El mito de Sísifo, narrado por Homero en la Odisea, habla de cómo el antiguo rey de Corinto fue castigado por Hades a empujar una enorme piedra por una empinada ladera en el inframundo y que, antes de alcanzar la cima, la piedra siempre caía rodando hasta la base de la colina. Sísifo se veía obligado a empezar de nuevo desde el principio una y otra vez.
Quizás el campo base de los Gasherbrums no es el inframundo, aunque pocas partes del planeta resistirían mejor la comparación, especialmente cuando las condiciones meteorológicas se desatan como lo han hecho en todo el Karakórum en los últimos días.
Allí, Simone Moro y Tamara Lunger llevan dos semanas tratando de abrirse camino a través del caótico glaciar y obtener acceso a las laderas del Gasherbrum I (8.080 m), su objetivo principal para este invierno. Las grietas, los seracs, los bloques de hielo, la nieve acumulada, el viento incesante, la niebla y las precipitaciones se están conjurando contra el dúo, que por el momento no ha conseguido hallar la salida de ese laberinto.
El propio Simone Moro resumía de este modo ayer en sus redes sociales la situación actual y el susto que se llevaron ayer mismo:
Noche agitada la que dejamos atrás. El viento fue sin duda el protagonista, nos mantuvo en pie toda la noche, destruyó la tienda letrina y la tienda ducha. Todo lo demás aguantó perfectamente. La experiencia me había llevado a colocar el campo base en una depresión profunda, el lugar donde en verano está el arroyo que surge del glaciar. Esta posición protegida ha sido providencial esta pasada noche.
Con el viento, también las nevadas de los últimos días han cubierto nuestro equipo y los bidones de plástico que contienen las provisiones. Nada serio, pero todo ha tenido que ser desenterrado y devuelto a la superficie, y Tamara ha llevado a cabo la mayor parte del trabajo.
A pesar del mal tiempo, queríamos regresar al glaciar e intentar escalar. Toda nuestra huella ha desaparecido completamente, todo el trabajo de las dos semanas anteriores ha sido borrado y tenemos que empezar de nuevo, a menudo sin referencias y con un nuevo peligro: las grandes placas de viento creadas por el protagonista de la noche.
Aproximadamente una hora después de dejar el campo base y de varios ruidos típicos de la nieve cediendo bajo nuestros pies (el clásico ¡boom!), causamos un peligrosísimo desprendimiento que, aunque no fue enorme en dimensiones, podría haber sido fatal. Estábamos valle abajo en un canal y toda la ladera sobre nosotros colapsó y deslizó hacia nosotros, deteniéndose prácticamente sobre mis pies. ¡Una clara advertencia!
Si hubiéramos estado sobre uno de los muchos seracs colgantes del glaciar somital, un desprendimiento como ese bajo nuestros pies hubiera significado resbalar por el borde de la grieta, caer en ella y ser enterrados por la placa de nieve. Vuelta obligada, regreso al campo base.
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Las fotos son increíbles…