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Cultura
viernes, 29 septiembre 2017 - 9:00 am
Sucedió una mañana del 29 de septiembre de 1817

Bicentenario de la conquista de la Maladeta

Una mañana del 29 de septiembre de 1817, hoy hace doscientos años, un joven médico ruso y un guía de Luchon alcanzaron la cima todavía virgen de la Maladeta. Mirando hacia el este, descubrieron que no era, como se pensaba, el techo de la cordillera pirenaica: el cercano Aneto se alzaba claramente en el horizonte.

Autor: Alberto Martínez Embid | 1 comentario | Compartir:
En la cresta noroeste de la Maladeta
En la cresta noroeste de la Maladeta
En la cresta noroeste de la Maladeta
En la cresta noroeste de la Maladeta
Un grupo de montañeros regresa de la Maladeta después de haberla subido por la vía del collado Maldito.  (Rutaspirineos.org)
Ascensión invernal al Pico de la Maladeta (3.308 metros)
El macizo de Las Maladetas visto desde El Gallinero.  (Alberto Martínez Embid)
El macizo de Las Maladetas visto desde El Gallinero.
El Pico Abadías y la Maladeta vistos desde el Pico Maldito.  (Ángel Pablo Corral)
El Pico Abadías y la Maladeta vistos desde el Pico Maldito.
Huella al comienzo del glaciar del Aneto tras cruzar el Portillón Superior.  (Rutaspirineos.org)
Huella al comienzo del glaciar del Aneto tras cruzar el Portillón Superior.
Refugio de la Renclusa
Refugio de la Renclusa
El Pico de la Paderna y la TUca de la Paderna se reflejan en las oscuras aguas del ibón de la Renclusa.  (Rubén Gimeno)
El Pico de la Paderna y la TUca de la Paderna se reflejan en las oscuras aguas del ibón de la Renclusa.
Rutas de ascenso al Pico de la Maladeta (3.308 metros)
Rutas de ascenso al Pico de la Maladeta (3.308 metros)

Cuando el médico ruso-germano Johan Jacob Wilhem Friedrich Parrot llegó en 1817 a los Pirineos, era ya un científico reputado gracias a sus trabajos de registro de altitudes en los Alpes y en el Caúcaso que llevaba a cabo con un termo-barómetro de su invención.

Vino a los Pirineos centrales con la intención de subir al Midi d’Ossau, pero no lo logró, y también tuvo que desistir de alcanzar la cima del Vignemale y del Monte Perdido por su cara norte, conformándose con trepar a esta última cima desde Góriz. No tardó en allegarse a Luchon, interesado en  la Maladeta.

Parrot salió rumbo a la que entonces se creía “techo” de la cordillera el 28 de septiembre, acompañado por un cazador, carpintero y guía local de sesenta y un años, Pierre Barrau, Pierrine, que ya había participado en anteriores tentativas a la montaña apodada la “Mala de Aragón”.


 

“Un poco de vino de España y gran cantidad de pan y queso”

Por el puerto de Benasque, los dos hombres cruzaron hasta la Renclusa, en cuya gruta Turmaou vivaquearon. Parrot, siempre parco en su alimentación, repondría fuerzas con “un poco de vino de España y gran cantidad de pan y queso”.

En el libro que publicó en 1823 sobre esta aventura reflejó sus emociones la víspera de la escalada: “Salió la Luna, iluminando la imponente y majestuosa mole de las nieves de la Maladeta, al pie de la cual me encontraba, descubriendo cada garganta, cada cresta, hasta la cumbre más lejana; mi alma estaba llena de esperanza, confiando en que al día siguiente la ascensión no sería en vano”.

Sobre las cinco de la mañana, la pareja se dirigió al glaciar de la Maladeta, aquel año muy agrietado y con una fina capa de nieve. No seguirían la vía de la cresta de los Portillones donde se habían estrellado la mayor parte de los esfuerzos de sus antecesores. Una vez frente al ventisquero, calzaron unos rústicos crampones y subieron por el hielo hasta plantarse delante de la Gran Rimaya, una enorme grieta abierta entre el final del hielo y la pared bajo el Cuello de la Maladeta.

En ese momento, entre ambos se produjo un encendido debate para ver por dónde atacarían la muralla. Para evitar la grieta, el médico intentó subir directamente por la vertical de la Maladeta; pero ante las dificultades que ofrecía la muralla se vería forzado a regresar a la Gran Rimaya, donde le aguardaba su veterano acompañante.

Ambos decidieron cruzar la grieta por un delicado puente de nieve, pero Barrau se detuvo al llegar a los inestables bloques. Esta decisión no sorprendió a Parrot, quien inició la escalada de una chimenea en solitario. El luchonés se lo pensó mejor y, aunque su interés por la cumbre era relativo, terminó alcanzando a su cliente a tiempo de ayudarle a superar la parte más complicada de la muralla mediante un paso de hombros.

Eran las nueve de la mañana del 29 de septiembre de 1817

Apoyándose mutuamente, desembocaron en la arista Noroeste, desde donde ganaron sin mayores problemas la cumbre de la montaña. Eran las nueve de la mañana del 29 de septiembre de 1817. Parrot se mostraba “reconfortado por aquel aire impoluto y puro, por la agradable sensación de la victoria que recompensaba los esfuerzos, del éxito de un hermoso proyecto”.

Desde esta cima oriental de la Maladeta estudió al cercano Aneto todavía inescalado y lo estimó como la “cúspide” real de la cordillera, e incluso apuntó con tino la ruta más evidente, que coincide con la actual vía normal. Los dos compañeros permanecerían una hora sobre las rocas cimeras antes de iniciar el descenso que casi acaba en tragedia.

Mientras Barrau bajaba con lentitud hacia el evidente gendarme de la arista, que más tarde recibiría el nombre los Dos Hombres, Parrot eligió un descenso que se ceñía más al itinerario de subida, por el borde de una lengua de nieve donde resbaló. La caída casi lo arroja dentro de la Gran Rimaya, evitándolo en el último momento gracias al bastón que portaba: “A falta de esto –dejó escrito– solo un salto audaz por encima de la grieta habría evitado que me precipitara dentro”.

Nadie podía sospechar que tal era el trágico destino que le aguardaba al propio Pierre Barrau, siete años después en esa misma rimaya. Sin más tropiezos, Friedrich Parrot y Pierre Barrau descendieron el glaciar de la Maladeta, bajaron hasta lo que hoy es la Besurta y pasaron a Francia por el puerto de la Picada llegando a Luchon a las ocho de la tarde; Pierrine montado en una mula que había dejado en la Renclusa y Parrau caminando, como era su costumbre.

La proeza fue muy comentada en la villa balnearia, pues los montañeses de la zona sostenían que era en los Montes Malditos donde se hallaban las cumbres más altas y difíciles del Pirineo.

Parrot se despediría de su montaña desde otra de las atalayas elegidas para estudiar el relieve pirenaico: el Gallinero, donde trazó un bello dibujo de la Maladeta y sus cimas vecinas. El ruso-germano finalizaría la travesía del Pirineo de costa a costa en veintidós jornadas de marcha. Sin duda alguna, fue un pirineísta tan efímero como brillante.

El misterio del nombre

¿De dónde proviene el nombre Maladeta? No se sabe muy bien. Una explicación que está tomando peso dice que viene de Mall Eta, que significaría “la más alta” o “cumbre alta”.

Se supone que así era como llamaban los benasqueses a estas montañas, pero este asunto no queda del todo claro en los escritos de los eruditos galos que, desde Reboul hasta el ya tardío Le Bondidier, investigaron el tema. Lo que sí es comprobable es que la voz benasquesa Mall, o Malh en occitano (la lengua del otro lado de la frontera), aparece con frecuencia en cumbres de la zona: Mall Pintrat, Malh Pllanèr…

Es posible que la denominación Montes Malditos derive de ahí más que de una extendida leyenda que habla de Cristo disfrazado de mendigo que castiga la falta de generosidad de los pastores de la zona convirtiendo su ganado en rocas y las praderas en hielo.

Montaña y empresa
 

Hasta no hace mucho, “las Maladetas” eran todas las puntas que forman la cresta de dos kilómetros que va desde el collado de Alba al Pico Maldito. Ahora sólo se llama así a la cota 3.308 (3.311 en el IGN). Al resto se les han asignado nombres de guías y pirineístas de renombre: Delmás, Mir, Sayó, Cordier, Abadías. Curiosamente, ninguna se llama Parrot o Barrau.

Todas las vías a la Maladeta

Mientras que en la cima del Aneto pueden llegarse a reunirse un fin de semana de primavera o verano varios centenares de montañeros, en la cumbre de la Maladeta es posible que haya uno o ninguno. Son las cosas que tiene ser vecino de un famoso. Y eso que las dos rutas normales a la Maladeta son variadas, fáciles y bastante más cortas que la del Aneto, y que las vistas desde la cumbre no tienen nada que envidiar a las que ofrece aquél, incluyendo la de la romería que atraviesa el glaciar del Aneto y que, desde sus tresmil trescientos metros largos de altura, nos recordará a las filas de hormigas que atraviesan los caminos.

La primera de las rutas normales es, aproximadamente, la que utilizaron los pioneros; pero a partir de mitad de junio (dependiendo del año) y hasta que el glaciar se ha cubierto completamente con las nevadas invernales, no se suele utilizar porque la rimaya que se forma entre la montaña y el glaciar es tan ancha que es muy difícil salvarla. La alternativa “estival” es algo más larga y coincide con la ruta del Aneto hasta la primera parte del glaciar.

  • RUTA 1: Por el glaciar de la Maladeta
    Desnivel: 1.408 m.
    Tiempo: 9h 45 min.
    Dificultad: media-alta.
    Recorrido por zonas de alta montaña con hitos de piedra: pedrizas, glaciar y arista, con algunos pasos de IIº inf.
    Nivel: Para montañeros con experiencia.
    Material: crampones y piolet. Casco recomendable.
    Cartografía: Maladeta-Aneto. Editorial Alpina. 1/25.000.

La ascensión se inicia en el aparcamiento de La Besurta. Hay que tener presente que del 1 de julio al 11 de septiembre la pista que llega hasta aquí se cierra y que hay que dejar el coche en Benasque o en el aparcamiento de Llanos del Hospital y utilizar un autobús.

El primero sale de Benasque a las cuatro y media de la madrugada y es conocido como el autobús al Aneto, pensado para quienes van a realizar ascensiones de picos de más de tres mil metros. Si no queremos madrugar tanto podemos pernoctar en el refugio de la Renclusa, al que se llega caminando en 45 minutos desde la Besurta por una senda bien balizada y con abundantes carteles.

Si decidimos hacerlo de este modo, es imprescindible reservar con mucha antelación la plaza en el refugio, uno de los más “solicitados” de Pirineos.

Desde la Renclusa es preciso bajar hasta la pleta y sortear sus arroyos con objeto de subir por las diversas terrazas hacia el suroeste, rastreando los numerosos hitos que marcan la subida hacia el Aneto, ruta con la que coincide hasta la vertical del Portillón Superior.

Al principio vamos a encontrar zonas herbosas; pero a medida que ganemos altura, las piedras serán las protagonistas, haciendo el ascenso cada vez más incómodo. Hay que estar atento para no pasarnos el momento en que la ruta de la Maladeta se separa de la del Aneto para evitar tener que retroceder. 

Mientras que la ruta del Aneto se dirige hacia el Portillón Superior, la que aquí nos interesa insiste en la dirección suroeste, apuntando al glaciar de la Maladeta. Superamos las morrenas inferiores hasta desembocar en el glaciar en el que, muy probablemente, encontraremos marcada la huella. El progreso sobre éste puede exigir el empleo de piolet y crampones, e incluso el encordamiento. A la sombra de la impresionante Crencha de los Portillones, la huella gana altura tomando como referencia el gendarme de los Dos Hombres, que se recorta visiblemente sobre la cresta.

Evitaremos dirigirnos al cuello de la Rimaya, que se abre en la muralla del cordal de la Maladeta a la derecha del referido gendarme, para ir hacia un visible corredor oblicuo. Hay que prestar mucha atención al cruce de la rimaya que separa la nieve de la roca. De hecho, si el mes de junio está avanzado, es buena idea preguntar en La Renclusa si todavía se puede cruzar.

Una vez sobre las rampas de gravilla y granito del flanco norte de la Maladeta, subimos por los fuertes repechos de la canal teniendo mucho cuidado con no desprender las rocas muy castigadas por el hielo hasta salir a la cresta: la Maladeta queda a la izquierda, y a la derecha el gendarme de los Dos Hombres que recuerda a Cordier y Barrau, señalando la vertical del punto donde se detuvieron en su intento de 1802.

Dando la espalda al monolito, avanzamos hacia el sureste por una arista que conduce sin grandes dificultades a la cumbre. Dicha cima, que a veces es “apellidada” como Este u Oriental para diferenciarla de las cuatro cumbres Occidentales, constituye un balcón de primer orden, cercado como se halla por un territorio de glaciares que inevitablemente se van reduciendo año tras año y que son un pálido reflejo de esos ventisqueros que fascinaron a Parrot y Barrau hace doscientos años.

  • RUTA 2: Por el Pico Abadía
    Desnivel: 1.571 m.
    Tiempo: 11 h.
    Dificultad: media-alta.
    Recorrido por zonas de alta montaña con paso por glaciar y arista, con algunos pasos de IIº inf y un tramo bastante aéreo entre el Pico Abadías y el collado que lo separa de la Maladeta.
    Nivel: Para montañeros con experiencia.
    Material: crampones y piolet. Casco recomendable.
    Cartografía: Maladeta-Aneto. Editorial Alpina. 1/25.000.

En pleno verano, la rimaya del glaciar de la Maladeta puede ser tan ancha que no haya manera de pasar a la roca. Pero no esto no debe hacernos desistir de alcanzar la cima.Como casi todas las montañas, la Maladeta puede ser abordada por varios vías, y después de la de la rimaya, la que pasa por el collado Maldito y el Pico Abadías es la más aconsejable.

Esta ruta es común a la del Aneto hasta la primera parte del glaciar del Aneto. Es decir, en vez de dirigirnos hacia el glaciar de la Maladeta, hemos de continuar hacia el Portillón Superior, atravesarlo para desembocar en el glaciar del Aneto y seguir la huella hasta situarnos prácticamente en la vertical del Pico Abadías (aproximadamente en la cota 3.050), momento en el que hay que separarse y empezar a ganar altura sin consideración hacia el collado Maldito.

Al otro lado nos espera una vista muy aérea del lago de Cregüeña. Una divertida cresta rocosa en la que habrá que utilizar las manos (ojo con los bloques y las piedras sueltas) nos transportará hasta el Pico Abadías, un tresmil poco importante pero tresmil al fin y al cabo. Debe su nombre a Antonio Abadias, conocido con el sobrenombre de El León del Aneto y responsable del Refugio de la Renclusa tras la muerte de su suegro José Sayó. Después hay que perder unos veinte metros antes de encarar la cresta sur de la Maladeta, que empieza siendo bastante aérea para ir perdiendo verticalidad progresivamente hasta desembocar en el hito cimero.

Alberto Martínez Embid

 
 

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1 comentario

  1. Andreu dice:
    29/09/2017 a las 12:14

    Nunca olvidaré la tormenta que nos pilló estando en la cumbre del Pico de la Maladeta, en la que permanecíamos esperando en vano que aclarase para disfrutar de las vistas y lo «acongojados» que bajamos por la arista mientras caían rayos a nuestro alrededor y de las rocas salían efluvios azules. Esto le ocurrió a un servidor y a sus dos amigos, Paco y Javi, en septiembre de 1980 ¡qué recuerdos!


 

 

 

 

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