Hermann Buhl todavía era un “muchachillo a medio crecer” que hacía sus primeras ascensiones en las montañas de Austria, al lado de su casa. Un domingo, con el Wilder Kaiser lleno de escaladores, se metió en una cordada de tres y el amigo que iba de primero cayó demasiados metros por un error al asegurar. Pese al frío, la inexperiencia y la prisa consiguieron bajar al lesionado, pero, al llegar al suelo, los “figuras” del momento le echaron la culpa por el accidente y le auguraron una carrera corta.
—Tendrías que quedarte en casa. En la montaña no pintas nada. De ti no se hará nunca un montañero— le dijeron.
Y él, que sentía que la pasión por las rocas lo devoraba, juró que se iban a equivocar: “¿Que yo no pintaba nada en la montaña? ¡Si yo es que no podía vivir sin la montaña! Yo no imaginaba, soñaba, vivía, nada que no fuera de la montaña. E hice un juramento secreto: «¡Seré montañero, mal que les pese»”.
Del Tirol al Nanga Parbat es la fascinante autobiografía de Hermann Buhl, el relato de los pasos que dio para superar su torpeza y convertirse en un alpinista iconoclasta y provocador de prodigioso talento que ha pasado a la historia como el precursor más destacado del himalayismo moderno. Su ascensión en solitario al aún virgen Nanga Parbat, en 1953, tan sólo unos días después de que la cordada Hillary-Tenzing coronara la cima del Everest, lo consagró como un deportista fuera de serie.
Hermann Buhl conservó una modestia ejemplar, incluso cuando sus proezas pusieron de rodillas al mundo alpinístico de su tiempo
Buhl conquistó la cima tras una escalada nocturna en solitario. Así la describe Kurt Diember, que fue su compañero de cordada y el último que lo vio con vida en la fatídica expedición del Chogolisa:
“Partió en solitario desde el último campamento situado bajo la Silla de Plata hacia la cumbre del Nanga Parbat, aquella montaña disputada durante años por la que habían muerto más de treinta alpinistas. Sin equipo de oxígeno, con una mochila, el piolet y los bastones de esquí, se había encontrado solo, bajo aquel cielo oscuro, en la zona de la muerte, donde ningún ser viviente puede resistir mucho tiempo”, escribió su amigo. “Alcanzó la cima y regresó. Con graves congelaciones, después de increíbles penas y fatigas, después de un vivac interminable a la intemperie, a ocho mil metros de altura, quieto, de pie sobre un pequeño rellano. Acompañado de voces extrañas, tambaleante de cansancio, al límite de su yo”.
Del Tirol al Nanga Parbat recoge este y otros capítulos destacados de la vida de Hermann Buhl. También permite descubrir su personalidad apasionada y desbordante, ajena a cualquier tipo de patrón, y su humildad fuera de la montaña. Pese a los logros conseguidos, fue un hombre sencillo que conservó una modestia ejemplar, incluso cuando sus proezas pusieron de rodillas al mundo alpinístico de su tiempo.