Peter Hámor, Horia Colibasanu y Marius Gane comparten un sueño desde hace años. Un sueño que tiene la forma del relieve de la arista noroeste del Dhaulagiri y que lleva camino de convertirse en obsesión. Los tres ya intentaron abrir esta ruta nunca escalada anteriormente en la primavera de 2019. Trabajaron mucho en la línea de ascensión pero nunca llegaron a estar en disposición de lanzar un ataque a cima.
Volvieron a Nepal con los ánimos renovados en marzo de 2020, reforzados con el también eslovaco Michal Sabovcik. Sin embargo, a los pocos días de aterrizar en Katamandú, se declaró la pandemia global de coronavirus y el país cerró toda su actividad. Tan motivados estaban por su sueño de la arista noroeste del Dhaulagiri que intentaron seguir adelante a pesar de todo, pero finalmente tuvieron que renunciar contra su voluntad.
La pandemia todavía no se ha terminado, pero todo apunta a que la temporada de primavera se podrá desarrollar en el Himalaya de Nepal, aunque sea con cuarentenas y otras medidas de seguridad. En este contexto, Peter Hámor ha anunciado en sus redes sociales que mañana 10 de marzo viajará a Nepal, con el mismo objetivo en el que llevan más de dos años pensando: la arista noroeste del Dhaulagiri.
Según ha comentado el alpinista y guía eslovaco, que precisamente completó en el Dhaulagiri en 2017 los catorce ochomiles sin oxígeno, llevará a cabo la aclimatación en alguno de los seismiles de la zona del Annapurna, antes de dirigirse al cercano Dhaulagiri.
La última arista virgen de la montaña
El Dhaulagiri (8.167 m), conocido como la Montaña Blanca, tiene una característica forma piramidal, con aristas bien marcadas. De todas ellas, solamente permanece virgen la arista noroeste. De hecho, dos rutas que nacen respectivamente en la cara norte y en la cara oeste, enlazan con dicha arista a unos 7.600 metros y siguen por ella hasta la cumbre. Pero la arista noroeste no ha sido recorrida jamás de forma integral.
Se trata de un recorrido largo, de unos 7 km de longitud, y con uno de los desniveles más pronunciados del mundo: la escalada comienza en el Campamento Japonés (4.200 m), con lo que hay que salvar 4.000 metros de desnivel para llegar a la cumbre. El tramo más complicado de toda la ascensión se concentra al principio, donde se eleva un contrafuerte rocoso bastante empinado de 1.500 metros de desnivel.
La segunda parte de la ruta, entre los 5.500 m y los 7.600 m, es la aparentemente más sencilla. A partir de los 7.600 m, se eleva el relieve conocido como los Picos de la Catedral, última dificultad antes de alcanzar la cumbre.
A lo largo de la historia, varias expediciones se han fijado en la arista noroeste del Dhaulagiri, aunque solamente ha habido un intento sobre el terreno, aparte del del año pasado. Fue el protagonizado por Valery Babanov y Nikolay Totmyanin en 2008. Los rusos escalaron la primera parte del itinerario, antes de darse la vuelta a una altura de unos 4.900 m debido al mal tiempo, las grandes dificultades técnicas y la presencia de amenazantes seracs.
Mal tiempo tras superar lo más difícil
Durante su intento de 2019, Peter Hámor, Horia Colibasanu y Marius Gane dedicaron una gran cantidad de esfuerzos y energías en escalar los primeros metros de la vía. Allí se encontraron con el primer gran obstáculo del recorrido, el pilar de roca de entrada a la arista. Lograron abrirlo escalando una chimenea con pasos desplomados y tramos de hielo, una sección cuya dificultad Peter Hámor estimó en un grado de V+, A1, M5 y que llevó a Horia Colibasanu a escribir en su blog que era la expedición más dura de toda su carrera, que cuenta con ocho ochomiles sin oxígeno.
Se vieron obligados a equipar ese durísimo tramo, en un régimen de un día de trabajo por uno de descanso, debido al terrible esfuerzo. Además, salieron magullados y con pequeñas heridas debido a la constante caída de rocas y trozos de hielo. A pesar de todo, lograron instalar su C1 a 5.200 m y su C2 a 5.600 m.
Una vez superada esa sección, tenían la intención de encarar el inicio de la arista en estilo alpino. No obstante, la meteorología no ofreció desde entonces una ventana lo suficientemente amplia como para pensar en cumbre y finalmente los expedicionarios tuvieron que regresar a casa con las manos vacías.
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