Volvía de participar de madrugada en un programa de radio cuando se quedó dormido al volante. De esta manera impensable nos quedamos sin Wolfgang Güllich hace hoy 20 años. Detrás quedaba su reciente Action Directe que acababa, no sin alguna discusión, de darle vida al 9a. Veinte años después, sigue siendo un mito sobre el que se ha alcanzado el 9b como máxima dificultad encadenada.
Era sin duda el mejor escalador de la época. Su trayectoria le había llevado a hacerse también con los primeros 8b (Kanal im rücken, 1983), 8b+ (Punks in the gym, 1985) y 8c (Wallstreet, 1987) de la historia. El 8c+ no. Este grado fue obra y gracia de Ben Moon con su Hubble. Güllich afirmó que Action Directe era grado XI. Lo demás vino después ya que su equivalencia corresponde al intervalo entre 8c+/9a. Finalmente, no sin discusión, la balanza se inclinó y todavía lo hace hacia el 9a.
Del solo de Separate a los acompañados de la gran pared
Para Güllich, el escalador con los bíceps más inmensos, era el cerebro el músculo más importante para la escalada. En 1986 había conmocionado a la comunidad llevando a cabo el solo de Separate reality (7a+). Fotografiado por Heinz Zak, dio la vuelta al mundo vestido con los «shorts» pantera desafiando sus 7 m de techo horizontal con 300 m de gas entre él y el suelo de Yosemite. Poco después, llegaron las nuevas rutas en la gran pared junto amigos como Kurt Albert y al ritmo de las Bangles y de los Doors que le aportan la banda sonora a dos grandes creaciones. Porque tras la liberación la Eslovena (7a+) a la Torre sin Nombre en 1988, llega la apertura de Eternal flame (7b+/A2) a la misma Torre el año siguiente, ruta en la que no pudo abrir en la parte final debido a una lesión de tobillo. En la misma línea, pero con cambio de continente trazan en 1991 la «doorsiana» Riders on the storm –es una de sus canciones favoritas, la que sonó durante el sepelio– a la Torre Central del Paine. Entre medias, cientos de cafés con leche, momento que eran no un antes ni un después, sino parte de la escalada.
Ese mismo 1991 se había preparado a fondo en el «campusboard» de su invención para encadenar los 12 metros a 45 grados equipados por su amigo y compañero en estas vías largas, Mylan Sikora, que bautiza como Action Directe. Un año después, la resaca por esta realización estaba calmándose, sobre todo gracias a las palabras de Ben Moon, al principio crítico, después de su intento frustrado. Y acababa de terminar su trabajo de doble, junto con Ron Kauk, de Silvester Stallone en la película Máximo riesgo, preocupado y estresado por que los disparos hollywoodienses acabaran con la fuerza de las escenas de escalada –como la que protagonizó en un desplome dolomítico vestido de verano con temperaturas rondando los cero grados–, cuando un día como hoy, hace 20 años, la carretera se lo llevó. Suena Riders on the storms.