Hace tres días salimos de madrugada hacia la arista norte del Latok 1, con material y comida como para intentar una ascensión que, sabíamos, nos podría llevar tranquilamente una semana. 1300 metros de desnivel hasta el lugar donde habíamos previsto instalar nuestro primer vivac.
Empezamos a subir rápido por las primeras rampas, que eran relativamente fáciles de no ser por alguna que otra rimaya. A medida que ganábamos metros, el terreno se volvía más complicado, por lo que teníamos que superar algún tramo de escalada mixta para conectar las campas de nieve. Lo más duro llegó arriba, cuanto más nos acercábamos al vivac, puesto que encontramos la nieve en peores condiciones. Después de 16 horas y cavar más de una trinchera a base de paciencia y mala leche, alcanzamos nuestro ansiado vivac ya entrada la noche. En condiciones normales se podría haber alcanzado este punto en unas ocho horas de escalada, pero las grandes nevadas que se han sucedido durante el mes pasado en el Karakórum han dejado la pared cargada de nieve. A partir de cierta altitud la nieve apenas ha transformado, lo que en terrenos verticales supone un penoso avance e imposibilidad de asegurarse mientras no se encuentre hielo o roca.
En el segundo día de escalada dos largos de cuerda nos bastaron para convencernos que, a causa de las malas condiciones en las que se encuentra la montaña, no íbamos a poder avanzar mucho más. La arista estaba impracticable a causa de la nieve sin transformar y de los grandes hongos que nos cortan el paso. Alcanzamos los 5800 metros de altitud, punto desde el cual comenzaron las mayores dificultades de la ascensión.
Volvimos al vivac con idea de recapitular y ver las distintas opciones que teníamos. Por si no fuera ya lo suficientemente clara la idea del descenso, la noche nos obsequió con una bonita nevada, lo que nos obligó a bajar lo antes posible. 1300 metros de rápeles a base de abalakovs, buscar camino de nuevo para sortear las rimayas y de vuelta al campo base.
De momento a descansar un par de días, reponer fuerzas y buscar algún otro objetivo en el que no dependamos tanto de las condiciones de la nieve.
Saludos desde la morrena.
Óscar Pérez y Álvaro Novellón