La presencia de numerosos cadáveres en las laderas del Everest es una de las realidades más inquietantes que rodean la mística del techo del mundo. El código del himalayista dice bien claro que, por encima de determinada altura, cada uno debe ser responsable de sí mismo y no puede esperar la ayuda de nadie más, puesto que no hay energías ni oxígeno más que para ayudarse a uno mismo.
En consecuencia, cualquier fallecido a más de 8.000 metros de altura (también a alturas menores, dependiendo del lugar) está condenado a permanecer allí o, con suerte, ser sepultado por alguna alma caritativa en las entrañas de la montaña, en alguna de las grietas que se abren en ella… Al menos, hasta ahora.
Esa evidencia acaba de ser puesta en entredicho por la exitosa operación de recuperación de un cuerpo efectuada en tiempo récord por un numeroso equipo de sherpas. Entre 8 y 12 rescatadores nepalíes, según las fuentes, participaron en la misión de recuperar el cadáver de Ravi Kumar. El alpinista indio de 27 años había fallecido unos días antes durante el descenso desde la cima, a causa del mal de altura y se había precipitado unos 200 metros en una grieta situada a 8.400 metros de altura, aproximadamente.
¿Un error…?
Muchos analistas han valorado como un error que se llevara a cabo una operación tan arriesgada para la decena de sherpas que se jugaron la vida en ella, sólo para trasladar el cuerpo de un fallecido. Seguramente, nadie participó en esa misión casi imposible por obligación, pues ha trascendido que la factura de la misma ascendía a entre 60.000 y 70.000 dólares y que cada rescatador nepalí recibió 1.000 dólares al día.
A ello hay que sumar que parte de los recursos humanos y materiales utilizados para recuperar el cuerpo de Ravi Kumar se aprovecharon también para sacar de la montaña los restos de Gautam Ghosh, otro alpinista indio fallecido en 2016 cuyo cuerpo descubrió Álex Txikon este invierno en el Collado Sur (8.000 m)… En este caso, se habla de un presupuesto de otros 40.000 dólares. Unos ingresos nada despreciables para la agencia que se ha hecho cargo de la operación, aunque también es cierto que ha tenido que afrontar enormes gastos, tanto para comprar botellas de oxígeno (se calcula que unos 20.000 dólares) como para fletar un helicóptero que ha trabajado a más de 7.000 m.
¿… o el principio de una nueva era?
Por otro lado, también es cierto que el éxito de esta operación abre las puertas a una nueva era sin cadávares en las laderas del Everest. De momento, la cuestión no ha sido planteada abiertamente, pero parece lógico pensar que, si el axioma de que no es posible recuperar un cuerpo a demasiada altura se revela falso u obsoleto, muchas familias pueda plantearse bajar de la montaña los cuerpos de sus seres queridos que reposan en ella.