Allá por el 1700 y pico, la Real Academia de la Historia mascullaba un plan para «desterrar «las ficciones de las fábulas», y que a los acontecimientos se les diera «la más exacta cronología», con las «necesarias noticias geográficas antiguas y modernas». Hasta hoy, ese plan se ha ido posponiendo, se le ha ido dando forma durante largos siglos, y por fin, en 1999 se firmaba un convenio con Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en pos del gigante objeto de crear un Diccionario Biográfico. El primero. Y así, el viejo anhelo de esta Academia veía una luz al final de la senda. Del camino que recorrieron los ilustres varones y las diamantinas mujeres del tiempo que pasó.
Esto, a parte del supuesto favor a nuestro saber, supone un gran hito para los que de las cumbres sacamos alguna ilusión, pues se incluirán en dicho diccionario los escaladores, alpinistas y excursionistas de mayor resonancia geográfica y temporal. Unos seres olvidados por la historia que, sin embargo, han sido siempre una guía del alma y un recurso onírico en este último siglo, cuando la aventura se aleja de la sangre y la cambia por la nieve sin castigo.
Ampliando horizontes
«Que no fuese un diccionario político o meramente basado en los ámbitos normales, que se deslizase por el deporte y sus representantes más destacados». Esta es una de las claves, según las palabras del coordinador de la obra Jaime Olmedo, que han llevado a la Academia a buscar y bucear por las cimas y las paredes de nuestro trocito de España que aún agradece ser descubierta. Por el alpinismo que tantos grandes personajes ha creado y atrapado. Para ello, han decidido acudir a personas o instituciones de referencia, buscando la mejor ayuda para que los más extraordinarios hechos no caigan en el olvido. Su sitio lo tenían los grandes exploradores, los militares y políticos y hoy, tomaran asiento junto a ellos los hombres del buril y las botas, los de las sogas de cáñamo y el bávaro adusto.
1950. Sólo los nacidos antes de esa fecha tienen cabida en el diccionario, con lo que se dejan en el tintero muchas de las hazañas completadas tras ese tiempo, superiores -si acaso se admite una comparación- en dificultad y divulgación. Pero esos son los parámetros y no es tiempo de quejarse. Para el trabajo se ha contado con gentes de la talla de Enric Faura, Juanjo Zorrilla o Alberto Martínez Embid, sabios como los que más en esto de los grandes espacios y las altas metas.
En un rincón del pasado
Aún no se conoce la lista exacta de los que vendrán a formar esta primera cordada biográfica, aunque se nos adelantan algunos; como Don Pedro Pidal, aquel aristócrata de rango que lograra la primera al Naranjo (junto a Gregorio Pérez, el Cainejo) o el dúo mágico de Rabadá y Navarro. Otro que seguro arrancará buenas frases será Teógenes Díaz, el «peñalaro» precursor de la dificultad en España. Cuenten también, a buena fe, con el polifacético Enrique Herreros y con los Tudela, Méndez y Panyella.
Mas no se han movido sólo por los éxitos trascendentes y por las grandes realizaciones. Se ha querido completar la lista con «aquellos que tuvieron una influencia en su comunidad cultural», quiere aclarar Zorrilla, «no sólo por lo meramente deportivo, también por los que escribieron libros y guías, por los que soñaron y propusieron ideas». Y así, hombres como Andrés Espinosa tendrán su hueco en la historia y su sillón infinito.