban grises y tranquilos entregados al trabajo diario. El mal tiempo no mejoraba el humor, y sólo las salidas de fin de semana al rocódromo natural de los alrededores de San Petersburgo mantenían el espíritu a la espera de la llegada del invierno que se avecinaba.

Estábamos hablando con cierta apatía sobre una salida invernal al Matterhorn, cuando llegó un e-mail de nuestro amigo Fernando desde España con un artículo con fotos, sobre la ascensión invernal a un tal «Picu Urriellu», que se encontraba en el norte del país. Unos cuantos días analizando la información cambiaron nuestro humor. Países lejanos de nuevo nos ponían en camino. Claro que la preparación ocupó bastante tiempo, llamar a buenos amigos a tomar parte en este viaje, recibir la invitación para el visado Europeo (gracias a Jean-Claude Marmier), buscar en mi desván y en el de mis amigos el material necesario, y mil y una cosas más que fueron llenando nuestro tiempo a la vez que requerían de nuestra atención. A veces explicar a la familia por qué te vas otra vez, resulta más difícil que subir la propia montaña. En realidad no sabíamos muy bien a qué nos íbamos a enfrentar, lo cual despertaba en nosotros cierta inquietud. Durante la noche sentí el vacío bajo mis pies, me caía y no podía hacer nada por remediarlo, sólo acertaba a gritar desesperadamente. Sólo cuando me vi en la cocina bebiendo un vaso de agua, pude darme cuenta de que todo aquello había sido un sueño.

Por fin llegó el momento de la partida. Hartos ya de solucionar problemas, estábamos plenos de felicidad cuando una fría mañana del invierno ruso, metíamos el material dentro de nuestro «Lada». Mirando la carga, no acertábamos a adivinar donde acomodaríamos a Viktor y Alexander, una vez los recogiéramos en Chamonix. El que el coche no quisiera arrancarse en los momentos iniciales no presagiaba nada bueno, de todos modos ya daba igual ¡estábamos en ruta!

Totmianine y yo teníamos el visado Shenguen y el de transito de Finlandia y Suecia, seguros y billetes para el ferry, y 3400 km. por delante. Posiblemente, si hubiéramos sabido todo lo que nos esperaba antes de salir, no nos hubiéramos atrevido a irnos en coche, aunque era una buena prueba que necesitaba del trabajo en equipo a lo largo de todo el viaje; yo al volante, mientras Totmianine no perdía detalle con los mapas llevándome al destino fijado, a pesar de ello ¡perderse teniendo buenos mapas también es fácil! Al principio todo iba sin mayores problemas. La tarjeta de crédito nos evitaba los engorrosos cambios de monedas, mientras nuestros amigos de distintas nacionalidades estaban contentos de encontrarse con nosotros, sus agradables charlas y amable hospitalidad nos confirmaban que «el camino sólo lo supera quien progresa».

Claro que surgieron algunos pequeños problemas, como cuando el coche cansado de tanta carga y no acostumbrado a la gasolina de 95 octanos se paró en una autopista, por suerte, el incidente se produjo en las proximidades de un área de descanso, lo que nos permitió llevarlo hasta lugar seguro con la ayuda de nuestras propias manos. En el ferry un alemán bien vestido, al saber que éramos de nacionalidad rusa se negó a compartir camarote con nosotros. No nos enfadamos, ya que «el alemán es el alemán».

Atrás quedaban Finlandia, Suecia y Alemania; entrábamos en Francia donde en su capital montañera «Chamonix», nos encontramos con nuestros compañeros, que ya no confiaban en que llegáramos. A pesar de haber padecido grandes avalanchas y un intenso frío en las Grandes Jorases, estaban llenos de optimismo, y a nuestro encuentro el espíritu ruso resurgió de nuevo.Francia pasó como un suspiro gracias a las perfectas carreteras, buen café y rocódromos en las áreas de descanso. Muy cansados y superada ya la frontera española, decidimos pasar la noche en un parquing al amparo de nuestros sacos de dormir.

Por la mañana continuamos el camino y por fin, después de 6 días de viaje, encontramos en Arriondas (Asturias) a nuestros amigos españoles. Fernando, Ana, Javier y Rosa (estos últimos habían venido desde Madrid). Tras los efusivos saludos iniciales se hicieron cargo de nosotros y nos acompañaron hasta el final del camino. Pienso que sin ellos hubiéramos empleado un día más en llegar a nuestro destino. En el lugar llamado «El Pozo de la Oración» nos paramos por un momento para por primera vez, observar la montaña. Fue algo muy fuerte, una pirámide oscura y fría se erguía majestuosa sobre un alegre paisaje verde. ¡Ya estábamos muy cerca! A partir de aquí lo que nos esperaba era una carretera increíblemente inclinada que terminó por calentar el motor de nuestro cansado coche, el cual se negó a avanzar hasta que saciamos la sed de su radiador. En las verdes praderas de Pandébano, rodeados de bonitas montañas, improvisamos una agradable merienda, nuestros amigos, un poco de vodka ruso, perfecto vino español y palabras calurosas, deseándonos suerte y victoria.

Las ganas de encontrarnos con la montaña eran intensas, así que cargados del material y acompañados por Fernando, nos adentramos en el misterioso mundo de las montañas asturianas.

La senda cubierta de nieve nos llevaba hacia arriba por un profundo valle que se iba estrechando, a la vez que nos descubría escarpados cañones y nuevas montañas sobre las que reinaba la aguda pirámide de Urriellu.
Los 6 días de inactividad del viaje provocaron un agotamiento inusual, a pesar de lo cual y con la noche ya encima, por fin alcanzamos el refugio.Para nosotros fue una sorpresa descubrir un edificio tal espléndido rodeado de montañas. Aquí el cansado alma del más caprichoso montañero, podría encontrar de todo, destacando sobre manera, una increíble hospitalidad.
Agua, comida, cama y calor ¿qué más es necesario para recuperar las fuerzas y salir nuevamente en busca de aventuras? Lo más increíble de todo, era que por encima de este conjunto se elevaba un monolito pétreo de gran belleza y con rutas de la máxima dificultad.

La historia (2)

La impaciencia nos invadía, así que al día siguiente decidimos probar la pared. Las rocas extraplomadas de los primeros largos rápidamente apagaron nuestro ardor inicial, mientras, un movimiento poco seguro, paró el tiempo. Una piedra grande con un crujido seco, se desprendió forzada por mi mano izquierda. Mi cuerpo inerte describió un péndulo precipitándose a gran velocidad sobre la pared. El grito de mi antiguo sueño que resonaba en mis oídos. Ciego del dolor me colgué de la cuerda de seguro. No tenía ningún pensamiento en la cabeza, solo dolor. La mano que se estaba hinchando alarmantemente me producía un sufrimiento insoportable, mi alma estaba apesadumbrada, ya que sólo existía una pequeñísima esperanza de que esto no fuera una rotura.

Me costó mucho, con ayuda de mis compañeros, alcanzar los pies de la pared para poder observar las lesiones con detenimiento. ¡Bien! Visto el aspecto que tienen doy el día por terminado, lo peor de todo es que la valoración de las consecuencias del golpe no auguraban nada bueno.La noche pasó llena de dolor y visiones extrañas, diferentes rostros y montes, dicen y murmuran algo incomprensible. A veces parecía como si tuviera dificultades para respirar ¡era horrible!

La mañana no trajo mejoría alguna, la mano me dolía, estaba muy hinchada, mientas el pie con no mucho mejor aspecto se negaba a andar.
Los compañeros salieron hacia la pared con aire triste y pesaroso, yo no mostré entusiasmo alguno, lo que acabó por minar más aun la moral del equipo.
Al finalizar la jornada, durante la cena, discutimos sobre el largo ya hecho. La escalada es de dificultad máxima, muy tensa y psicológicamente difícil. Lo agudo del extraplomo no deja relajarse y consume todas las fuerzas. La búsqueda de un lugar más o menos seguro donde poner algún empotrador necesita de mucho tiempo, y los sonidos sordos, producidos al meter las clavijas, hacen sudar hasta al que está asegurando.

Nuestro optimismo inicial se iba apagando. Sólo nos mantenían las conversaciones nocturnas con Ana, que a través del teléfono nos impregnaba de optimismo, ella en ningún momento dudaba que fuéramos a superar esta ruta. El orujo local, también era un buen acicate para relajarnos durante algún tiempo y olvidarnos de la perfidia de este organismo montañoso, que se reía de nuestra endeblez y miseria.

Durante tres días enteros «Sasha» y un poco «Vitia» abren metro a metro este fantástico extraplomo. Haciendo gala de una increíble paciencia llena de precaución y un riesgo calculado. Lenta pero constantemente íbamos conociendo al inexorable y horroroso «Picu Urriellu». Suerte que el tiempo nos era favorable y los vientos pasaban por otros lados, llevando al cielo el polvo de nieve, como diciendo «llegará vuestro turno…»

Poco a poco y gracias a los remedios antiguos, el hinchazón iba remitiendo, la pierna ya no dolía tanto y cabía en la bota. Por fin llegó el día, ya no podíamos retrasar más la salida. Por la noche decidimos que Viktor y Shasha saldrían mañana en cabeza, mientras que Nikolay y yo, iremos tras ellos con la carga y la hamaca un día después.La pared no quería rendirse, pero nadie hablaba de la lucha, no queríamos precipitar los acontecimientos. Con lentitud nos arrastrábamos hacia arriba, ¡habíamos cogido el ritmo a la escalada!

El moderno material nos facilitaba utilizar las más pequeñas escabrosidades de la pared, a veces nos podíamos asegurar bien, pero lo habitual eran puntos precarios de progresión que nos hacían aguantar la respiración y correr ríos de frío sudor por nuestro rostro, cuando veíamos como una piedra se precipitaba al vacío o como la pierna mal adherida a la roca se deslizaba amenazando con hacernos perder el equilibrio. Mis ojos reflejaban el miedo, por el contrario manos y pies bailaban una increíble coreografía vertical.

Cada día, al terminar el trabajo en la pared regresábamos a la hamaca en busca del reconfortador descanso. Unos movimientos complicados con nuestros seguros, un poco de equilibrismo nocturno y ya todos estamos dentro. La tienda nos defendía del frío, de la verticalidad, del mundo entero, pero esta defensa la sentíamos algo ilusa, parecía, como si fuera hubiera alguien que estuviera vigilando con muchísimos ojos. De todos modos, rodeado de los cansados amigos y bromeando con ellos, me sentía bien, un caluroso ambiente reinaba dentro de nuestro reducido habitáculo. Un poco de té en silencio, seguido del famoso orujo (el cual nos había ofrecido el amable guarda del refugio, Pipo) acompañado de palabras tranquilas, y el alma nuevamente recobraba su equilibrio a la espera del nuevo día ¡estábamos seguros! Durante la tercera noche la seguridad dejó de ser tal. Un movimiento torpe de Viktor, que se movió hacia el lado que nos pertenecía a Sasha y a mí, y la hamaca perdió su estabilidad. Un pequeño crujido hizo que nuestras pulsaciones se dispararan, las manos con movimientos convulsos se agarraron de la cuerda que colgaba sobre nuestras cabezas. La hamaca se inclinó con aire amenazador. Pasó un minuto. El tenso silencio era más elocuente que algunas palabras. Estuvimos tabulando las distintas soluciones, mientras utilizábamos las locuciones fijas del idioma ruso, las cuales a veces no ayudan a resolver el problema, pero dejan salir el «vapor interno». Un breve análisis de la situación y un rápido vistazo fuera, nos mostró, que el poste principal de la hamaca se había roto. Teníamos dos salidas: estar sentados sin movernos hasta que amaneciera para repararla a la luz del día, o comenzar los trabajos ahora mismo con el riesgo de caernos en la oscuridad.

Tras una corta discusión decidimos arriesgar. «Kolya» y «Sasha» desaparecen en la lóbrega noche, mientras Viktor y yo nos colgamos en los seguros disminuyendo el peso de la hamaca lo más posible. Después de media hora de sonidos raros y alboroto, nuestros compañeros consiguen construir una especie de llanta de un bastón telescópico y sujetarla con ayuda de cordinos para reforzar la barra rota.

Con mucho cuidado entran en la tienda e intentamos acostarnos. La noche pasa llena de sueños terribles. Me parecía que estaba cayendo y resultaba difícil respirar por culpa de un olor pestilente. Me desperté, con pereza abrí mis ojos y pude observar a menos de dos palmos de mi cara los pies de Viktor cubiertos por los mismos calcetines que llevaba desde el inicio de la ascensión, en vez de maldecirle me tragué mis vapores y le deseé felices sueños. Por fin mis párpados se fueron cerrando, eso sí, tenía la sensación de que aquello era el fin.

La mañana fue horrible, habíamos acabado el orujo y ya no podíamos reconfortar nuestras almas, que se afligían al levantar la vista y comprobar que la cumbre aún estaba lejos. Además el largo de pre-cumbre que era de escalada libre lo cual ya estaba en nuestros planes, no nos lo habíamos imaginado tan difícil como se presentaba.
Presionados por la pereza matutina parecía como si nunca fuéramos a encontrar el final de esta pared. «Sasha» se movía milagrosamente escalando en libre, ¡ya nos quedaba poco! De repente unos desesperados gritos que venían desde abajo reclamaron mi atención. En principio no comprendía nada, hasta que acerté a entender la palabra «teléfono». Lo saqué e introduje el código. Como en las mejores películas de misterio enseguida el teléfono sonó.
«Hola Anatoly», dijo una voz agradable, que luego me enteraría que era periodista.
«Hola», – constesté yo, un poco sorprendido.
«Todo bien, pero estamos muy preocupados por que os habéis desviado de la ruta hacia la izquierda».»¿Y qué?» – dije yo un poco enfadado.
«¿No entiendes? Toda España está pendiente de vosotros.» – dijo la voz preocupada.
Por fin comprendí el enredo de la situación.
«Ok! Gracias» – y apagué el teléfono.
Tras reflexionar y discutir la situación con Sasha, decidimos que él bajara un poco para así rectificar y subir recto hacia arriba. Después de un corto tiempo, nuevos gritos nos informaron de que habíamos vencido…
…Y estábamos en la cumbre. Las nubes de tormenta formaban un anillo, y no nos permitían gozar del panorama en su extensa belleza. Todo había ido bien y tranquilo. El descenso por las reuniones preparadas y equipadas de la «Murciana» me trasladaron a los antiguos campeonatos, cuando con toda rapidez corríamos abajo, hacia la tierra, hacia el calor y la vida… Hacia la próxima vez.Estuvimos muy felices de vivir una parte de nuestra vida en un aislado rincón de España, lejos de los problemas diarios y de la agitación cotidiana. Gozando de la camaradería y coordinación que entre nosotros hubo.

De regreso a nuestro país, cuanto más lejos estábamos de estas montañas, tanto más fantásticas nos parecían, todo lo vivido se mostraba como un sueño, incluso dudábamos que hubiéramos estado allí, en la cima del Urriellu.

Atatoly Moshnikov.
Traducción: Lisa Sapozhkova.
Adaptación: Fernando Begega.

Pasaporte de ascensión

(Presentado a la Federación Rusa de Alpinismo y Escalada)
Ascensión invernal.
Cordillera Cantábrica. Región de los Picos de Europa. España.
Pico Urriellu (Naranjo de Bulnes), 2519 ?, por la pared de Oeste. Ruta «Sueños de invierno».
Dificultad propuesta: 6B/escala rusa (segunda repetición invernal).
Desnivel: 470 m. La longitud de la escalada es de 505 m, de los que 460 son de dificultad 6. Verticalidad media de la pared, 85 grados.
Medios de seguro y progresión utilizados: ganchos de pared empotradores sky-hooks, copperhads spit (Bongs-bongs/clavos).
Cantidad de horas empleadas en la escalada: 75, distribuidas en 11 días de los cuales cinco se emplearon en equipar los primeros largos.
Noches en la pared: 5
Equipo: Moshnikov Anatoly «Toya» – Maestro Emérito de Deporte (San Petersburgo), Viktor Volodine «Vitia» -Maestro del Deporte (Moscú), Alexander Klenov «Sasha» -Maestro de Deporte de Clase Internacional (Ekaterinburgo), Nikolay Totmianine «Kolya» – Maestro de Deporte (San Petersburgo).
Comienzo de la ascensión- 13.02.01, cumbre – 23.02.01, vuelta al refugio – 23.02.01
Organización – «CET NEVA» – agencia de viajes y aventuras.
48+4*/33 275/227 11+27*/38 31*

*Utilización de los ganchos puestos por cordadas anteriores.

Nota aclaratoria sobre el punto 6:

Por medios de seguro utilizados se entienden todos los medios de progresión y anclaje posibles (clavijas, copperhads, sky-hooks, spit, bongs-bongs, fisureros…)

Las cifras:

Ganchos de pared(clavijas de todo tipo, bong-bong y similar)
-48 metidos en la pared por el equipo.
-4 encontradas y puestas por cordadas anteriores.
TOTAL 52
-33 fueron utilizados para progresar en la escalada artificial.
-19 fueron utilizados como seguro en la escalada libre.

Empotradores (fisureros, friends, empotradores en general)
-275 puestos por el equipo.
-227 fueron utilizados para la progresión en artificial, el resto como seguro enla escalada libre.

Sky-hooks, copperheads11 puestos por el equipo
27 de cordadas anteriores
38 Total

Spits
31 spit o similares (todos de cordadas anteriores)

Atatoly Moshnikov.
Traducción: Lisa Sapozhkova.
Adaptación: Fernando Begega.

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