Hacía tiempo que Krzysztof Wielicki no estaba en el centro de la actualidad alpinística. El suyo es uno de los grandes nombres del himalayismo, especialmente relacionado con las ascensiones invernales, aunque sin olvidar que fue la quinta persona del mundo en alcanzar las cimas de las catorce montañas de más de 8.000 metros.

En su trayectoria invernal sobresalen las primeras ascensiones a las tres montañas más altas escaladas en dicha estación: el Everest en 1980 (con Leszek Cichy), el Kangchenjunga en 1986 (con Jerzy Kukuczka) y el Lhotse en 1988 (en solitario). También intentó el K2, pero allí no logró pasar el C3 (7.300 m). Este invierno, Krzysztof Wielicki ha vuelto a primera plana liderando la expedición polaca que ha culminado con la primera ascensión invernal al Broad Peak de Adam Bielecki, Artur Malek, Maciej Berbeka y Tomasz Kowalski. Una expedición que terminaría en tragedia por el fallecimiento de estos dos últimos alpinistas.
Cuando los miembros de la expedición están de regreso en Polonia, publicamos esta entrevista inédita, realizada a Wielicki en la primavera de 2011, justo después de que Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards lograran escalar el G2, el primer ochomil del Karakórum que se ascendía en invierno.
¿Qué piensa de esta primera ascensión invernal en el Karakórum?
Es estupendo. Espero que hayan abierto la lata de las ascensiones invernales en el Karakórum, porque hasta ahora… Bueno, pero déjame decir… Tenemos que recordar que Maciej Berbeka, en 1988 durante nuestra expedición al K2, fue al Broad Peak con otro hombre y casi alcanzó la cima. Llegó hasta la Antecima, solo y en estilo alpino. Quiero decir que ese fue uno de los primeros más grandes logros en el Karakórum. Aunque está claro que dentro del éxito, llegar a la cima es el mayor éxito, por supuesto. Pero bueno, Denis y Simone son alpinistas profesionales, y además iban con un hombre más, Cory… Creo que son muy fuertes, han utilizado muy buena estrategia, han tenido mucha suerte y han tenido la ayuda de Karl Gabl.
El meteorólogo es importante…
Pienso que esa es una de las cosas más importantes, especialmente durante una ascensión invernal. Porque en invierno puedes tener dificultades en encontrar una buena ventana. Normalmente tienes ventanas de un día o máximo dos días en los que puedes escalar. Por lo tanto, necesitas unas previsiones muy estrictas, y Karl Gabl está haciendo un trabajo increíble. Pienso que si no tuviéramos gente como Karl Gabl, el Karakórum todavía podría estar inescalado en invierno. Creo que es una gran ayuda, porque 30 o 40 años atrás si hacías un ataque a cumbre nunca sabías qué iba a pasar, cómo iba a ser el día siguiente… simplemente mirabas al cielo para decir “bueno, mañana quizás sí o quizás no”. Era la escalada del Insha’Allah [‘que Alá quiera’], ahora tienes la previsión.
Pero lo hicieron, y tomaron una muy buena elección. Empezaron a escalar con mal tiempo porque sabían que el tercer día amanecería con buen tiempo. Si miras hacia atrás, venían de una gran tormenta, y en el último momento, escalaron. Son tipos fuertes.
¿Es esa la mayor diferencia con respecto a su época?
El meteorólogo es una de las más importantes. La segunda, por supuesto, es que ellos tuvieron suerte. Como sabes, Simone intentó dos veces el Broad Peak en invierno pero no lo consiguió porque se encontró con el jet stream, que acostumbra a soplar siempre en esta zona. Pero este año ha sido completamente diferente. En todo el mes de enero no hubo nada de jet stream, mientras que habitualmente el jet stream entra a finales de diciembre y permanece hasta marzo. Creo que, por su experiencia, Simone y Denis sabían que llegaría un día que el jet stream tenía que volver, así que escalaron muy rápido. Sabían que podía pasar y pasó. Luego llegó la tormenta, con vientos de 130 km/h.
¿Por qué las montañas del Karakórum no se han escalado en invierno?
La primera gente se centró en Nepal, creo que porque el invierno en Nepal no es tan duro como en el Karakórum. Por supuesto que hay malas condiciones, pero el Karakórum es especialmente proclive a las tormentas. Yo creo que es porque el Karakórum está situado más al norte y tienes influencias del clima continental. Así que hay un peor tiempo, menos gente intentándolo… pero lo intentamos, no es que no hubiera nadie que lo intentara; los polacos lo intentamos muchas veces en el Karakórum, pero sin éxito: Nanga Parbat, K2, Broad Peak… Tenemos experiencia en el Karakórum.
Por otro lado, este año lo especial es que no hubo viento, que normalmente en el Karakórum en invierno hay bajas presiones y este año hubo muy altas presiones en enero, con lo que no había viento. O sea que este año fue algo fuera de lo normal. Pero ellos aprovecharon la oportunidad y realizaron la ascensión.
¿Cuáles son las otras grandes diferencias con respecto a sus tiempos, quizás el material…?
Quizás el material, un poco… las previsiones meteorológicas es lo más importante, y después están los conocimientos, el hecho de saber que alguien lo escaló antes. Esa es la historia del alpinismo: alguien cruza una línea y después lo siguen otros. Es algo psicológico. Si sabes que alguien escaló en invierno piensas que quizás también puedas hacerlo tú, eso ayuda muchísimo: los conocimientos y la experiencia de anteriores expediciones. Pero al final, invierno es invierno y no hay muchas diferencias en eso. Siempre puedes esperarte temperaturas de -40ºC, siempre puedes esperar vientos de 150 km/h, y a parte de eso necesitas una buena estrategia, buena logística, buenos alpinistas y previsiones meteorológicas… y hoy en día es más fácil de encontrar.
En ese sentido, usted fue el primero en ascender un ochomil en invierno, el Everest en 1980, ¿cómo fue la experiencia de ser el primero?
Bueno, es cuestión de haber elegido el invierno y de haber elegido la montaña más alta, y eso lo eligió Andrzej Zawada [líder de las tres primeras expediciones invernales polacas al Hindu Kush e Himalaya durante los años 1970, y otras cinco en los 80 y 90], no yo… Yo no estaba detrás de la idea, yo sólo sabía que me iba de expedición invernal. La idea era suya y nosotros [20 integrantes] sólo le seguimos porque podía ser un desafío, y descubrimos que sí era un desafío. Pero, ¿qué podía suceder? Podía pasar que no ascendiéramos, pero lo hicimos y demostramos que era posible. Eso fue muy importante, porque si pudimos escalar el pico más alto, los polacos empezaron a escalar pensando “si hemos escalado el más alto, ¿por qué no deberíamos intentar ochomiles más bajos?”. Y lo que siguió fue un montón de éxitos durante los años ochenta, porque representaba hacer historia y todos querían formar parte de la historia. La historia del Himalaya en invierno estaba vacía, nadie la había escrito y nosotros lo hicimos, y ahora la sigue escribiendo otra gente, nuestros amigos.
¿Qué es lo que hace tan especial el alpinismo invernal?
El desafío. Quieres hacer algo nuevo y algo que represente un desafío a nivel de la historia mundial del alpinismo. Si vas al Cho Oyu en primavera por la ruta normal, no es un desafío… Es un reto personal, por supuesto, pero no es un desafío histórico. Todo alpinista sabe dónde está el desafío, y se trata de estar hambriento de éxito, tienes que estar hambriento.
¿Cómo recuerda el Everest?
Con el paso del tiempo, todo es muy diferente. Ahora pienso que hicimos una muy buena ascensión. Después del Everest, yo no descubrí ningún otro gran logro… por supuesto, se han hecho otras primeras invernales, pero han pasado 30 años y todavía quedan cuatro ochomiles por escalar, con lo que todavía hay cierto desafío. El valor de nuestro logro es mayor y mayor cuando se mira con la perspectiva del tiempo que ha pasado.
Después del Everest, también hizo la primera invernal al Kangchenjunga en 1986 junto a Jerzy Kukuczka, ¿cómo fue aquella ascensión?
El Kangchenjunga fue el quinto ochomil escalado en invierno por los polacos, porque entre el Everest y el Kanchenjunga se escalaron el Dhaulagiri, el Cho Oyu y el Manaslu, así que era muy fácil para nosotros pensar “ya hemos escalado cuatro, así que podemos escalar cinco”. Era un buen equipo, ya que esa vez escalé con Kukuczka, como dices. Pero al final nos topamos con la suerte, como Simone y Denis, y tuvimos dos días en que se abrió una ventana y pudimos alcanzar la cumbre, porque de otro modo hubiera sido imposible; con un jet stream muy fuerte es imposible escalar.
¿Cómo recuerda a Kukuczka?
Es difícil contestar en una sola respuesta. Una sola palabra no es suficiente, es la historia. Es un icono del alpinismo.
¿Cuál es su mayor recuerdo sobre él?
Testarudo. ¿Dónde está la cima? Arriba. Nunca miraba abajo, siempre arriba.
Debía usted ser duro para estar con él, ¿no?
No, él te inspiraba la confianza de que ibas a hacer cumbre. Si estabas en el equipo de Kukuczka sabías que ibas a hacer cumbre. Mucha gente quería escalar con él o estar en su equipo, porque así tenían la oportunidad de subir. Él era muy fuerte y todo el tiempo empujaba a la gente hacia la cima.
Después del Kangchenjunga con Kukuczka, usted realizó la primera invernal al Lhotse en solitario, ¿cómo lo recuerda?
Fue un caso excepcional. Se dio la circunstancia de que mis compañeros se encontraban mal y tuve que decidir ascender en solitario. De nuevo, tuve buena suerte. El último día, cuando superé los 8.000 metros, tuve muy poco viento, aunque hacía mucho frío. Además, era una mala época para mí, porque llevaba un corsé después de un accidente y era un poco arriesgado, pero…
Después de aquella ascensión, del 31 de diciembre de 1988, no hubo más ascensiones invernales con éxito en mucho tiempo, hasta 2005… Y lo intentamos. Lo intentamos especialmente en el Karakórum, con cinco expediciones al Nanga Parbat, K2 y Broad Peak, pero…
¿Qué recuerdos tiene del Nanga Parbat? Porque usted fue en solitario a principios de septiembre de 1996 y escaló muy rápido…
Sí, creo que fue la expedición más corta del mundo. Siete días de Karakórum Highway a Karakórum Highway. Escalé muy rápido hasta la cima y descendí también muy rápido. No he oído nunca de otra expedición que hiciera cumbre en tan poco tiempo.
¿Cómo fue tan rápido?
No había nadie, sólo yo. Mi expedición abandonó el campo base cuando yo llegué y ya no había nadie. Había habido mal tiempo y todas las expediciones habían abandonado y se habían marchado para casa. Tuve que ir sólo, y era la primera vez que intentaba el Nanga Parbat… fue duro asumir la decisión de ir completamente solo a una montaña en la que nunca había estado. Ni tan solo sabía dónde estaba la ruta Kinshofer. Creo que esa fue la más arriesgada de todas mis ascensiones en el Himalaya: totalmente solo, sin conocer la ruta, llevándolo todo conmigo…
¿Más peligrosa que sus invernales?
Sí. Había hecho otras ascensiones en solitario otras veces, pero siempre había expedición, con campo base, con gente, amigos, y yo decidía escalar en solitario, como en el Dhaulagiri o el Shisha Pangma, pero aquella vez no había nadie… Arriesgado.
Después de un tiempo con muy pocas expediciones al Himalaya en invierno, ahora parece que hay algunas más. ¿Es un cambio de tendencia?
Sigue habiendo muy poca gente en el alpinismo invernal, porque las posibilidades de hacer cumbre son muy bajas. La gente es muy delicada y no quiere ir a una montaña en la que tiene un 5% de posibilidades. Sólo gente como Denis o Simone, que están muy centrados en el logro pueden intentarlo y tener éxito. Otros mil alpinistas no tendrían ninguna opción porque dirían “¿por qué debo ir si no voy a poder escalar?”. Pero para la gente que necesita desafíos, este es el objetivo.
¿Quizás el próximo reto sea que alguien intente los Catorce en invierno…?
Bueno… Bienvenido… Pero primero tendremos que hacer algo con el K2. El máximo desafío ahora es el K2 en invierno.
¿Cree que es el más difícil?
Es el reto más importante en invierno ahora. No es nada fácil. Incluso la filosofía sobre cómo hacerlo…