“De los 40 días que hemos estado en la isla de Baffin, sólo tuvimos sol dos días en el campo base y otros dos en la pared. El resto, viento, nieve y temperaturas de hasta -20ºC…una basura”. Es la cruda descripción que hace David Palmada Pelut, fiel a su estilo directo, de la aventura que ha vivido junto a Josep Maria Esquirol en la isla de Baffin. El resultado de esa aventura lleva el nombre de Sensacions y se resume en las cifras de C4, M6, 6c+, 60º a lo largo de una distancia de entre 1.800 y 2.000 metros (todavía tienen que terminar de descargar los datos exactos). Pero ese no es el único nombre que dejarán para la posteridad en aquel lugar extremo del mundo. Los catalanes también han bautizado la pared- Mirror Wall- y las dos puntas en las que termina el pico que han escalado: Punta Genciana y Punta dels Peluts.
Evidentemente, cuando nada tiene nombre significa que el lugar no es demasiado concurrido. “Es la primera vía española en el Stewart Valley, que está situado a medio día en moto de nieve de Clyde River”, cuenta Pelut, y Josep Maria Esquirol añade que “como mucho, habrá diez vías en todo el valle; nosotros contamos siete”. Curiosamente, esta primavera han coincidido allí dos cordadas, ambas abriendo interesantes rutas; de hecho, relativamente cerca de los españoles, estaban escalando los británicos Stu McAleese, Mark Thomas y Mike ‘Twid’ Turner su nueva vía Arctic Monkeys.
Sensaciones
Lo peor, para David Palmada, ha sido el aislamiento y las condiciones horrendas. Josep Maria Esquirol explica que “el lugar es brutal, inhumano y muy solitario; de hecho, se encuentra a la orilla sur de un lago helado de 13 km de ancho, más allá de un fiordo glaciar que durante el mes de abril y principios de mayo está cubierto de nieve, y por eso te pueden llevar en moto de nieve”. “Después de siete en moto de nieve, te dejan allí con los petates y te advierten que no hay posibilidad de rescates. Sientes una desconexión brutal, es una sensación super rara, de estar descolocado. Incluso nos prestaron una escopeta por si nos topábamos con un oso, aunque decían que era muy raro verlos por allí… ¡pero se olvidaron las balas!”, explica Pelut. “La verdad es que no volvería a ir; hay que estar muy enfermo para volver allí”, sentencia. “Para mí ha sido bastante heavy, de lo más duro que he hecho nunca, encima por un terreno más alpino que no controlo”, concluye Palmada.
Todas esas sensaciones son las que motivaron a bautizar la nueva línea como Sensacions, aunque no las únicas. De hecho, la aventura no había hecho más que empezar. Después de organizarse en el campo base, necesitaron seis días para fijar el zócalo de entrada a la pared, arrastrando kilos y kilos de material. “No tienes referencias para saber la altura de la pared, que puede ser de 500, 1.000 o 2.000 metros, ni información para decidir qué material te llevas… así que llevábamos de todo, un peso enorme”, narra Pelut.
Una línea que tiene de todo
La primera intención era abrir por el centro de la pared, aunque pronto descubrieron que era prácticamente imposible, ya que es muy ciega. “Primero piensas que llegarás hasta tal punto en un largo, pero a medida que avanzas ves que son dos largos de 50 metros”, cuenta Esquirol, quien añade además que “los primeros diez metros ya salían de A3, y todavía no habíamos llegado a lo más difícil… no hubiéramos tenido tiempo de llegar al final, y la idea era abrir algo”. Decidieron, pues, desplazarse hacia la línea más evidente de fisuras a la izquierda de la pared. “Permanecimos un total de 20 días en la pared, instalamos seis campos de hamacas diferentes y al final necesitamos un día entero de rápeles para descender”, resume David.
El especialista en escalada artificial, describe la ruta como “una línea que tiene de todo: no es un big wall puro y duro –la línea por el centro de la pared era más vertical-, pero tiene sistema de fisuras para escalada artificial y libre, una arista somital y unos largos finales de escalada mixta”. “Sólo faltaba una cascada de hielo en medio”, apostilla Esquirol. Pero la dificultad más grande para ellos no se mide en grados, sino que radica la logística, complicadísima: seis desplazamientos del campo de hamacas, cargando todo el material en un terreno horrible … “Subir los petates era una agonía”, recuerda Esquirol, mientras Palmada asegura que “hubo jornadas que no avanzamos ni un solo metro, y que nos pasamos todas las horas del día subiendo material…”.
Al final, sin embargo, la escalada terminó en cima, “con una espesa niebla que no nos dejaba ver nada”, puntualiza Pelut. Tras los rápeles y la recogida del material, Palmada y Esquirol se enfrentaron al regreso, que ya no podía ser en moto de nieve porque la nieve del glaciar se había transformado en un caos de hielo y piedras. Fue un regreso con cinco días de porteos de 300 kg de material por ese inhóspito terreno, hasta el punto de recogida de la moto de nieve, en la playa del mar. “Y encima, la moto no estaba allí… se retrasó un día y medio en venir a por nosotros, que estábamos allí de los nervios, a 150 km de ninguna parte”.