En una noticia que parece salida del día de la marmota, el Ministerio de Turismo de Nepal ha anunciado la nueva propuesta de modificación de la normativa que afecta a las expediciones al Everest y otras grandes montañas del país. Entre lo más destacado de las medidas incluidas figura la prohibición a “ciegos totales y amputados de las dos piernas”, así como a escaladores solitarios y a “aquellos médicamente no aptos para escalar”.
Además, la normativa incluye también el establecimiento de los 16 años como edad mínima para solicitar un permiso de ascensión (sin aumentarla a los 18 años como se había anunciado en anteriores ocasiones); así como el aumento de la limitación de walkie-talkies hasta los 15 por expedición; y la obligatoriedad de que el equipo de un alpinista deba ser transportado por el propio alpinista o los trabajadores de la montaña autorizados por él.
Análisis y escepticismo
Numerosas voces de la comunidad montañera se han alzado nada más conocerse la propuesta para criticar los extremos de la misma. Aunque lo cierto es que la gran mayoría de expertos e incluso las agencias que organizan las expediciones se la han tomado con escepticismo, pues suele ser habitual que los grandes anuncios de reformas de la normativa de expediciones se queden en palabras y no lleguen nunca a aplicarse. La razón es la extrema volatilidad de los cargos del gobierno nepalí, que son sustituidos antes que hayan podido completar los trámites necesarios para poner en marcha sus ideas.
En el supuesto de que sí se aplicaran esta vez, parece que la reforma acerca del veto a los minusválidos se haya tramitado expresamente para el caso del soldado gurkha Hari Budha Magar. Tras haber perdido sus dos piernas sirviendo al ejército británico en Afganistán, ya ha anunciado su intención de intentar el Everest la próxima primavera, e incluso ha llegado a escalar este otoño el Mera Peak como entrenamiento previo.
Por otro lado, y si la razón de esta normativa es reducir los riesgos en el Everest, no existe ninguna relación entre discapacidad y siniestralidad en la montaña. De hecho, los accidentes y muertes afectan más a los no-discapacitados que a los discapacitados que van al Everest. Y es que las capacidades necesarias para escalar esta montaña no son solo físicas.
También se ha generado mucho debate acerca del veto a “aquellos médicamente no aptos para escalar”. De hecho, la normativa añade la coletilla de que se haya demostrado médicamente, algo que nadie entiende, habida cuenta que no se exigen certificados médicos ni revisiones de ningún tipo.
Finalmente, también se ha leído con estupor la cuestión referente a los escaladores solitarios, puesto que en la actualidad no hay nadie que vaya realmente solo al Everest. Todas las expediciones suelen llevar sherpas de apoyo o se valen del trabajo de los sherpas de otras expediciones con las que colaboran. Incluso Álex Txikon en su invernal y Nobukazu Kuriki en sus intentos otoñales han ido acompañados por sherpas. Quizás el único que no ha contratado personal local para el Everest últimamente ha sido Kilian Jornet, aunque conviene recordar que su intento fue por la vertiente tibetana, que depende de las autoridades chinas.
Certificados de cima para los sherpas
En el otro plato de la balanza, la nueva normativa propuesta incluye una medida fuertemente deseada por la comunidad sherpa. Concretamente, contempla que los sherpas y trabajadores nepalíes de las expediciones que alcancen la cumbre reciban también un certificado de cima. El último año se desató la polémica en Nepal porque las autoridades se negaron a expedir certificados de cima para los sherpas alegando que no eran miembros de la expedición sino trabajadores de la misma y que el hecho de estar exentos del pago del permiso de ascensión no les daba derecho al correspondiente certificado de cima.
Otra norma positiva hace referencia a la cuantía de los seguros de vida para oficiales de enlace, trabajadores del campo base y guías, que ha sido aumentada.