La Comunidad de Madrid es la región que más “peregrinos” produce. El pasado año se registraron en la Oficina del Peregrino de Santiago, nada menos 20.098 madrileños, lo que representa más del nueve por ciento del total de los que llegaron hasta Santiago de Compostela y se “retrataron”. Sin embargo sólo 571 de ellos utilizaron el Camino de Santiago de Madrid para ir hasta la ciudad del Apóstol.
Habrá muchos madrileños que no lo hagan llevados por la inercia de comenzar en Roncesvalles, o en cualquier otro punto del Camino Francés, y habrá otros muchos que, sencillamente, no sepan que pueden empezar este viaje prácticamente en su casa, una acción que es, por otra parte la esencia de la tradición jacobea. Y es una pena, porque el Camino madrileño, salvando como es lógico, la salida de la gran urbe, es un itinerario cuajado de lugares interesantes.
El Camino de Madrid comienza en la iglesia de Santiago, en pleno centro de la urbe, atraviesa la Sierra de Guadarrama primero, después la campiña segoviana, y la Tierra de Campos de Valladolid después para fundirse con el Camino Francés en Sahagún, ya en tierras leonesas. Entre un extremo y otro hay unos 360 kilómetros. Entre medias queda uno de los territorios más poblados de España y también algunos de los más solitarios; que toca el cielo en las montañas de Guadarrama y atraviesa llanuras que se funden con el horizonte; que camina a la sombra de los pinares más frondosos y se asolana por planicies desarboladas. Un camino que deja atrás pueblos impersonales y se detiene en pueblos con el sello de la Historia en cada fachada. El contraste; éste es la verdadera seña de identidad del Camino de Santiago de Madrid.
El Camino de Madrid no cuenta con la infraestructura peregrina que tiene el Camino Francés, pero sí con suficientes albergues para hacerlo cómodamente sin poner en quiebra la economía, y tampoco faltan pueblos donde el caminante o el ciclista puede abastecerse. Otro punto a su favor es que la ruta utiliza caminos y pistas en buen estado y que apenas pisa el asfalto, sólo un tres por ciento. Esta circunstancia lo convierte en un excelente itinerario para peregrinos a pie y en bicicleta todo terreno.
La distancia media entre poblaciones es de 7,6 kilómetros, siendo la menos de dos, entre Santa María la Real de Nieva y Nieva, y la mayor de 31, entre Cercedilla y Segovia capital, seguida de los 18 kilómetros que separan las poblaciones de Villeguillo y Alcazarén, límite administrativo ente Segovia y Valladolid.
Camino de Santiago de Madrid. Un Camino vacío
Editorial. Por Dioni Serrano
Hoy toca abuelo Cebolleta. En el verano del 2006 aprovechando unos días de vacaciones descolgados y sin plan, monté las alforjas en la bici y me fui al Camino de Santiago de Madrid. Salvar la sierra por el puerto de la Fuenfría no fue un problema pese al peso de las alforjas; ¡tan sensato es el trazado de la Carretera de la República! Y desde el puerto llegar a Segovia fue visto y no visto. Paré a almorzar y continué deteniéndome en la enigmática iglesia de la Veracruz.
Después de la cuesta de Zamarramala empezó la terra ignota. El plácido atardecer veraniego me pilló en medio de la nada y llegué con las últimas luces a Santa María la Real de Nieva. Una nota en la puerta del albergue tenía escrito a mano el teléfono al que había que llamar. En pocos minutos apareció una amable mujer que me abrió la puerta del albergue, una habitación con seis literas y un cuarto de baño pequeñito. Estaba solo. Pensé en los albergues del Camino Francés que a esas horas estarían atestados. Me duché y salí a buscar donde cenar. Un restaurante ofrecía menú del peregrino por un precio módico. Entré. Era el único cliente aquella noche.
La jornada siguiente se repitió como una fotocopia de la anterior, salvo que en vez de cuestas tuve que vérmelas con los arenales y los abrojos de Tierra de Pinares. El resto fue calcado: caminos vacíos, pueblos vacíos, albergue vacío… Y al otro día, lo mismo; y al otro, y al otro. Ocho años después, cuando rememoro aquél viaje lo primero que se me viene a la cabeza es que durante los cinco días que duró no debí hablar ni un centenar de palabras. La soledad fue de tal tamaño que llegué a hacer cálculos de velocidades medias con un lapicero en el manillar de la bici.
Hace pocos días, pedaleaba con un grupo de amigos por un tramo aún no abierto de la Vía Verde del Eresma cerca de Nieva cuando de frente vimos venir a un ciclista con alforjas. Al llegar a su altura me paré y le pregunté si venía de Santiago. No, me respondió en un perfecto español que delataba que no era de aquí. Comprobaba cómo estaba el Camino. Era un alemán de mediana edad afincado en Cercedilla que promocionaba este itinerario entre sus compatriotas por medio de una web que ya había recibido “40.000 visitas”. Vaya, pensé, el camino madrileño es más conocido fuera que dentro.
Pongamos remedio a esta injusta paradoja.
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