Es el último de la generación madrileña que comenzó a escalar y uno de los mejores. Su genio de escalador sólo brilló hasta antes de la guerra, fundamentalmente con un compañero inseparable, Teógenes Díaz. En los primeros 30, ellos estaban a la cabeza de un pequeñísimo grupo de escaladores que comenzaron a explorar verticalmente La Pedriza y a relatar sus descubrimeintos en la Revista Ilustrada de Alpinismo Peñalara, que editaba la sociedad del mismo nombre a la que pertenecían. Pero sus actividades no eran sólo pedriceras. Un ejemplo: en 1931, Teógenes Díaz y Ángel Tresaco parten del refugio de Bulnes a las seis de la mañana sólo con la «cuerda alpina y la cámara de fotos», escalan la cara sur del Naranjo, regresan a Bulnes ya de noche, cargan con las mochilas y continúan y descienden hasta Puente Poncebos «donde cenamos y descansamos después de una dura jornada». ¿Sólo dura? Hoy, 65 años después, el 90 por ciento de los que escalana el Urriellu quedarían para la UVI despuñes de algo similar.
En este escrito de Ángel Tresaco del año 1997 -con 88 años- nos relata sus inicios en la escalada, tanto en La Pedriza como en los Picos de Europa, sus descubrimientos y «conquistas».
Ayer y hoy (1930-1997)
Contestaba yo a una serie de preguntas que me hizo la revista PEÑALARA sobre los actos de la última Reunión Internacional de Escaladores Veteranos y del G.A.M.E. (28/09/1996) en el albergue de la Real Sociedad Española de Alpinismo PEÑALARA y en la Pedriza de Manzanares. El final de dicha encuesta resumía en pocas palabras, recuerdos, añoranzas, y todas las alegrías que nos puede dar el amor a la Naturaleza, a la Montaña, en lugares de una belleza tan privilegiada como es la de PEDRIZA, para llegarnos al corazón. Decía así:
«Guardo la emoción de lo inesperado, la del recuerdo, y la de la sorpresa, ante aquellos lugares tan queridos y nunca olvidados… Pude contemplar -desde el refugio- la directa de la Sur del Pájaro…»
Mediaban 60 años cumplidos entre mi última visita al Refugio Giner en julio de 1936 y ésta del 28 de septiembre pasado… Al cabo de tantos años, por lo menos, podía contemplar una vez más la directa de la Sur del Pájaro: la más bella ascensión de PEDRIZA en aquellas fechas, abierta en septiembre de 1935 (Tresaco-Teógenes Díaz, Juan B. Mato). Una ascensión de las que dejando huella en el alma vivifican luego el recuerdo…
No se puede olvidar lo que es la parte central de esta pared, si previamente se ha descendido por ella, por su soleada roca, salvando el gran techo hasta la parte superior del Escudo o gran placa vertical, con un rápel por el vacío que emocionalmente, de hecho, nos hace sentir la extraordinaria belleza de aquella arquitectura abstracta, no sujeta a canon alguno e impresionante, que nos sorprende y empequeñece; tampoco se pueden olvidar las llambrias exteriores -que dan origen al diedro del Escudo- por donde sube la vía y reside la mayor dificultad de esta directa; en fin, cómo olvidar las vivencias de la escalada en esta zona, totalmente en libre y por simple adherencia en la superación de la dificultad -ninguna clavija- con el temor y el sentimiento del peligro siempre latentes…
Nada más que eso… Aunque corta esta primera por la cara Sur del Pájaro era digno remate a nuestra excepcional campaña de 1935 por Pirineos y Picos de Europa: Una primera de españoles (quinta absoluta) del Couloir de Gaube en el Macizo del Vignemale (Tresaco-Teógenes-J. González Folliot). Y, en Picos de Europa, llevando como objetivo la cara Sur de Peña Santa de Castilla, el retraso que arrastrábamos desde el Pirineo nos hizo llegar más tarde de lo debido a Vega Huerta, pero tentados por la magnificencia y la incógnita de la pared, atacábamos. La cordada era buena: Tresaco-Teógenes-Rubio, y a punto de alcanzar en artificial la zona del nevero central, teníamos que desistir. Ante un vivac obligado en la pared y a falta del equipo correspondiente, dejada la elección a mi cargo decidía la retirada hasta el año siguiente. No pudimos volver…
«Cómo olvidar las vivencias de la escalada en esta zona, totalmente en libre y por simple adherencia…»
Siempre guardé un grato recuerdo de esta primera directa de la Sur del Pájaro, pero el relato de esta bella ascensión tenía lugar 38 años después de los hechos bajo el título Dos primeras en Pedriza («PEÑALARA» Nº 397-1973/11)… Cabe decir, sin embargo, que con mayor madurez, el sentimiento del recuerdo se hizo más sensible y expresivo, más comprensible. Me gustó y me satisfizo, ¿por qué no decirlo? Trataba en principio, de mi iniciación en la escalada en el Pájaro por su vía normal con Ricardo Rubio, y de la primera directa absoluta por su cara Sur después. Más de una vez volví a leer este relato y siempre refrescó mis recuerdos por su sentimiento y por todo lo que de emotivo tiene. Establecía los contrastes entre mi primera escalada -incipiente y elemental- y la primera directa absoluta por su cara Sur, peligrosa y decidida en la dificultad. Años más tarde, con posterioridad a los del relato, llamaba mi atención y despertó mi curiosidad más de una vez, una misma pregunta: «¿Cómo subsististeis por allí…?» He ahí un exponente diferencial entre aquel ayer y el hoy que me sorprendía y extrañaba…
Ante estas diferencias, estas líneas pretenden acercar más a los escaladores actuales, algunos hechos retrospectivos, que lejanos en el tiempo y simples en apariencia, no obstante, tuvieron importancia y trascendencia; destacar algunas ventajas e inconvenientes relacionados con ellos; y, finalmente, recordar algunas cosas del sentimiento, que por simples y sencillas por demás, no eran otra cosa que mis primeras vivencias en mis andanzas y descubrimiento de la montaña de dificultad que expresan la sorpresa o el asombro en lugares de excepción intensamente vividos.
De esos hechos retrospectivos, tal vez sea el más importante e ignorado el del por qué y cómo nace la idea que motivó la creación del Grupo de Alta Montaña de PEÑALARA; indudablemente, nace por su bien hacer y por su gran acervo cultural, el de un montañismo puro e ideal muy rico en contenido espiritual heredado de sus fundadores, que desarrolla y divulga luego alcanzando verdadera madurez. Crea en la letra el G.A.M. y el reglamento por el que ha de regirse («PEÑALARA» Nº 200-Agosto 1930), adelantándose… Pero, lo que importa de esa idea es el espíritu que la guía, que es lo que trasciende y puede pasar a formar parte de la historia de las cosas como fue el acontecimiento callado de la creación, de hecho, del primer Grupo de Alta Montaña en España, en octubre de 1931 al contar ya con aquel pequeño grupo de componentes entre los que se encontraba «nuestra cordada» (Teógenes-Tresaco). Más tarde, sin poder precisar cuándo ni cómo, se aplica a ese grupo el sobrenombre de «los fundadores» de los cuales soy el último superviviente.
«Estas líneas pretenden acercar más a los escaladores actuales, algunos hechos retrospectivos.»
Lo que sí puedo asegurar, es que dicho Grupo nace con un afán de superación y selección de personas dentro del colectivo social con un mismo ideal: el amor a la Montaña; con un deseo y una esperanza, que sus componentes fueran alma y base fundamental de PEÑALARA en un próximo futuro; es más, que cada uno de ellos fuera maestro y guía, consejero y educador de montañeros… Esto se entiende bien hablando de PEÑALARA, la gran maestra… ¿verdad? Ahora bien, no cabe duda que los imperativos de la realidad y su circunstancia debieron imponerse en aquel Reglamento por muy simple y elemental que parezca, aun admitiendo la excepción que éste hacía con respecto al Naranjo de Bulnes y Peña Santa de Castilla en Picos de Europa por sus «especiales cualidades». ¿Qué otras exigencias podía imponer un montañismo de altura o de alta montaña si mejor se quiere, cuando todavía no se podía hablar en España de escalada ni de montaña de dificultad por no practicadas? La expresión o término «escalada de dificultad» era desconocida. Surgiría después como necesidad de expresión y diferenciación. ¡Qué extraordinaria aquella Junta Directiva de PEÑALARA: Victory, Delgado Úbeda, Díaz Duque, Hernández Pacheco, Arnaldo de España, Boada! Todos merecieron mi admiración.
Como se ve, la constitución del Grupo no se hacía realidad hasta octubre de 1931, esto es, dejaba libre toda la temporada de verano a los posibles aspirantes. Con un potencial, un estilo y un espíritu nuevos llegamos nosotros al Grupo. Al calor de PEÑALARA y de aquella «idea» y al calor del mismo Grupo después, todos nuestros anhelos y entusiasmos de juventud encontraban el eco y todos los estímulos necesarios. Sí; la constitución del G.A.M. fue un acontecimiento relevante que marca un hito en la historia de PEÑALARA, al igual que lo fue para la historia del montañismo español la conquista del Naranjo de Bulnes por Don Pedro Pidal y Gregorio Pérez el «Cainejo» en 1904, o para la naciente historia del propio G.A.M. de PEÑALARA, poco después, la conquista del Torreón de los Galayos (Gredos) por Teógenes Díaz y Ricardo Rubio el 14 de mayo de 1933. Son acontecimientos éstos, que por sí mismos, por su naturaleza, pasan a formar parte de la historia de las cosas.
Expresada ya mi opinión sobre la realidad de aquel montañismo, añadiré: era socio de número de Peñalara con anterioridad a agosto de 1930, cuándo ésta crea en la letra el G.A.M., pero, dentro del cuerpo social éramos unos desconocidos… A principios de 1931, habiendo hecho conocimiento con Teógenes Díaz en el refugio de Pedriza y junto con Ricardo Rubio y el que suscribe estas líneas, hacíamos de Pedriza lugar de escuela y aprendizaje de una escalada pura e ideal, que proporcionando al cuerpo agilidad y sana alegría explorando el caos de rocas de todos sus vericuetos, gozosos con el tonificador ejercicio y la sensación de plena libertad, avivado el afán, saboreaba lo que era armonía elegancia de estilo en el movimiento, aumentaba mi seguridad y adquiría dominio de la roca en alto grado, cosas tan imprescindibles en toda preparación. Autodidactas en nuestra formación -no sin dificultades- iniciábamos nuestra andadura. Con esa preparación se constituía «nuestra cordada» (Tresaco-Teógenes) o (Teógenes-Tresaco), por indistinta, para la campaña de verano de aquel 1931, siendo su actividad la siguiente:
PICOS DE EUROPA
(Agosto-1931): Peña Santa de Castilla, cara N, vía normal. (Sin guía)
(Agosto-1931): Torre de Cerredo (Máxima altura del macizo).
(Agosto-1931): Naranjo de Bulnes, cara S, vía de la travesía horizontal. (Sin guía)
(Septiembre-1931): GREDOS-Almanzor (Máxima altura del macizo).
Ese fue nuestro historial para el ingreso en el G.A.M. de PEÑALARA. No era gran cosa, pero era el historial con mayor potencial de todo el Grupo… Con otro estilo y otro espíritu, cuando todo era incipiente hasta nuestro propio historial, y en fase de gestación nuestra formación en escalada, de entrada prescinde del guía; busca la superación del individuo, y, como resultante, la de su propia fuerza en la dificultad; en suma, busca la integración de la persona en la montaña, pero de manera muy particular en la de dificultad. Esa era la principal diferencia del nuevo espíritu al llegar al G.A.M., además, de dar a conocer las primeras referencias, previas, de conquista de la montaña de dificultad.
Tuvieron especial importancia en nuestra iniciación en la escalada, nuestras campañas de los años 1931 y 1932 por los Picos de Europa ?poco explorados? en los que prácticamente, la montaña de dificultad en toda su orografía estaba por descubrir… Era pasar de una escalada por el granito de la recoleta Pedriza, tan familiar, tan querida, a una escalada de altura, seria, más sutil y aérea, por la extraordinaria caliza de aquellos, con un espíritu de conquista y un afán de superación que dieron lugar a que nuestra progresión fuera más rápida y mejor cualitativa y cuantitativamente de forma tan notoria. Tan es así, que al igual que se suele decir cuando algo crece ostensiblemente, que «se le ve crecer», algo parecido y gratificante nos ocurría a nosotros al comprobar nuestra rápida adaptación a la caliza, acrecentando nuestra posibilidades y mejorando notablemente nuestro dominio de la roca. «Andar» por la caliza de Picos era una recreación.
De aquellas primeras andanzas y experiencias por la caliza de Picos, guardo mis más gratos recuerdos que conservan la imagen de la sorpresa en el sentimiento. Sí, en más de una ocasión, al sentir la emoción por saber que pisaba la roca no hollada… y que andaba por sitios verdaderamente de excepción e inalcanzables, de no entrar en el mundo de la vertical; al sentir el asombro en el cuerpo, no por nada, sino porque era la primera vez que contemplaba desde la vertical un vacío de aquella magnitud, como el que media, por ejemplo, entre las alturas de la grieta Pidal en la cara NE del Naranjo y los fondos de la Canal de la Celada al pie; y, más significativo aún, poder apreciar la seguridad creciente en el afán, en aquella escalada que nos integraba en la montaña. Y, qué decir si la acción requería una escalada fina e ingrávida o por simple adherencia. De éstas, el contraste de la seguridad emanada de la propia fuerza en el que la llevaba a cabo, y el temor manifiesto en quien contemplaba la acción… Son recuerdos de mis primeros pasos y formación en escalada por Picos, que intensamente vividos me dejaron en el alma, a retazos, el recuerdo grato de aquellas paredes. Nuestro único material de escalada era la cuerda amiga…
Hay que tener presente, que la primera clavija empleada en España por españoles en una escalada, no tenía lugar hasta el 11/06/1933 en la segunda ascensión al Torreón de los Galayos (Gredos) por la cordada (Tresaco-Enrique Herreros). Prescindiendo de los lugares de escuela, precisamente esa clavija, era la primera que yo empleaba en una escalada. Allí quedó, en el bloque empotrado de la grieta del itinerario de la Vía Normal, cara O, dándose la circunstancia, además, de que después de las clavijas del geólogo y excelente escalador bávaro Dr. G. Schulze en el Naranjo de Bulnes en 1906, resultó ser la primera clavija utilizada en España, por españoles, en una escalada. Habían transcurrido 27 años desde aquellas otras de G. Schulze…
Con la NE del Naranjo de Bulnes y el descenso por su cara Sur (Teógenes-Javier Winthuysen-Tresaco), rematábamos aquella campaña del año 1932, tan extraordinaria, con una escalada seria y verdaderamente de excepción para los tiempos que corrían. Al no tener ni la más mínima información sobre el particular, erróneamente, ascendíamos directamente desde la terraza de piedras sueltas por las llambrias a la derecha de la gran «Y» en busca de la Vía Schulze, pero alcanzando la parte alta de su brazo derecho y la Gran Cornisa que sabíamos eran parte de dicha vía, nunca mejor la expresión de «buscar un camino»: Habíamos abierto una variante de entrada a la Vía Schulze. Y eso seguimos haciendo con seguridad y verdadero acierto, pues, en las grietas finales, decidiéndonos por la de la izquierda, sin saberlo, entrábamos en la ruta de Pidal y el «Cainejo»… ¿Qué mejor acierto en el hacer?
Ese fue el fruto de aquella lección magistral en nuestra andadura por el corazón del Macizo Central de los Picos de Europa en los días precedentes, y lo que permitió que diéramos un salto verdaderamente importante en nuestra formación en escalada, cuantitativa y cualitativamente hablando.
Con unas condiciones adversas en cuanto a información se refiere, iniciábamos la primera de esas campañas antes citadas (1931), por Picos, sin un mal croquis o mapa de los mismos. El plano del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga de J. Delgado Úbeda y el del Macizo Central de los Picos de Europa de J.Mª Boada y G. de Quereta, se editaban en el año 1932 el primero, y, en mayo de 1935 el segundo. De otros planos, los de la Monografía de los Picos de Europa del Compte de Saint-Saud que figuraban en la biblioteca de PEÑALARA, no pudimos verlos por anticipado porque estaban en manos de un socio que todavía no los había devuelto… lo que nos obligó ese año a andar casi a ciegas por los entresijos de aquellas montañas. Estos eran los inconvenientes de la época, como lo era también el del transporte que tenía que hacerse por R.E.N.F.E. y otros ferrocarriles de vía estrecha -sin citar las líneas de autobuses- para trasladarse tal como fue, por ejemplo, desde Sallent de Gállego (Pirineo aragonés) hasta Soto de Sajambre o Posada de Valdeón (Picos de Europa) para llegar a Vega Huerta, al pie de la cara Sur de Peña Santa de Castilla en el año 1935… ¡Ayer y hoy…!
Como no hay mal que por bien no venga, ya en septiembre y terminada la campaña de 1931, volvía a insistir solicitando una vez más los planos de la monografía de Saint-Saud en el domicilio social: Quería saber por dónde habíamos andado… Ante mi repetida insistencia y mi interés puestos de manifiesto, me recibía el Secretario, Arnaldo de España, quien poniendo en mi conocimiento que ya habían recibido los planos en cuestión, y, que visto mi interés, me comunicaba también por acuerdo de Junta, que habiendo quedado vacante recientemente el puesto de bibliotecario, querían saber si me interesaba hacerme cargo de la Biblioteca, de momento con carácter provisional: no lo dudé, aceptaba encantado semejante oportunidad. Con arreglo a Estatutos pasaba a ser Vocal de la Junta Directiva. Fui bibliotecario hasta julio de 1936…
Desde luego, aunque pareciese tan elemental el reglamento inicial del Grupo y prevaleciese en él la esencia de aquel montañismo puro e ideal, tenía que ser así, era el imperativo de la realidad y su circunstancia. No se podía hablar en España de escalada ni de montaña de dificultad aun teniendo presentes las contadas excepciones de Lluís Estasen y cordada en el Pedraforca (30/06/1928) Andrés Espinosa, el Naranjo de Bulnes en solitario (30/07/1928) Ángel Sopeña, el Pico del Fraile (Vizcaya) (1927) pues, al no existir continuidad alguna digna de mención de otras conquistas creadoras de nuevos estímulos, no trascienden ni traspasan sus fronteras regionales.
«Nuestro único material era la cuerda… la primera clavija empleada en España por españoles, no tenía lugar hasta 1933.»
Con Teógenes como primer Presidente del G.A.M., aquel reglamento inicial se modificaba al poco tiempo sin que perdiera su base fundamental en lo referente al amor a la Montaña y al espíritu de la idea que dio origen a su creación, pero exigía actividad y un historial mínimo para el ingreso en el Grupo con una sola referencia, la de la conquista de la montaña de dificultad. Incluía un «corto» catálogo -el único posible en aquel momento- pero que el propio Grupo haría mayor rápidamente con las conquistas de dificultad reconocidas como valederas. La práctica de la escalada de dificultad por los años 1928 al 1930 era desconocida en España por no practicada. Por eso, de hecho, en aquellos tiempos no habrían sido posibles como ahora, los contactos con otros escaladores de otras regiones por prematuros… De ahí la importancia también de la creación del primer G.A.M. en España -el de PEÑALARA- que hizo posibles los anhelos y entusiasmos de juventud de una generación como la nuestra, y que fuéramos verdaderos pioneros de la escalada libre de dificultad en España. Para la cordada (Tresaco-Teógenes), todo y siempre fue un nuevo proyecto…
Casi coincidentes con nuestra iniciativa para hacer de Pedriza lugar de escuela y aprendizaje de una escalada pura e ideal, se sumaban a la misma socios como Cunat, Herreros o Mato… con los cuales, con verdadero entusiasmo y afán, es más, yo diría con auténtico fervor, iniciábamos el descubrimiento y conquista de la Pedriza ignorada y difícil. Sí, en la recoleta Pedriza, tranquila y serena, en la que del pastor hacías amigo… Allí empezaba el G.A.M. su andadura, y, poco después, algunas de sus más conocidas cordadas -entre ellas la nuestra- tomando la iniciativa de la conquista de la montaña de dificultad en Gredos, Pirineos y Picos de Europa, buscando caminos y haciendo primeras de españoles, situaron a PEÑALARA, durante años, en cabeza del montañismo español de manera indiscutible; propiciaban éstas además, las primeras y más brillantes páginas de la historia del G.A.M.; y, que sus ejecutores, como decía antes, fuesen verdaderos pioneros de la escalada de dificultad en España.
A partir de 1933, nuestro material de escalada no se limita única y exclusivamente a la cuerda amiga, la clavija pasa a ser elemento importante de seguridad más que progresión, pero, prudente en el uso y en el hacer no degrada ni altera la montaña. Nuestra primera aplicación de la técnica de la doble cuerda tiene lugar en el Risco de la Maza (Pedriza) en 1934, al igual que en 1935 en la cara Sur de Peña Santa de Castilla, pero aquí, con aplicación del nudo de Prusik con los estribos de cordino, 8 mm sin peldaño sobre las cuerdas de escalada. Cuerdas y cordino de cáñamo y éstas de 10 mm y 30 m de longitud. Creo que estos dos casos son los primeros que se puedan citar como de escalada artificial en España… no lo puedo asegurar. Nuestro tipo de rápel, el clásico, no conocíamos el sistema de descenso Comici. En cuanto a la dificultad, ¿cómo era el 6º grado…? Tampoco estaba definido, lo haría varios años después la U.I.A.A. Pero nos consta que ya éramos sextogradistas sin saberlo…
Verano de 1934. Un accidente mortal de montaña acaecido a un íntimo amigo nuestro, Miguel López, en la Cresta de Costerillou (Pirineo Central) muy reciente y a última hora, desarticulaba «nuestra cordada». Las presiones familiares de Teo le retenían. Enterado E. Herreros, me hacía una proposición para formar cordada con él en la Sur de Peña Santa por la Canal del Pájaro Negro: Quería éste volver a la pared no por vencido, sino de ella enamorado, y yo, queriendo templar el ánimo, quería también vencer todo desánimo… Aceptaba con una condición: No pretendía alcanzar la cima, desistiría al surgir cualquier inconveniente o seria dificultad. Con esa condición partimos y una vez en el punto donde el año anterior Herreros-Mato-CuMat se batían en retirada, en el «hombro», con una clavija en un diedro (IV), a la izquierda del Pilar, nos permitía alcanzar luego su parte alta (111) sin más contratiempos. Impresionado por el soberbio espectáculo, pero no exento de curiosidad, suelto de cuerdas y estorbos, reposado, oteaba, bien lo que de la canal quedaba por bajo a mi derecha, o bien sus retorcidas angosturas elevándose hacia la cresta sin ver su fondo; que en semejante circunstancia, ante un posible pero incierto camino, remontase la pared era una consecuencia; sí, eso hice metiéndome en terrenos en los que la dificultad siendo también ascendente, llegando casi a «la losa», -en terreno peligroso- a la vista de aquellas paredes y considerando que nuestro material, al pie de la única clavija utilizada, era insuficiente, desistía… Era el primer inconveniente. Se trataba de mi primer contacto real y directo con las paredes de la cara Sur de Peña Santa, que con Vega Huerta, hacen de aquel rincón uno de los más impresionantes y majestuosos de los Picos de Europa.
«Iniciábamos el descubrimiento y conquista de la Pedriza ignorada y difícil.»
Vagaba yo poco antes por el fácil pero accidentado terreno en «el hombro», cual si fuera sonámbulo, asombrado y sorprendido ante la belleza salvaje del lugar y de las magnitudes de las paredes que nos dominaban, pero, con el regusto de lo insólito, en el silencio de la montaña, tomaba conciencia de lo que representaba y era poder andar por la roca no hollada… y sentía una honda y verdadera emoción. Me quedó en el alma la huella indeleble de lo inolvidable de aquel lugar por su singular belleza.
Al día siguiente, por la Horcada alta de los Llambriales y la Brecha Norte hacíamos Peña Santa. Desde la Brecha N, flanqueando la cresta O de Peña Santa alcanzábamos una posición más conveniente y abierta a las alturas de su cara Sur. Quería contemplar una vez más la rampa de canalizos y «los órganos» sobre el inmenso cóncavo del extraplomo de la pared bajo la cima; entre la Aguja José del Prado y el cóncavo, el nevero colgado; y, claro está, de aquel mundo sorprendente, quería fotografiar zonas de la pared que curiosa la mirada, encuadraba interesada… ¡Cuántos asombros ante la pared cercana! Desde el nevero colgado, por canalizos y «los órganos» subía mi atrevimiento… Así iba tomando forma un nuevo proyecto, el que con anterioridad a estos hechos, pero cercanos, soñara un día «nuestra cordada», en Vega Huerta, tomando como límite de lo posible el vacío de los gigantescos extraplomos del cóncavo de la pared para salir a la cresta en las proximidades de la cumbre por el más bello y aéreo de los caminos que pudiéramos imaginar… Esas fotografías nos proporcionarían una información conveniente y una ilustración adecuada en su futuro relato…
El primer intento formal de conquista en la cara Sur de Peña Santa tenía lugar en agosto de 1935. Cordada: Teógenes-R. Rubio-Tresaco. Queríamos alcanzar la cumbre por el camino antes soñado… y, con ese empeño rebasábamos en altura la gruta y terraza en plena pared sobre la canal de desagüe del nevero central, que sin verlo, quedaba próximo por encima tras la vertical. Allí quedó una clavija en una grieta amarillento-rojiza, la cual, vista bastantes años después por los asturianos Carmina Suárez, Jaime Álvarez y Guillermo Mañana, les invita a seguir por ella confirmando que nuestro camino era correcto… Los hechos sucedieron así: veníamos del Pirineo aragonés después de conseguir la primera nacional y quinta absoluta del Couloir de Gaube en el Macizo del Vignemale, pero llegábamos a Vega Huerta con casi dos días de retraso y bien entrada la mañana. Ante la magnificencia de la pared, su incógnita y tan atrayente itinerario, atacábamos… Conocíamos la pared, pero ésta imponía su ley. Ante una noche en plena pared sin el menor equipo de vivac y agotado nuestro tiempo disponible, dejada la elección a mi cargo, situado en la clavija, decidía el abandono hasta el año siguiente, la pared no se iba a mover. La pared, efectivamente no se movió, pero nosotros no pudimos volver…
Nuestro potencial en escalada era excelente porque su base fundamental era y había sido la de una escalada pura que exigía estilo, soltura y dominio de la roca en alto grado… algo, que con nuestro afán de superación y nuestras andanzas y conquistas por la montaña de dificultad fueron confirmándolo; un algo que, en lo personal, era tan importante y conveniente para la formación en escalada del individuo y su personalidad, al beneficiarse éste de las enseñanzas que la experiencia imponía en la dificultad de la montaña agreste. Teniendo que ser autodidactas, siempre agradecí las bondades de aquellas lecciones por los niveles que iba alcanzando y por cuanto me hicieron sentir la montaña con plenitud. Por eso creo que la formación en escalada debe ser comedida y acompañada siempre de unos valores ético-morales, porque al unísono hay que aprender también a ver y sentir la montaña, la naturaleza, que serán estímulos, no cabe duda, para que broten las abundancias del corazón a nivel superior y satisfacción de la persona.
De nuestro potencial técnico y de nuestro material de escalada en aquellas fechas, ¿qué se puede decir hoy día ante aquel ayer? muy poco… porque de sobra es conocido, pero, de todas maneras, daré unas referencias que por si solas pueden ser curiosas y ponen de manifiesto cuáles pudieron ser las dificultades y cómo se produce la evolución del conocimiento, nuestro primer conocimiento de lo que era el rápel clásico tenía lugar en 1932; nuestra primera clavija empleada en una escalada es el 11/06/1933 en el Torreón de los Galayos (Gredos); y, en general, si empleábamos la clavija como medio de protección más que de progresión, explica, que nuestra primera manifestación de escalada artificial tuviera lugar en 1935 -probablemente la primera en España- en la cara Sur de Peña Santa de Castilla (Picos de Europa), llegando a la conclusión de que había que emplear el estribo escalonado y dar más longitud a las cuerdas de escalada, cuestión ésta que ya habíamos observado en el Couloir de Gaube… se quedaban cortas. Eran de 30 metros cada una de ellas. Nuestro nivel técnico… bajo; siendo autodidactas, no podía ser mejor porque por aquel entonces, la información brillaba por su ausencia.
Tengo muy gratos recuerdos de Peña Santa, pero de aquel intento precipitado por su cara sur, al no poder volver, nunca pude olvidar el vacío que de él me dejó la nostalgia viendo frustrado uno de mis mejores sueños de juventud. Pero, lo que son las coincidencias… Años después, en agosto de 1952, coincidía yo en Vega Huerta con Teógenes Díaz y Carletto de Re que me ofrecían formar cordada con ellos. Intentaban la directa Rojas-Fuentes-Folliot, pero con una variante, tomando como límite de lo posible el formidable vacío de los gigantescos extraplomos… o sea, nuestro camino antes soñado… Con buen juicio, no aceptaba: Sin entrenamiento y sometido a tratamiento especial por enfermedad durante año y medio, con gran pesar mío, dejaba la Sur de Peña Santa de Castilla, y, la cordada Re-Teo alcanzaba la cima por el más bello de los caminos…
Considerando ahora la escalada de mis años jóvenes y la evolución que ha sufrido la escalada moderna del momento actual y su tecnicismo, comparadas éstas, sólo puedo resaltar mi asombro y la verdadera admiración que esta última me produce. ¡Ayer y hoy… sesenta y siete años después!
Ángel Tresaco
«Nuestra primera aplicación de la técnica de la doble cuerda tiene lugar en el Risco de la Maza (Pedriza) en 1934.»