El territorio de Castilla-La Mancha, el tercero más extenso de nuestras comunidades autónomas, pese a la imagen tópica que lo asocia con monótonas llanuras cubiertas de viñedos, olivares y cereal, posee en realidad una diversidad paisajística notable, a la que aparecen asociados unos valores naturales sobresalientes.
En este sentido, cabe recordar que en la propia llanura manchega, además de zonas cultivadas, algunas de ellas de gran interés por la presencia de aves esteparias, sobreviven enclaves que conservan la cobertura vegetal silvestre, más o menos preservada, así como relevantes humedales -lamentablemente muchos menos de los que hubo en su día, debido a la obsesiva acción desecadora que ha prevalecido hasta hace poco- en los que encuentra refugio una abundante avifauna, y que albergan igualmente interesantes invertebrados endémicos.
El Campo de Calatrava, a su vez, ofrece interesantes manifestaciones de la actividad volcánica, incluyendo llamativas lagunas que ocupan antiguos cráteres.Las altiplanicies y parameras de La Alcarria, Molina, Mesa de Ocaña o Campo de Montiel, conforman otra de las grandes unidades paisajísticas, apareciendo en ellas, además de muestras relevantes de su cobertura vegetal natural, dominada por encinares, quejigares y sabinares, espectaculares cañones, como los formados por el Alto Tajo y sus afluentes.
Por lo que se refiere a las áreas de montaña, tan alejadas de la imagen tópica manchega, su presencia resulta muy relevante, tanto a lo largo del reborde de la región (sierras de Somosierra y Ayllón al norte, serranía de Cuenca al este, sierras de Alcaraz, Segura y Morena al sur…), como en el interior (Montes de Toledo, sierra de Altomira, etcétera).En ellas nos encontramos con lugares tan llamativos como las hoces labradas por los ríos y las manifestaciones kársticas que dan origen a espectaculares ciudades encantadas, o los hayedos de la sierra de Ayllón y los abedulares de la sierra de Río Frío, todo ello acompañado por una gran diversidad y abundancia de fauna, entre la que destacan especies tan escasas y amenazadas como el buitre negro, el águila imperial, la cigüeña negra, el lince o el lobo.
Muchos de estos destacados valores naturales, como el ya citado caso de los humedales, se han visto fuertemente mermados por la acción del hombre, no siempre consciente de la nefasta incidencia de sus impactos, por lo que una política de conservación y uso sostenible de la Naturaleza y sus recursos aparece, al igual que en otros muchos lugares, como una necesidad ineludible.
Dentro de esta política, la declaración de espacios naturales protegidos es, sin duda, una de las piezas clave. Lamentablemente, esta política se ha hecho esperar demasiado tiempo en la región. En este sentido, cabe citar que hasta época muy reciente sólo tres zonas gozaban de este estatus: Tablas de Daimiel, Lagunas de Ruidera y Hayedo de Tejera Negra.
Esta situación comenzó a cambiar en la última década debido al surgimiento de situaciones muy conflictivas en dos áreas de gran valor -Cabañeros y Hoces del Cabriel- que se resolvieron positivamente, gracias a la decidida actuación del Gobierno regional.A partir de aquí, el giro hacia la extensión de una red de espacios protegidos ha ido haciéndose patente a través de la acción de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente que ha promovido, a finales de 1999, la declaración de ocho nuevos espacios protegidos, y la aprobación del Plan de Ordenación de Recursos del Alto Tajo, que abre las puertas a su declaración como el área protegida más extensa de la región y una de las más grandes de España. Cuando esto suceda, Castilla-La Mancha contará con una superficie protegida de 158.746 ha, que representará aproximadamente el 2,3 por ciento de su territorio.