Mariano Galván es un alpinista de los de antes viviendo el tiempo presente. Este guía argentino, que lleva a cabo su trabajo habitual en el Aconcagua, realiza sus sueños en las altas montañas del Himalaya. No rinde cuentas a nadie y trata de mantener una ética elevada, sin utilizar oxígeno, ni sherpas o porteadores de altura, a menudo en solitario y en estilo alpino.
Muchos aducen que eso es imposible en la actualidad, cuando las montañas están sobrecargadas de cuerdas fijas y las rutas abarrotadas de turistas de altura. Sin embargo, Mariano Galván consigue encontrar sus espacios y ha realizado ya varias ascensiones a tener muy en cuenta. Comenzó su trayectoria en los ochomiles en 2011, ascendiendo el Lhotse. El año siguiente, en 2012, fue una de las cuatro únicas personas capaces de ascender el Everest sin oxígeno (los otros fueron Ueli Steck, Conrad Anker y Tenji Sherpa). En verano de 2013, fue al Karkórum y realizó la doble ascensión del Gasherbrum II (hizo la primera de la temporada, ante de la instalación de las cuerdas fijas) y el Gasherbrum I, y además tuvo tiempo de ayudar a descender a Alfredo García, que se encontraba en apuros en el G1.
Este verano de 2015, Mariano Galván tenía como objetivo el K2, compartiendo campo base con Carlos Suárez. Sin embargo, terminó haciendo cumbre en el Broad Peak. Supuestamente, era una ascensión de ‘calentamiento’, aunque posteriormente el K2 no le dio ninguna opción en la ventana de buen tiempo que intentó aprovechar con Carlos Suárez y Mike Horn.
Ese supuesto ‘calentamiento’ se ha convertido, probablemente, en la mayor aventura de este verano en los ochomiles del Karakórum. Para contextualizarlo, valga decir que se produjo una semana antes de que Andrzej Bargiel lograra la segunda (y última) cumbre del Broad Peak de este año, seguida por el descenso en esquís. Además, Mariano Galván realizó el ataque a cumbre saliendo desde el campo base del K2 y siguiendo, a partir del C3, la ruta abierta por Carlos Carsolio en 1994 y que nadie ha repetido desde entonces y que incluye tramos de escalada en roca de V+ a más de 7.800 m. Ascendió en estilo alpino (aunque reconoce que utilizó las cuerdas fijas de bajada a partir del C2), en solitario y con dos vivacs, a 7.600 m de subida y a 7.800 m de bajada.
«El K2 estaba con un tráfico de sherpas increíble y el Broad Peak no tenía buena pinta, el panorama no era muy alentador»
Tu ascensión al Broad Peak tiene pinta de haber sido una gran aventura, especialmente por las condiciones de la montaña que han explicado otras expediciones. ¿Cómo viste el Broad Peak?
La verdad es que el Broad Peak no estaba en mi mente para esta temporada. Lo que sucedió es que el hecho de ver tantas expediciones comerciales en el K2, hizo que me echara un poco para atrás. Era ver subir y bajar sherpas todo el tiempo, tanto por la ruta Cesen como la de Abruzzos y no quería interferir con la tan delicada tarea que tienen los porteadores de equipar la montaña para que la gente pueda subir con más seguridad y comodidad. Por lo tanto, tomé la decisión de solicitar el permiso y poder aclimatar en el Broad Peak mientras se apaciguaba un poco el movimiento en el coloso de Pakistán.
Realicé un ascenso al C1 para poder ver más de cerca las condiciones de la ruta y ver qué se podía hacer, ya que otros amigos que habían intentado esta montaña me habían dicho que si la nieve estaba en malas condiciones, muy blanda o mucha cantidad, se hacía casi imposible. Y la verdad es que tenían mucha razón. Justamente este año fue uno de esos, la nieve era inconsistente y parecía azúcar.
Volví al campo base un poco decepcionado después de esta primera incursión en la parte baja de la montaña. El K2 estaba con un tráfico de sherpas increíble y el Broad Peak no tenía buena pinta, el panorama no era muy alentador tras este primer diagnóstico. Pero si algo aprendí estos años es a no dar el brazo a torcer tan fácilmente. Charlando con Carlos Suárez, con quien tuve el agrado y la suerte de compartir el campo base, ya que es un escalador con mucha experiencia y al cual admiro, le comenté que había leído que la ruta Carsolio de 1994 tenía mucha más parte de roca, con lo cual sería más factible escalarla, pero a la vez la dificultad y la exposición eran mucho mayores. Recordaba que la vía transcurría por un gran nevero y luego había que buscar un itinerario entre las rocas y corredores pequeños de nieve. Recordaba también que alguna vez, buscando información, no había encontrado mucho al respecto. Desde el campo base del K2 no se veía muy compleja, por lo que decidí emprender esta escalada sin saber bien a lo que me enfrentaba. Y no dándome cuenta de dos cosas: la primera es que a pesar de que Carsolio hizo esta ruta en solitario, escalaba con la élite polaca de la época, Jerzy Kukuczka y Arthur Hajzer entre otros, lo que demuestra la talla de escalador que es; y segundo, no había habido hasta el momento repetición alguna de su variante, lo cual habla del compromiso de la misma. Dos pequeños grandes detalles que se harían evidentes luego.
«Los escaladores tenemos que tomarnos más tiempo para difundir las actividades y compartir información que pueda ayudar y motivar a otros escaladores»
Interpreto que hiciste la ascensión sin oxígeno, ¿verdad?
Nunca espero emplear oxígeno en mis ascensos deportivos pero no estoy en contra de su uso en las expediciones comerciales. Me parece una medida más de seguridad para los clientes, así como cuerdas y demás. Aunque sí creo que hoy se abusa de estas dos medidas de seguridad, hasta un punto que se vuelve casi increíble.
¿Hiciste cumbre siguiendo la ruta de Carsolio de 1994 entera o sólo desde el C3?
La verdad es que, debido a la poca información que se puede encontrar en internet, pensé que la ruta Carsolio era una variación desde campo 3. Sólo había visto unos topos desde el C3, así como también la ruta realizada por los iraníes. Por lo que realicé la primera parte del ascenso por la ruta normal hasta el C3, y desde allí continué por la variación de roca.
Es una lástima que no se pueda tener más acceso a información de las rutas. Creo que los escaladores tenemos que tomarnos más tiempo para difundir las actividades, pero no para publicitarse, sino para compartir información que pueda ayudar y motivar a otros escaladores. Tratando de volcar más vídeos, relatos y topos en internet. Una pena no haber podido repetir íntegramente la vía.
«Una vez más estaba en el lugar donde mis sueños me habían llevado y una vez más dejaban de ser sueños para ser parte de mi historia personal»
Lo más duro empezaba allí, ¿cómo fue tu ascensión a partir del C3?
Luego de aclimatar rápidamente con una noche en el C3 del Broad Peak y de recuperarme un par de días, la ventana de buen tiempo llegó el 14 de julio y esa misma noche a las 00:20 salí del campo base del K2 (5.000 m) rumbo al C3 del Broad Peak nuevamente. Se deben descender unos 200 m para alcanzar la entrada a la ruta normal del Broad, para luego comenzar el ascenso hasta los 6.800 m, que es donde establecí mi único campamento para descansar unas horas. Me tomó unas 11 horas llegar hasta ahí. La noche me permitió llegar en unas condiciones bastantes favorables, si bien el tema de abrir una huella inexistente se hacía sentir a cada paso. Hasta esa fecha se habían fijado cuerdas hasta un poco más del C2, por lo que no mucha gente se aventuró más allá. Pero estaba contento de mi esfuerzo; era el precio que tenía que pagar por tener una montaña para mí solo, la vista era soberbia y el viento se había ausentado en esta jornada. Disfrutaba y mis ojos se llenaban de la belleza que permite contemplar este campamento. El majestuoso K2 me miraba desde lejos, sonriendo por lo bajo, sabiendo que esta temporada sería imposible pisar su cumbre, aún ante el infructuoso trabajo de los sherpas que asediaban sus laderas con metros y metros de cuerdas. Ahí estaba yo contemplando los valles que se dibujan como autopistas, por entre las montañas del Karokórum. Sin pensar demasiado en la tarea que aún tenía por delante, quizás menospreciando la dificultad de la vía, quizás hipnotizado por tanta inmensidad. Una vez más estaba en el lugar donde mis sueños me habían llevado y una vez más dejaban de ser sueños para ser parte de mi historia personal.
Así fue como, en la rutina de preparar el equipo, llegó la noche para dar comienzo a una aventura que recordaré por mucho tiempo.
El 15 de julio a las 00:40, salgo de mi tienda con muy poco equipo, ya que calculo que el ascenso tomará menos de veinticuatro horas. Sólo llevo algo de agua, comida de marcha y nada más. Además, el saber que tengo que escalar en roca me hace alivianar más aún la mochila; no puedo creer que haya salido tan sólo con un litro de agua.
El calentador, bolsa de vivac y todo lo demás queda en la tienda. Son esos pequeños grandes detalles que a pesar de la experiencia con que uno cuenta, se dejan ocultar tras los nervios que se presentan cuando uno decide ir a la cumbre.
El día es perfecto, no hay viento y ninguna nube entorpece la visión, alcanzo la base del gran nevé que indica el desvío de la ruta normal y apunta hacia el itinerario de roca. Este nevé tiene unos 200 m y una inclinación de 55°, la progresión es lenta y alcanzo los primeros resaltes rocosos ya con buena luz a las 5:30 horas. Aquí las dificultades no tardan en aparecer y comienzo a escalar por sectores de IV a V, en una roca descompuesta y que me lleva a tener que verificar varias veces los agarres antes de tirar de ellos.
Intuitivamente voy adentrándome metro a metro en las alturas del Broad, la dificultad se mantiene y no da lugar a buenos descansos. Ya sobre el atardecer trato infructuosamente de buscar un lugar para improvisar un vivac, pero es imposible, todo lo mejor que consigo es una pendiente de nieve donde a fuerza de empujar la nieve con mis crampones logro mantenerme estable, lo suficiente como para tratar de dormir algo sobre mi mochila. El sol se está poniendo y la imagen que me regala es conmovedora, la silueta del K2 se dibuja dominante sobre el horizonte y los colores cálidos que despide el atardecer poco se condicen con la realidad. El frío me quita de ese mundo de ensueño y trato de acomodarme para ver si puedo tener algunas horas de sueño. Me encuentro a 7.600 m, tan sólo con mi mono de pluma Mountain Hard Wear, mi mochila y los restos de un litro de agua que se esfumaron hace ya un tiempo.
«Sin estar en mis planes, alcanzo mi quinta cumbre por sobre los ocho mil metros, nuevamente solo y sin oxígeno»
¿Cómo recuerdas la llegada a la cima?
Luego de algunas horas interrumpidas de sueño, decido continuar escalando, sin esperar los anhelados rayos de sol. La noche es cerrada y sin luna, el viento se hace presente y dificulta un poco la visión ya que vuela la nieve y complica todo. Los nervios aumentan ante el desconcierto de estar encerrado en corredores de roca y nieve. He pasado una noche no muy cómoda al raso y siento cómo poco a poco mis fuerzas y mi concentración van disminuyendo.
Esta última parte de la escalada que transcurre de noche es una pesadilla, la roca dejó de ser mala para pasar a ser pésima, la nieve que se ventea pasa a cubrir las piedras que se presentan ahora amenazantes ante unos crampones que no encuentran asidero.
Busco durante horas una salida que se me antoja extremadamente cercana. Contemplo cómo unos metros más arriba de donde me encuentro la roca se presenta plana (al menos desde donde estoy), pero para ello debo pasar unas dificultades que hacen dar todo lo mejor de mí, y mis últimas reservas. Con mucho temor logro escalar estos 15 metros, caigo extenuado y con la respiración agitada debido a la altura: a 7.800 m una escalada de V+ se torna algo serio, lo que sumado a los nervios de escalar sin cuerda hacen que tus pulmones sufran al tratar de introducir aire en estas condiciones.
Me dejo caer sobre la nieve y mi respiración se recupera, aliviado de ver que la pendiente que ahora se presenta ante mí es de una dificultad moderada, no más escaladas en roca de mala calidad, ahora ‘sencillamente’ caminar hasta los 8.047 m, nada más…
El 16 de julio a las 6:00 horas alcanzo la cumbre de la decimosegunda montaña más alta del mundo. Sin estar en mis planes, alcanzo mi quinta cumbre por sobre los ocho mil metros, nuevamente solo y sin oxígeno. Creo que hay una tendencia aquí, aunque no descarto compartir cordadas en el futuro. Hasta ahora se ha dado así y no me pregunto mucho acerca de qué me lleva a encontrarme con la soledad a estas alturas.
Vídeos y fotos de rigor en una cumbre fría debido a la hora en la que me encuentro, pero con unas condiciones envidiables, una leve brisa apenas mueve la bandera argentina que cuelga de mi mochila. Bandera que me acompaña y que me recuerda a mi familia, mis amigos en Argentina y toda aquella gente que sé que me acompaña de forma anónima e incondicional.
«Sin agua y sin mucha comida, las decisiones se tornan torpes y cuesta enfocarse»
Muchas veces se dice que el descenso es más duro que la subida, ¿fue así en este caso?
Una vez terminado el ritual de cumbre, me enfrento a otra realidad. La ruta de ascenso no es una opción a la hora de bajar, la roca de mala calidad no es una elección para destrepar. Ahora me encuentro atrapado en la cumbre. Sin agua y sin mucha comida, las decisiones se tornan torpes y cuesta enfocarse. Hace más de 12 horas que tomé el último sorbo de agua, ahora pequeños trozos de nieve son los que alivian la resequedad de la garganta, pero sé que no puedo abusar de este recurso ya que el frío puede inflamar mi garganta y empeorar las cosas. Pienso en que debo encontrar un corredor de nieve para poder destrepar con mis piquetas, pero no quiero adentrarme en terreno desconocido ya que sé que luego puedo quedar enriscado y, sin demasiadas fuerzas para volver a ascender, se puede convertir en una trampa mortal.
Cuando se me aclaran un poco las ideas, veo que el filo por el que se sube en la ruta normal es una buena opción, aunque sin cuerdas se muestra un poco complicado. Me dejo llevar por un terreno fácil de nieve hasta que me encuentro con un torreón de roca que muestra restos de cuerdas viejas. Me dirijo a ellas como si fuese una fuente de agua y logro recuperar unos veinticinco metros de cuerda roída y en mal estado, pero es mucho mejor que nada. Unos cuantos nudos en la misma sanearán la camisa cortada que muestra repetida veces el alma de la cuerda. Ahora sí me siento seguro para bajar, aunque confío también en que la suerte haga de las suyas para bien y esté de mi lado.
Con delicadeza de equilibrista voy descendiendo lentamente por el filo, siguiendo viejos rastros de cuerdas que me animan a seguir a pesar de mi cansancio. Aún no ha terminado la cumbre, no hasta alcanzar el collado a 7.600 m. Debo emplear mi ‘flamante’ cuerda un par de veces, agradezco en silencio haber encontrado ese valioso tesoro enterrado en la nieve.
«Estoy solo y mis pedidos de ayuda se ahogan en otra noche oscura»
Ya es la tarde cuando alcanzo el tan anhelado collado, el sol está adquiriendo ese tono anaranjado nuevamente que vaticina que mi segunda noche va a ser igual de dura que la anterior.
El terreno se presenta con una nieve muy honda que hace de cada paso una pesadilla. Ahora entiendo porqué no mucha gente pudo realizar cumbre esta temporada. A cada paso me hundo más arriba de la rodilla en una nieve que en la superficie es como una costra dura para luego dar paso a una nieve tipo azúcar. Siento como si a cada paso alguien sujetara mis piernas en cada hueco que hago en el manto de nieve. Una rimaya corta la monotonía del terreno y, ante el cansancio, no tengo muchas ganas de rodeos y me descuelgo con mis herramientas, sin pensarlo demasiado. El resultado fue una buena caída que me despierta de mi estado somnoliento y que interrumpe la conversación con mis amigos imaginarios, que a esta altura ya son parte de la cordada. Ahora entiendo los relatos de aquellos que bajo situaciones extremas ven gente que no debería estar allí. Mi cerebro entiende que la falta de azúcar, la deshidratación y la falta de sueño son los que, mezclados con una buena dosis de hipoxia, generan alucinaciones, pero a la vez se me antojan irremediablemente reales, demasiado reales y hasta tal vez molestas.
La noche llega sin demasiado aviso y me desoriento al punto de decidir esperar por la luz del sol. Repetidas veces pido por ayuda gritando pero me encuentro a unos 7.100 m y no hay nadie en las cercanías. Estoy solo y mis pedidos de ayuda se ahogan en otra noche oscura.
Mi tienda se halla unos trescientos metros por debajo de donde me encuentro pero estoy desorientado y sé que, de continuar, puedo empeorar aún las cosas. Así que junto a mis ‘compañeros’ decido acurrucarme sobre mi mochila a esperar, e incluso logro dormir un poco.
Las primeras luces aclaran y rápidamente me dan la oportunidad de fijar mi rumbo, ahora veo a lo lejos mi tienda. Ahora comienzo a relajarme un poco, sé que allí tengo todo lo que necesito, ahí hay agua y provisiones. Incluso antes de llegar a la misma, un coreano que se encontraba aclimatando en el campo 3 me ofrece agua y unas galletas. Le estoy eternamente agradecido. Si bien mi tienda se encuentra a unos treinta minutos por delante, no tener que esperar para derretir aguay luego de unas 52 horas de escalada, es un regalo invaluable. Contemplo mis huellas, tanto las de subida como las de bajada, y me siento contento, no solo subí un ocho mil, sino que me di el gusto de hacerlo de acuerdo a mis principios y compromiso. Ha sido una batalla justa, la montaña me ha dado nuevamente la oportunidad de probar mis límites y me ha enseñado aún más. Agradezco en silencio y me retiro en silencio, no quiero despertar a las tormentas que en ella habitan.
Ahora ‘sólo’ queda el regreso. Luego de cuatro horas de descanso me dispongo a bajar lentamente al campo base del K2. Agradezco las cuerdas que se encuentran ahora a mi paso por debajo del campo 2, las mismas que al comienzo de la escalada contemplaba con desprecio, ahora son mi punto de apoyo para bajar en un día muy caluroso que hace de los campos de nieve un terreno altamente peligroso. Decido dormir una hora de siesta en cada campamento que alcanzo, casi como si fuera una recompensa para mi cuerpo agotado, me puedo dar ese pequeño lujo. Hasta que finalmente a las 20:30 del 17 de julio alcanzo mi tienda nuevamente en el campo base.
No puedo dejar de pensar en que esto fue como una ‘entrada en calor’, comparado con lo que me espera a mis espaldas, el K2, que aún sin verlo, deja sentir su presencia todo el tiempo.
«Me gustaría seguir manteniendo es mi compromiso y coherencia en las escaladas»
Con tanta gente en el campo base y tanta comunicación hoy en día, se ha tardado bastante en conocer que hiciste cima. ¿Por qué? ¿No eres un alpinista demasiado mediático…?
La verdad es que creo que las montañas son para escalarlas y poder disfrutar en ellas de una actividad que te complete como persona, no para hacer brillar tu ego desde las cumbres.
Otra realidad es que yo me financio las expediciones. Si bien cuento con el apoyo de marcas como Mountain Hard Wear y Garmont, el dinero para costear las mismas provienen de mi trabajo en Aconcagua como guía, por lo que no tengo la presión de hacer cumbre y de andar lleno de parches como si fuera un cartel de ruta. Quizás algún día me vean así (aunque espero que en un futuro lejano), pero hoy me puedo dar la libertad de escalar para mí.
Por otra parte no cuento con teléfonos satelitales, ya que se escapa de mi presupuesto, ni de internet en el campo base. Además, no me encargué expresamente de difundirlo y a la gente que se lo conté, como a Carlos Suárez, Alberto Zerain y otra gente allegada a mí como la gente del equipo de Ecuador, les pedí que lo mantuvieran entre nosotros porque no quería distraerme mucho de mi próximo objetivo, que era el K2. Gracias a ellos que supieron mantener un perfil bajo y respetar mi voluntad, la cumbre no tuvo gran difusión hasta que yo lo decidí.
Este es tu quinto ochomil después del Lhotse, el Everest y los dos Gasherbrums en una temporada, todos sin oxígeno. ¿Cómo ves el ochomilismo actual? ¿Tienes intención de seguir haciendo ochomiles de forma ‘diferente’ al resto?
El uso de oxígeno no es una opción para mí en cuanto a mis escaladas deportivas se refiere. Además es muy costoso y escapa una vez más de mi presupuesto. Aunque no estoy en contra de su uso en las expediciones comerciales, debo admitir que hay un abuso del mismo, a límites que resultan casi increíbles.
Lo que si me gustaría seguir manteniendo es mi compromiso y coherencia en las escaladas. Voy a tratar de seguir superándome y dando lo mejor de mí para hacer mi mejor aporte al montañismo argentino.