Marcin Tomaszewski lleva tiempo convencido de que el big wall es el nuevo estilo para los desafíos verticales en invierno. Lo puso de manifiesto en el gélido diciembre de 2021 en el Karakórum cuando abrió Frozen fight club con Damian Bielecki en la Uli Biaho Gallery, y tras una larga experiencia en latitudes árticas como Baffin o el Troll Wall, ambas con Marek Raganowicz.
Esta vez, su destino para el invierno fue la costa oeste de Groenlandia y su compañero de expedición, el también polaco Pawel Haldas. Inicialmente habían pensado en las paredes de las islas de Storoen, Uummannaq y Agpat, pero las condiciones inestables del hielo de los fiordos recomendaron no aventurarse en esos destinos. Así pues, tuvieron que dedicar unos días a explorar la zona, con la ayuda de habitantes locales, hasta dar con su particular Eldorado: un muro vertical de roca gélida de unos seis kilómetros de ancho y altura entonces desconocida, que terminarían calculando en unos 700 metros.
Escalar a -40ºC
Ambos escaladores plantaron sus tiendas en la superficie helada del fiordo, a los pies de la muralla rocosa en la que trabajarían los siguientes catorce días hasta terminar dibujando su nueva ruta. Se pusieron rápidamente de acuerdo acerca de la línea que seguirían, un itinerario lógico y natural desde la base hasta la cima.

Los primeros días gozaron de un tiempo despejado, lo que también significa temperaturas más bajas, de alrededor de -40ºC. De hecho, tuvieron que tomarse un día de descanso debido a la entrada de una extraordinaria ola de frío polar que llevó las temperaturas incluso más debajo de esos -40ºC.
Durante las jornadas que pudieron escalar, solo lo hicieron en las siete horas de horario diurno, para evitar congelaciones. Apenas podían progresar uno o dos largos por día, ya sea bien escalando en artificial o bien superando dificultades de hasta M5 en libre.
Ataque a cumbre
El 18 de febrero, Marcin Tomaszewski y Pawel Haldas decidieron lanzarse a por un ataque a cumbre. Optaron por instalar su hamaca por encima del L9 y realizar allí su primer vivac, evitando así los frecuentes desprendimientos más abajo. Su progreso fue lento pero constante, siempre con la temperatura como principal inconveniente y dificultad.


Desde la perspectiva técnica, en la sección superior un largo que superaron en artificial (A3) fue el principal obstáculo. La navegación arriba del todo también les supuso un momento de dudas, pues ante ellos la línea se bifurcaba en dos diedros de salida. Terminaron resolviendo que tomarían directamente por la sección de roca naranja entre el uno y el otro, evitando así la roca quebradiza y las inestables lajas de los diedros.
Con un parte meteorológico que auguraba la entrada de vientos de más de 100 km/h y un aumento drástico de las temperaturas en los próximos días, los dos polacos alcanzaron la cumbre en el día que les pareció menos frío y sin viento. Decidieron bautizar la línea que escalaron con el nombre de Fram, en honor al barco que usó Amundsen en sus exploraciones árticas y antárticas.
Descendieron ese mismo día hasta el vivac y a mediodía del día siguiente a sus tiendas sobre el fiordo, donde les recogieron en moto de nieve al poco rato. Solo unas horas más tarde, el hielo del fiordo se comenzaba a resquebrajar y el camino que acababan de recorrer dejaba de existir.

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