Ferran Latorre continúa adelante en su proyecto de completar los catorce ochomiles. Su cuenta está en diez, y para esta primavera tiene previsto intentar el número 11 en el Makalu, una montaña que ha intentado en tres ocasiones anteriormente. Esta vez irá acompañado de un personaje de excepción, la corredora Núria Picas en su primera experiencia a un ochomil.
Hablamos con él mientras lleva a cabo los últimos preparativos antes de partir. La ilusión por la inmimente expedición se ve mitigada por la noticia que llega desde el Annapurna justo al terminar esta entrevista con la muerte de Samuli Mansikka. El alpinista finlandés era un buen amigo de Ferran y tenían planes juntos para este mismo verano en el Karakórum.
Lo más novedoso de esta expedición es que vas acompañado de una persona nada habitual en los ochomiles, que es Núria Picas. ¿Cómo surgió el tema?
Núria me lo propuso hace ya tiempo. Cuando fui a hacer el Cho Oyu non-stop ella ya quería venir, pero entonces no fue posible por cuestiones de calendario. Me lo volvió a proponer a principios de enero, yo ya lo tenía en la cabeza y le dije que sí.
¿Qué implica el hecho de ir con ella?
Por un lado, es una compañía que entraña cierto riesgo, porque no se ha testeado nunca a tanta altura. Por otro lado, aporta muchas cosas buenas: entusiasmo, fuerza, hay buen feeling… puede ser divertido. Además, ella es una profesional que se implica al cien por cien, tanto personal como profesionalmente.
¿Puede ser un empujón a tu motivación también?
Sí, por supuesto. En un proyecto como el mío de ascender los catorce ochomiles a menudo te sientes muy solo. Creo que puede ser una historia bonita.
Por otro lado, ¿no sientes cierta carga de responsabilidad por ella, por el hecho de no tener experiencia?
Sí, pero igual que con cualquier otro compañero. Todo el mundo sabe a lo que va y no me siento que vaya a guiar a nadie. Es cierto que yo tengo más experiencia en expediciones y en altura, y que también tengo más contactos, pero nada más. Ella es competente en montaña y está muy motivada; le falta experiencia en altura, que es lo que puedo aportar yo, igual que las cuestiones relativas al montaje de la expedición. Eso sí, ha elegido un ochomil que no es de los fáciles, sino de los altos… ¡empezamos fuerte!
¿Desde cuándo hace que os conocéis?
Habíamos coincidido varias veces practicando escalada deportiva a mediados de los años 90, aunque no nos conocíamos mucho. Fue en algunas escuelas catalanas, como Les Bruixes por ejemplo.
¿Cuáles son vuestros planes?
Salimos el día 6 de abril por la noche hacia Katmandú. El día 11 volamos a Tumblingtar, donde empezamos el trekking clásico hacia el campo base, donde estaremos plenamente instalados hacia el día 20.
¿Cómo tienes organizada la logística esta vez?
Compartimos permiso y logística de campo base con el grupo de Seven Summits, que no sé de cuánta gente será. Pero la montaña la hacemos por nuestra cuenta, con nuestra estrategia y nuestro material, sin la ayuda de sherpas y sin oxígeno.
¿Conoces a alguien que vaya a estar allí?
Sí, entre los que compartimos permiso está Hans Wenzel, con quien hice el Cho Oyu en 20 horas en 2013.
El Makalu es una montaña que conoces bien…
Sí, para mí es el ochomil más bonito, más impresionante, una montaña muy guapa y con un trekking también muy bonito. Y además, con historia, ya que la primera ascensión (1955) fue de Lionel Terray, que es uno de los más grandes, acompañado por Jean Couzy. Eso es muy especial para mí.
Hiciste hace años dos intentos por el Pilar Oeste.
Es la ruta más guapa en la que he estado en el Himalaya. Fue muy bonito lo que abrimos con José Carlos Tamayo en la expedición de Al filo de lo imposible de 2002 (en la que también participaron Juan Vallejo, Josu Bereziartua y Juanito Oiarzabal): fue desde el C3 (7.200 m) hasta el muro Seigneur (7.600 m), por donde hacía mucho tiempo que no había pasado nadie, y no había cuerda fija alguna… escalamos de primeros de verdad. Fue uno de los días más bonitos que he vivido como alpinista, aunque una vez equipado, no tuvimos ni tan siquiera la opción de intentar la cumbre… un poco frustrante.
Tres o cuatro años más tarde (2005), volví de nuevo con Al filo de lo imposible y el Grupo Militar de Alta Montaña, con Eloi Callado, Álex Txikon… Pero en esa ocasión no conseguimos llegar tan alto como la vez anterior, y nos quedamos a unos 7.400 m. Fue un año de mucho viento, y el Pilar Oeste es una ruta muy mala, porque los vientos generalmente son de oeste y te pegan de lleno.
Y el año pasado volviste, en ese caso a la ruta normal, ¿cómo recuerdas aquella expedición?
Fue una expedición extraña, con la muerte de Yannick… En realidad, la temporada entera no fue como nos hubiera gustado, y además tuvo ese punto trágico.
¿Crees que esos sentimientos del año pasado te pueden pasar factura esta primavera?
Espero ir renovado. Tampoco sé qué estrategia utilizaremos… intentaremos realizar un ataque lo más ligero y rápido posible, si puede ser sólo con dos campamentos de altura (C2 y C3), sin montar C4.
¿Qué esperas encontrarte a nivel de condiciones y méteo?
No lo sé, pero espero que compense un poco lo del año pasado, cuando no hubo ninguna ventana clara y sólo se realizaron dos cimas sin oxígeno. Espero que este año sea mejor. Sabemos que dependemos mucho de la méteo.
Quizás este año será el bueno. Las primeras cimas de la temporada han llegado muy pronto en el Annapurna…
Pues sí, aunque tampoco es habitual ir tan pronto… tiene sentido, porque al final del invierno puede hacer mejor tiempo y la nieve estar más estable. Nosotros en realidad vamos a finales de primavera y justo antes del Monzón, con lo que corres el riesgo de que se adelante como ocurrió el año pasado.
¿Esperas problemas de masificación?
No sé exactamente cuánta gente habrá, pero no creo que esté muy concurrido. No es una montaña a la que suela ir mucha gente. Sabiendo que Hans estará ahí, ya nos espabilaremos.
En caso de hacer cumbre, sería tu undécimo ochomil, ¿qué planes tienes con los que te quedan?
De momento sólo pienso en el Makalu, y luego en verano iré al G1 con Samuli Mansikka (la noticia de cuyo fallecimiento llegaba justo al terminar esta entrevista). Igual también solicitaré el permiso para el Nanga Parbat este mismo verano, por si sonara la flauta, aunque es muy difícil. Me quedarían el Everest y el Nanga Parbat para el año que viene…
La situación de la comunidad sherpa y sus reivindicaciones condicionaron mucho la temporada del Everest el año pasado. ¿Afectará eso en algo al Makalu?
En el Makalu, eso no puede pasar. Las dimensiones son mucho más pequeñas y a lo mejor hay entre cinco y diez sherpas, y no 300 como en el Everest. Además, lo tienen todo pactado con sus agencias, ya conocen la montaña…
¿Qué opinión te merece esta problemática?
Los sherpas son guías y trabajadores, con sus propios intereses y con derechos a defender. El Everest no es un juego de niños y se tiene que poner orden. Pero también se debería revertir la mala imagen que tiene el Everest hoy en día, en el sentido de su excesiva comercialización que lo convierte en un circo. Los nepalís, que son personas inteligentes, deberían plantearse qué quieren que sea el Everest, más allá de una máquina para ganar dinero: ¿una atracción turística o un reto deportivo? Si no, pueden llegar a matar a la gallina de los huevos de oro. Y lo que digo del Everest, lo extrapolo a todo el Himalaya.