¿Qué tienen las viejas glorias que mueve a ir hacia allá? ¿Será imprescindible volver atrás para coger impulso? ¿De qué modo la historia puede explicar o dotar de sentido la realidad? Creo que sucede que cuando los escaladores y alpinistas del pasado se muestran tal como son, todo adquiere una mayor ligereza y los hitos o locuras se vuelven menos tremendos. Porque aquellos míticos personajes cometieron equivocaciones, fueron presa de pasiones, de futilidades, de envidias, de egos y presiones. Fueron amigables y traidores, valientes y cobardes, descerebrados, inquietos, absurdos… en algún momento de sus vidas. Como también nosotros podemos serlo si se da el caso, sin que ello nos convierta en nada más y nada menos que simples seres humanos.
Aquí os hablamos de cuatro biografías que han dejado huella:
- Free Climber. Una vida en el mundo vertical, de Lynn Hill
- Hans Kammerlander. Una vida entre la cima y el abismo
- Krzysztof Wielicki. Mi elección
- La historia de Wanda Rutkiewicz. En los límites de la vida.
Huellas que hablan de pensares y sentires, de revoluciones y huidas, de deconstrucción de un destino escrito, de soledad y muerte. Del viaje de la vida, un viaje muy veloz y fantástico, a veces doloroso y demasiado a menudo temerario, pero en un sentido muy profundo necesario.
Free Climber. Una vida en el mundo vertical, libro que Lynn Hill escribe con Greg Child es un clásico sobre la vida de esta poderosa escaladora americana que rompió todos los moldes.
«Esa chica tiene futuro» pensó John Long cuando la vio escalar en 1975 una técnica placa, Lynn tenía catorce años. Desde luego que fue un pensamiento visionario. En 1993 encadenó en libre The Nose, en El Capitán diciendo aquello que pasó a la leyenda colectiva: «sale en libre chicos». Pasaron once años hasta que esa escalada pudo ser repetida, y no por falta de intentos.
Lo más inspirador de esta vida en el mundo vertical que relata Lynn en primera persona, es el carácter transgresor y revolucionario que retrata sobre todo en el contexto social de los años setenta.
«A menudo me defraudaban las actitudes sexistas fuera del mundo de la escalada, pero aún me molestaba más verlas entre escaladores. Tal vez eso era porque sentía que la escalada era la primera actividad auténticamente igualitaria en la que yo había tomado parte. Todos eran iguales ante la roca, a mi entender. La belleza de la escalada radica en que cada persona es libre de hacer su propia coreografía para adaptarse a la roca».
Y desde esa libertad se intentó mover, en una coreografía sutil entre pertenecer a un colectivo que amaba y convivir con críticas, envidias y juicios que se centraban en su género. Cuenta John Long «Lynn hizo añicos la barrera de los géneros de tal modo que nadie fue capaz de volver a poner los trocitos en su sitio».
En Free Climber. Una vida en el mundo vertical se habla de sus comienzos, de Joshua Tree como un refugio de personajes afines y excéntricos, habla de su trabajo de joven como especialista en Hollywood, sus primeros pasos en Yosemite que se convertiría en un campo de juego habitual donde explorar sus límites, correr en sus bosques.
También ahonda en su amistad y amores con algunas de las personalidades más pintorescas del mundo de la escalada. Habla en profundidad de su espíritu competitivo que no se conformaba con la superación personal o la comparación con las mejores escaladoras de su tiempo, sino que se ampliaba a la comparación con cualquier escalador, sea hombre o mujer, porque en realidad lo que ella busca es un avance, un paso más, un reto insuperable.
Nos cuenta la época en la que dominó las pruebas de la Copa del Mundo en Europa y su posterior búsqueda de nuevos retos en remotas cordilleras. Y también el despiste que tuvo al no terminar de atarse el nudo antes de escalar lo que le llevó a sufrir una caída de 22 metros hasta el suelo, manteniéndola apartada de la escalada un tiempo.
Describe ascensiones a gran altitud con Alex Lowe y otros amigos que, posteriormente, perdieron su vida en la montaña y reflexiona sobre las tragedias y los triunfos de una existencia vivida con plenitud y audacia.
«Lynn Hill hizo añicos las convenciones, las líneas escritas sobre lo que significaba ser escaladora o escalador»
Lynn Hill hizo añicos las convenciones, las líneas escritas sobre lo que significaba ser escaladora o escalador, lo hizo además con consciencia y determinación y esos pedacitos reconstruyeron un nuevo mundo de rocas en el que nos podemos mover algo más libres.
La vida del alpinista extremo Hans Kamerlander ha sido rica y variada. En el libro biográfico Una vida entre la cima y el abismo, se cuenta su historia más allá de las cifras, con la perspectiva que da el tiempo, desde los ojos de un superviviente.
La infancia y juventud, sin calefacción, agua corriente ni electricidad, en Tirol del Sur. Los comienzos en las montañas cercanas, la formación como profesor de esquí y guía de montaña. Su encuentro con Messner y el tiempo que pasaron juntos en las montañas más altas del mundo.
Fue la primera persona en bajar el Everest con esquís, y cuenta con trece ochomiles a sus espaldas. Las Segundas Siete Cimas. La alegría de ser padre cumplidos los 59. Las desgracias en la montaña y en el valle. El Manaslu, donde perdió a su mejor amigo, y volver veintiséis años después para sanar. La montaña como un espejo donde se refleja todo lo que somos.
«La montaña como un espejo donde se refleja todo lo que somos.»
Un libro en conversaciones lo que da la sensación de poder sentir su voz y su ritmo en el placer de la tertulia junto a los autores, Verena Duregger y Mario Vigl, en ese salón que tan bien describen en su escritura, con una taza de café humante en el que seguramente se difuminen las formas de quien habla y así es más fácil abrirse, dejándose llevar por ese espejo en el que todo se refleja y a la vez todo se distorsiona. En Una vida entre la cima y el abismo se percibe esa curiosidad auténtica de los buenos entrevistadores que hacen las preguntas a las que realmente les apetece encontrar una respuesta.
Lo interesante de que sea una larga conversación es que, como en cualquier charla, no hay una estructura lineal, a pesar de que se haya intentado buscarla. A veces se nota que la cosa marcha con fluidez otras, tirando de un hilo, inevitablemente se mueven otros y así se salta de tema brincando como en la propia vida del protagonista: del valle a la montaña, de la intensidad a la desesperación, del triunfo a la pérdida. Intentando desenredar la madeja de la memoria que es como una caja llena de hilos.
Y aunque durante gran parte de su tiempo los récords, la velocidad y rivalidad guiaron su vida, lo que se muestra en Una vida entre la cima y el abismo es un lado mucho más humano, el hombre que ha perdido a demasiada gente en la montaña, el hombre que ha cometido errores de los cuales no puede escapar pero que acepta con gran dolor.
Asegura que le ha llevado mucho tiempo entenderse a sí mismo, escucha y responde sin arrogancia y con la curiosidad limpia y despreocupada de aquella primera vez en las montañas, cuando era un niño despreocupado.
«Cuando uno pierde por completo la despreocupación que se tiene de niño, el alpinismo y la escalada dejan de ser deportes adecuados. Quienes andan siempre preocupados, es mejor que se dediquen a buscar setas por el monte».
Krzysztof Wielicki. Mi elección
Krzysztof Wielicki. Mi elección
La fuerza imparable de Wielicki fluye entre estas páginas de manera franca. Toda una trayectoria deportiva y personal asombrosa que le convierte en una de las grandes figuras de la historia del ochomilismo que le hizo merecedor en 2018 del Premio Princesa de Asturias de los Deportes junto con Reinhold Messner, y del Piolet de Oro 2019 a toda su carrera alpina.
Ha sido uno de los grandes protagonistas de la «edad de oro» del himalayismo polaco, que durante los ochenta cosechó grandes logros en el Himalaya.
Hablando de la historia que han escrito los alpinistas polacos, dijo Jerzy Kukuczka en 1988:
«Creo que los polacos son más resistentes a las condiciones difíciles que los alpinistas de otras nacionalidades, a quienes la prosperidad ha mimado demasiado [….] En la generación joven no veo este afán por escalar, como teníamos en el pasado. Es como si esta prosperidad occidental también les hubiera afectado».
En Krzysztof Wielicki. Mi elección se refleja una época en la que en Polonia tenían pocas facilidades, lo que quizá les hizo desplegar una fuerza especial para resistir las adversidades que más adelante se encontrarían.
Entre las páginas del libro se ve esa idiosincrasia de alpinistas que vivían las dificultades, los accidentes, las penurias y el dolor como procesos naturales del estilo de vida que habían elegido. Por decirlo de algún modo tenían una aceptación plena hacia todo lo que traía la montaña, una aceptación del pack completo: no solo querían llegar a la cima sino vivir la experiencia de llegar a la cima.
En Mi elección, su primera autobiografía, Wielicki contesta a las preguntas del periodista Piotr Drózdz y nos presenta en primera persona todos sus logros. Nos habla sobre su infancia, su carrera universitaria y sobre el comienzo de su pasión por la montaña, para a continuación guiarnos por cada una de sus ascensiones y expediciones. Narra, de forma muy vívida, sus invernales: el Everest, el Kangchenjunga y el Lhotse.
«El invierno me gustó de entrada, no se trata solo de tensar los músculos o los tendones de los dedos, sino de enfrentarte a las duras condiciones de la escalada invernal. Había en ello un factor de supervivencia. Porque la escalada en sí es muy técnica: alcanzarás el agarre o no, conseguirás tirar de él o no. Lo que me molaba era ese “saber arreglármelas”, siempre presente en la escalada de invierno».
La ascensión al Broad Peak en un día, la pared sur del Lhotse, el K2… y también sus ascensiones en solitario, al Dhaulagiri y al Shisha Pangma, así como uno de sus mayores logros: el mítico Nanga Parbat.
Por primera vez, nos desvela detalles desconocidos de la expedición invernal al Broad Peak de 2013, que tuvo un final doloroso. Tampoco faltan en su narración temas de su vida privada, de su actividad profesional como hombre de negocios, y el momento en que decidió cambiar su puesto de director de un equipo de ingenieros por el de trabajador en altura:
«Trabajé pintando chimeneas en excelente compañía, con doctores, e ingenieros. No cabe duda de que el nivel educativo medio de los obreros de aquella época era el más alto de la historia (risas). Solíamos trabajar dos meses al año, y después nos íbamos a la montaña el tiempo que queríamos. Solo cuando el país recuperó la libertad, tuvimos que ponernos a trabajar en serio».
En Mi elección se refleja su forma de entender la vida y su visión del mundo de la montaña donde el estilo es para él muy importante «lo hicieron en muy buen estilo» es una frase recurrente en sus respuestas y también muestra cierta apertura hacia lo nuevo, un pasar el testigo.
«Es hora de gente más joven y eficiente. Yo ya hice mi trabajo. Ahora, dejemos que los jóvenes se enfrenten a los grandes desafíos: cada generación tiene su propio tiempo».
«Moriré en la montaña», decía Wanda Rutkiewicz. Y mantuvo su palabra. El 12 de mayo de 1992 se esfumaba en el Kangchenjunga. Tenía que ser su noveno ochomil. Nadie presenció su muerte, nadie oyó sus últimas palabras, nadie encontró su cuerpo. Su desaparición, como tantos otros sucesos de su vida, a día de hoy sigue siendo un misterio.
En La historia de Wanda Rutkiewicz. En los límites de la vida se desvela mucho de aquello de lo que está cargada una vida, y en la vida de Wanda había mucho dolor, precariedad, contradicciones, aristas y miedo.
También creatividad, pasión, determinación y ternura. ¿De qué si no está compuesta una vida plena? Y de esa plenitud habla la escritora Anna Kamińska con compromiso detectivesco y perspicacia periodística.
A partir de documentos, fotografías y recuerdos de sus seres más queridos —que por primera vez han accedido a ser entrevistados—y de gran parte de las voces del alpinismo polaco, bien entrevistadas por ella o sacadas de antiguas declaraciones, consigue algo más que una biografía: descubre las facetas desconocidas de Wanda, en un relato apasionante que va de la infancia a su desaparición.
Fue la primera mujer en el K2 y protagonizó la primera ascensión polaca y femenina europea al Everest, ya de niña la conocían por su tenacidad, pero tuvo que madurar rápido. Cargó con el peso de un entorno familiar complicado. Estudió electrónica porque le apasionaba la cibernética, fue jugadora profesional de voleibol y gran alpinista. Cuando no se sentía valorada hacía todo lo posible para demostrar que era la mejor, solía repetir que para ella eso era como gasolina para vivir.
Wanda vivió 49 años (1943-1992), dejando tras de sí grandes misterios. En este libro ese misterio se vuelve más cercano, casi humano, casi se puede tocar porque no habla solo de los hitos y leyendas de una alpinista excepcional, sobre todo nos cuenta cómo vencer demonios y debilidades, cómo alimentar pasiones que infunden fuerza. Cómo, una vida de destrucción y dolor, puede ser a la vez una caravana de sueños, gracias a la fuerza vital y creativa de una mujer adelantada a su tiempo, que no se doblegaba ante los cánones que la sociedad había escrito para ella.
«Lo que más le molesta a la gente es que arriesguemos la vida por algo que les parece completamente inútil, que no le hace falta a nadie. Pero ¡quizá sí es necesario para los que lo hacen! Quizá sencillamente lo necesitan para vivir».