Ferran Latorre y Nacho Orviz ya se encuentran en el punto de partida ‘oficial’ de su expedición al Everest sin oxígeno. Los dos montañeros llegaron el lunes al campo base avanzado (CBA) del pico más alto del mundo, situado a una altura nada despreciable de 6.400 metros. Desde esta posición, a los pies de la montaña, iniciarán el trabajo en la ruta de la arista norte, con el objetivo en mente de adjudicarse la cumbre y continuar sus respectivas carreras a por los catorce ochomiles.
El catalán y el asturiano habían llegado la semana pasada (16 de abril) al campo base chino (5.150 m). Dicho campamento es actualmente sólo una etapa intermedia de los montañeros antes de recalar en el verdadero campo base actual, que es el CBA, del que lo separan 20 km de distancia y más de 1.200 metros de desnivel.
Durante su estancia en el campo base chino, Latorre y Orviz aprovecharon para desempolvar viejos recuerdos de experiencias vividas en este lugar, así como realizar algún trekking de aclimatación. Una de esas caminatas les llevó hasta el campo base de la cara norte del Everest. Allí, Ferran Latorre recuerda haber “estado instalado los años 1995 y 2006, con sendos intentos a la cara norte directa, concretamente por el prestigiosos Corredor Hornbein. El rincón es bucólico, el último punto con indicios de vida, bien protegido y tapizado por una milagrosa hierba y pequeño estanque, ahora seco”.
Larga marcha hasta el CBA
El domingo 22 de abril, con la llegada de los preceptivos yaks, fue el momento de que Ferran Latorre y Nacho Orviz iniciaran el largo camino que separa el campo base chino del campo base avanzado, que se recorre en dos jornadas. Según detalla el alpinista asturiano, hicieron falta 30 yaks para transportar todo el material necesario para el montaje del campo base.
Con un fuerte viento como compañero de marcha, recorrieron un camino ya conocido. A 5.800 metros realizaron la preceptiva parada en un campo intermedio para pasar la noche. “Es un lugar poco acogedor y frío, pero es lo que hay, sólo es para una noche”, comenta Orviz.
Con el amanecer, continúan adelante. “La jornada es larga y dura por la altura que alcanzaremos”, apunta el montañero asturiano, que explica que “ganamos altura por el margen izquierdo del glaciar, en todo su vértice de morrena (muy cómodo pero largo”, en un día “muy soleado pero ventoso y frío”.
Pasado el mediodía, llegan al campo base, con la desagradable sorpresa de que el lugar elegido para montar las tiendas es totalmente impracticable: “no era más que un trozo de morrena casi metido en el hielo y donde no es posible poner ni un bidón vertical”. Así que tuvieron que improvisar sobre la marcha para encontrar un emplazamiento mejor: “Después de mil vueltas, conseguimos unas pequeñas plataformas que nos cede otra expedición. Pagamos un extra a los yakeros y nos ubieron la mitad de las cargas con lo indispensable para pasar la noche. Entre el cocinero, los sherpas y nosotros, acondicionamos una para montar la cocina, que es lo prioritario. Después montamos unas tiendas para pasar la noche ‘de cualquier forma’”.
Necesitaron un par de jornadas más para acondicionar su campo base, donde por las noches las temperaturas descienden a -20ºC. Será su hogar mientras dure su expedición al Everest.